Esta complejidad física termina por impulsar las investigaciones del Dr. Morbius con el fin de encontrar una cura definitiva para su condición de vida. Y aún cuando sus estudios parecen arrojar resultados alentadores, la catástrofe parece ser inevitable, pues el uso de la sustancia que promete culminar con los problemas de Morbius, termina por convertirlo en una vampiro sediento de sangre humana.

Aunque la cinta apuesta por ser la propuesta más oscura de Sony/Marvel, la cantidad de problemas que existen dentro de la película son preocupantes, ya que si bien es cierto que se siente como una propuesta distinta, hay algo en su ejecución final que no parece encajar. Partiendo del aspecto más notorio, el montaje se siente extraño, pues los cortes y las sucesiones de las escenas no parecen tener una intención, lo que vuelve a las secuencias confusas y poco dinámicas.  En ese sentido no es que el filme sea malo, pero es incapaz de transmitir una sensación al público.

Por otra parte las secuencias de pelea abusan de la cámara lenta, algo que constantemente corta el ritmo en las escenas de acción; además, el largometraje parece tener una fijación por adornar demasiado los efectos especiales, principalmente los que están anclados a los movimientos sobrenaturales del vampiro viviente, como si buscarán crear un sello distintivo que en ningún momento utilizan bien.

Si buscamos definir la cinta, que se estrena este fin de semana,  de manera simple, podría decirse que es una película ambiciosa que carece de efectividad a la hora de aterrizar las ideas, y aún con todo esto hay un sector del público que saldrá contenta al terminar la función. Porque al final la conexión masiva entre los universos cinematográficos basados en personajes de Marvel que pretenden crear un multiverso es cada vez más palpable, y esa es la palabra que Morbius busca como estandarte: multiverso.