Orson Welles, despintando el Film Noir – CinEspacio24

Orson Welles, despintando el Film Noir

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Orson Welles es uno de los mejores directores de la historia, y uno de los géneros en los que más destacó fue el Film Noir; en este texto analizamos sus mejores películas al respecto. 

Por Sergio Augusto Hernández Escobar*

Al momento de entrar al Cine Negro, Orson Welles ya era una leyenda viviente, el joven rebelde renacentista que redefinió el lenguaje cinematográfico con El Ciudadano Kane (1941), que le valió ser incluido en una lista negra promovida por el magnate de los medios de comunicación William Randolph Hearst, hecho que lo mantuvo inactivo en la industria del cine y le permitió retomar el teatro, la pintura, la arquitectura y la radio; manifestaciones artísticas que fueron perfectamente amalgamadas en su estilo fílmico.

Algunos creen que el ingreso de Orson Welles al Cine Negro se debió más por necesidad económica a pesar que este género es también conocido como cine de clasificación B o de bajo presupuesto; otros se inclinan que fue la manera de redimirse de la insolencia de tocar personajes intocables, como se aprecia en la cinta El extranjero (1946) y su marcado antinazismo. Afortunadamente, Orson Welles logra conectar con las personas correctas que brindaron el financiamiento para crear obras que hicieron brillar aún más al Film Noir, lo que le valió imprimir un estilo propio a este género cinematográfico tanto en lo visual y lo narrativo al redefinir los ya establecidos estándares.

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Empezando por el uso de la iluminación donde en su mundo todo puede ser oscuro (no importa que pasen dos negrísimos minutos en la pantalla o la brillantez que emana la voluminosa espalda del Actor-Director con sus trajes blancos en diferentes planos, Orson Welles logra dominar el mundo de los dos colores blanco y negro, únicos e indispensables en el expresionismo) y los juegos a partir de estos.

Por otro lado, a las clásicas historias de enredos del Cine Negro, el director logra aún más retorcerlas  logrando narrarlas a través de las imágenes, tomando astutamente del expresionismo todos sus métodos y juega con la realidad para mostrar el espectro que desea que veamos en sus cintas. Sombras, penumbra, luces y claroscuros, espacios y montajes, así como otros elementos, que son incorporados por Welles de forma magistral para fortalecer su estética visual de cada filme grabado.

Otras aportaciones de Orson Welles al Cine Negro, pero no menos importantes son:

  • Tomas de primer y largo plano con una profundidad de campo insólitas hasta nuestros días.
  • Guiones más enrededados de lo habitual del género, aunque muchos se desenredaban o casi al inicio, sino que a la mitad de la cinta, provocando mayor angustia por los nuevos problemas que se avecinaban.
  • Angulaciones y encuadres poco comunes: picados y contrapicados, incluso el ángulo torcido u holandés que hace ver las cosas paralelas a lo lado de la toma.
  • El sonido encuentra un espacio como un protagonista más de la historia, éste va de la mano de lo que estamos viendo en pantalla logrando que la narrativa visual sea más ágil.
  • El uso de la voz en off, incorporando su experiencia en la Radio para que las historias tuvieran un hilo conductor novelesco haciendo sentir al espectador las peripecias, dudas y miedos que aparezcan a lo largo de la cinta.

 

Desde nuestro punto de vista, existen tres películas de Cine Noir fundamentales en la filmografía de Orson Welles:

1.- El extranjero (The Stranger, 1946)

La primera película del género Negro de Welles, obra que muestra por vez primera en Hollywood, material filmado real acerca del Holocausto, nos describe la auténtica cacería de un Cazanazis (Edward G. Robinson, implacable como nunca) en busca de uno de los más grandes cerebros de los campos de exterminio nazi (Orson Welles, caracterizado como un amable y respetable Profesor de una escuela de un pueblito de Estados Unidos).

