Crítica de Napoleón, dirigida por Ridley Scott y protagonizada por Joaquin Phoenix y Vanessa Kirby. Una biopic que intenta mostrar de manera íntima los orígenes de Napoleón Bonaparte y su veloz ascenso al poder.
Juan Enrique Bonilla*
@bconceptenrique
Una pregunta clave que debe hacerse tanto el director como la audiencia antes de adentrarse al mundo de una película o serie biográfica es ¿por qué debería sentarme a ver dos horas o más de un producto ficticio cuando puedo leer un artículo o ver un documental del personaje?
En ese sentido, una cinematografía que conecta tópicos de la vida del protagonista con la imagen, una composición que utiliza los movimientos artísticos de la época para entender el contexto histórico, o un guion que permite conectar con los personajes a nivel humano o que resalta los claroscuros de una persona complicada, son algunos de los recursos que se pueden utilizar para hacer de la experiencia cinematográfica algo enriquecedor más allá de un simple listado de eventos históricos.
Desafortunadamente, Napoleón la nueva película de Ridley Scott, reconocido director por filmes como Blade Runner, Gladiador o Thelma y Louise, es una cinta que no aprovecha los recursos audiovisuales y crea una historia inconexa, que no incentiva la reflexión, y que vomita sucesos importantes de la carrera militar de Napoleón Bonaparte y la relación con su esposa, Josefina de Beauharnais, sin profundizar en el porqué de los hechos, su importancia política y social, o hacer un estudio de personaje(s).
Similar a una mala clase de historia, Ridley Scott pretende que “memoricemos” una serie de efemérides sin razonarlas o cuestionarlas. Todo lo que hace a Napoleón una figura compleja y pilar para entender el estado de las instituciones europeas modernas, se deja a un lado.
El genio publicitario y militar de Napoleón que manipuló a los altos mandos e instituciones de izquierda y de derecha y que modernizó la estrategia bélica; su narcisismo patriarcal que unificó a una Francia posrevolucionaria a costa de los derechos de esclavos y mujeres; el giro revolucionario de 360 grados que llevó a Francia de un régimen absolutista a otro, pero esta vez con la participación y aprobación del pueblo; entre muchos otros aspectos interesantes de su historia y periodo son ignorados para, en cambio, ponernos estrellitas en la frente cada vez que reconocemos la fecha, al político o la locación.
Asimismo, la relación que tuvo con su amada Josefina, la cual es un foco importante de atención en el guion, se enuncia en torno al chisme y los rumores en lugar de yuxtaponer sus egos y ambiciones, o elaborar una tesis sobre Josefina como sucesora de María Antonieta en el imaginario histórico, entre muchos otras ideas que podrían plantearse para cuestionar y comparar a personajes tan complicados y sustanciales.
Finalmente, los recursos audiovisuales no son aprovechados para avanzar la historia o agregar nuevas dimensiones: las libertades creativas en el guion y la imagen que incentiva a cuestionar la atención al detalle que tuvo la investigación histórica antes de elaborar el guion; la edición que no sabe deshacerse de tomas que no contribuyen a la trama; la falta de creatividad para aprovechar las referencias visuales de los cuadros de Napoleon o del estilo neoclásico que tanto incentivó; o la sobre exposición de hechos en forma textual, construyen una historia monótona que es fácilmente mejor contada por algunos canales de Youtube.
En contraste a películas biográficas como Lawrence de Arabia, Selma o Malcolm X, que añaden nuevos sabores a la historia de sus dignatarios, Napoleón, que se estrenó este 23 de noviembre, no enriquece la vida de las personas que la vean. Le recomiendo a nuestros lectores que mejor inviertan su tiempo quedándose en casa a leer la información de Wikipedia o ver un par de documentales con un chocolate caliente o un buen ponche y de paso ahorrarse unos pesitos.**
*Crítico de Cine. Colaborador de CinEspacio24.
**También les recomiendo ver La guerra y la paz de Sergei Bondarchuk. No es biográfica, pero está muy buena.
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