Esplendor y ocaso de «La Casa de las Flores» o El problema de desgastar una buena historia – CinEspacio24

Esplendor y ocaso de «La Casa de las Flores» o El problema de desgastar una buena historia

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El derrumbe de La Casa de las Flores, esa serie disruptiva que causó ruido en su momento y pudo ser un referente en comedia mexicana, pero después de tres temporadas y dos especiales ya se desgastó y ahora cierra sin pena ni gloria con una mediocre película estrenada el pasado 23 de junio.

 

Por Zuri Grace Bretón *

@ZurigraceB

El ciclo de la sobreexplotación de una saga o serie: se crea una historia fresca, tiene éxito entre el público de manera orgánica, aprovechando su fama se decide continuar, la segunda parte no es igual de buena pero los personajes carismáticos ya construyeron una base de fanáticos, se continúa explotando, la historia se vuelve repetitiva, predecible y llena de clichés; se convierte en la propia antítesis de lo que representaba en su nacimiento.

¿Cuántas veces hemos presenciado este fenómeno? Quizás es uno de los círculos viciosos más comunes de la industria del cine y la televisión y ejemplos, sobran: Rápidos y Furiosos, Piratas del Caribe, Grey’s Anatomy, Walking Dead, 13 Reasons Why, The Big Bang Theory, etc.

Mientras los grandes estudios puedan seguir exprimiendo sus gallinas de los huevos de oro, lo harán y las bases de fanáticos seguirán consumiendo cualquier producto que se les presente de sus franquicias favoritas, aunque más de uno reconozca que ya están lejos de ser lo que eran al inicio.

Y es que cualquier serie que pase por un momento de esplendor y no pueda parar a tiempo o falle al reinventarse, inevitablemente decaerá en su calidad, toda receta de éxito tiene una fecha de caducidad. Aquella famosa frase de Harvey Dent se podría adaptar para la ocasión perfectamente: “Muere siendo una gran serie/saga o alárgala lo suficiente para convertirla en un mal chiste.”

Claro que es difícil identificar cuál es el punto perfecto para darle cierre a una buena historia, pues implica dejar el trono cuando se está en la cima, sin embargo, sí que hay ejemplos de series épicas que se resistieron a la ambición y supieron terminar en el momento adecuado para pasar a la historia con dignidad y ser recordadas como productos redondos que nunca perdieron su calidad, por ejemplo, las maravillosas Fleabag, Breaking Bad o Dark.

Otras series que ya cruzaron esa línea o tristemente están en el proceso de volverse predecibles y repetitivas son La Casa de Papel o Stranger Things, curiosamente ambas producciones de Netflix, la misma que es responsable de lo que nos atañe hoy: El derrumbe de La Casa de las Flores, esa serie disruptiva que causó ruido en su momento y pudo ser un referente en comedia mexicana, pero después de tres temporadas y dos especiales ya se desgastó y ahora cierra sin pena ni gloria con una mediocre película estrenada el pasado 23 de junio.

Tras el estreno de su primera temporada en 2018, la serie en tono de comedia negra sorprendió a muchos por la naturalidad con la que abordaba temas tabús de la sociedad mexicana, haciendo el retrato de una familia acomodada que, tras la fachada de elitismo de una elegante florería, esconde un padre infiel, una matriarca que fuma marihuana, un hijo gay, una nuera transgénero y un table dance con shows de Drag Queens.

El director y escritor, Manolo Caro, había ya forjado una exitosa carrera en cine que llamó la atención de Netflix para darle carta abierta y el presupuesto suficiente para contratar un elenco de la talla de Verónica Castro como Virginia de la Mora y su musa, Cecilia Suárez en el icónico papel de Pau-li-na de la Mo-ra.

Caro, precedido por destacados dramas como No sé si cortarme las venas o dejármelas largas (2013) y La vida inmoral de la pareja ideal (2016), tiene un sello de autor bien definido y ha sido comparado más de una vez (salvando las enormes distancias) con Pedro Almodóvar por el desenfado con el que aborda tópicos “controversiales” y sus decisiones en cuanto al uso de color y fotografía que tienen gran peso en todas sus producciones, las cuales se le reconoce, son de gran pulcritud técnica y visual.

Así que tras una provocadora, divertida y refrescante primera temporada que le plantaba la cara a al lado conservador de México, se anunció la segunda entrega en la que lamentablemente, Verónica Castro se despedía del proyecto y pese a que se intentó, fue imposible llenar el vacío dejado por su personaje que era el centro de la historia, comenzando desde entonces las inconsistencias narrativas, contradiciendo los planteamientos iniciales, metiendo tramas absurdas y priorizando la comedia situacional por sobre el desarrollo y construcción congruente de sus personajes.

Y ni hablar de su tercera y (gracias al cielo) última temporada, en la que se apostó por revivir a Virginia en una versión más joven, bien interpretada por Isabel Burr, manejando dos líneas temporales paralelas que nunca terminaron de enlazarse y aunque la serie continuó abordando temas muy necesarios de inclusión a la comunidad LGBT+ como las terapias de conversión, la discriminación a personas trans y homosexuales, lamentablemente no fue suficiente para contrarrestar los chistes burdos mal ejecutados y los huecos argumentales.

Quizá lo más rescatable después de la temporada uno sea el capítulo especial del funeral de Virginia, estrenado entre la segunda y tercera temporada, donde por su simplicidad y la buena química del elenco se logra rescatar la chispa de esa primera etapa.

Y bueno, con la película recién estrenada, se nos confirma que es imposible continuar exprimiendo a la familia De la Mora más allá de los buenos memes que ha dejado. En esta entrega nos presentan un intento de misterio de espías bastante soso, en el que los hermanos deberán infiltrarse en su antigua casa para recuperar un tesoro de la infancia, sin embargo, las motivaciones son flojas y carece de cohesión en su guion que trata de colar una reflexión sobre la importancia de la unión familiar.

El largometraje maneja nuevamente el formato de doble temporalidad y aunque esta vez ambas historias se integran de manera más fluida y con buena dinámica de transiciones entre escenas, ninguna de las dos historias tiene la fuerza suficiente, varios personajes son ornamentales sin realmente influir en la trama o están sólo para dar pie a los chistes. La película está aderezada con montajes musicales muy bien ejecutados por parte de Ximena Sariñana, Tessa Ía y Christian Chávez, pero incluso éstos son poco orgánicos y pretenden provocar un sentimentalismo forzado.

Y así La Casa de las Flores: La película se suma a una más de esas producciones que son vistas por un público considerable, más por el morbo de conocer el final, que por un genuino disfrute de hacerlo. Como dirían nuestros queridos, aunque también ya desgastados, Simpsons: ¿Es un buen final o un mal final? Es un final y basta (Esperemos).

*Licenciada en Comunicación, analista y crítica cinematográfica y colaboradora en CinEspacio24 Noticias

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