Entre un mágico espectro de luces y sombras que hace circular su clásica narrativa visual, Orson Welles logra una virulenta critica antinazi que le reivindicaba un poco su pecado cometido con El Ciudadano Kane, ejemplo de ello son las tomas a la cara del nazi reprimido donde la mitad es sombreada por la luz, dando a entender esta dualidad-escondite-profundidad en la que vive. Cabe destacar el humor utilizado en la escena del teléfono cuando un entretenido Herr Franz Kindler se encuentra rayando imágenes nazis como si fueran coranzoncitos de enamorados.

Valga mencionar la influencia que tiene la ansiosa y peligrosa escena de la escalera del filme en cuestión en cintas como Vértigo (Alfred Hitchcock; 1958) y Batman (Tim Burton; 1990), así como a la similitud que hay en los finales que tienen los personajes de El Joker y Herr Klinder. Se cuenta también que el guion fue escrito por John Houston utilizando un seudónimo.

La película no tuvo éxito en la taquilla debido a que el término de la Segunda Guerra Mundial era muy cercano y a nadie le gustaba pensar que un odiado nazi estuviera viviendo y peor aún, educando a sus hijos. Es probable que esta sea otra influencia a películas tan horribles pero tan simbólicas como El enigma de otro mundo (Christian Nyby, Howard Haws; 1951) y La invasión de los usurpadores de cuerpos (Don Siegel;1956), donde también se reflejaba la paranoia a lo que viniera fuera de las fronteras americanas.

 

2.- La dama de Shangai (The Lady From Shangai, 1948)

Welles logra con una historia típica de Cine Noir una redefinición del género, al  dejarnos descubrir la trama casi a mitad de la película, así como dar un juego variopinto de personalidades: nadie es tan malo, nadie es tan bueno, nadie es tan serio, nadie es tan gracioso, nadie es tan cuerdo, nadie es tan loco. Lo único que sí deja claro es que la estupidez siempre estará y si te encuentras en medio de una manada de tiburones sedientos de sangre teñida de estupidez, mejor. Por otra parte, el guion juega con altibajos confusos que nunca dejan de verter su corrosiva visión acerca de la corrupción, el crimen y el poder que debemos ir desenredando para llegar al clímax.

Implementando la voz en off interpretada por Orson Welles, quien al mismo tiempo es el protagonista, un perturbado Marinero, que narra la fascinación que tuvo al observar entre las penumbras la enigmática presencia de una platinadísima Rita Hayworth, que desde ese momento se vuelve cada vez más magnética, envolvente y codiciosa. Aun sabiendo que la Femme Fatale es casada con un prestigiado abogado defensor criminalista agobiado por la polio (Everett Sloane derramando toda su experiencia teatral), el protagonista se arriesga a caer (literal) en un espiral de enredos y más enredos.

Entre los recursos visuales empleados en esta cinta destacaremos dos, el juego de claroscuros que se muestran en el vestuario de Rita Hayworth, donde en el día viste de negro y en la noche alumbra y relumbra con sus brillantes trajes, y el efecto que Welles logra con la escena de los espejos en la Feria, donde sucede el duelo final y vamos descubriendo por cada espejo roto que se va resquebrajando la verdadera identidad de cada uno de los protagonistas, quedando al final sólo lo que eran: tiburones heridos buscando sangre, de quien sea, hasta la suya si es necesario para poder seguir viviendo. La representación de los personajes a través de eufemismos visuales son una de las varias influencias que dejó esta escena en la historia cinematográfica.

A diferencia de otras cintas clásicas del Noir donde todo ocurre casi en un mismo plano, Welles nos demuestra que no es necesario caer en los mismos escenarios y muestra una variedad de los mismos que ayudan a entender cómo es y cómo siente el personaje.

Una vez más, el director incluye a la música como un elemento primordial en la narración y logra que las apariciones de los principales protagonistas tengan una rúbrica musical que los defina.

A destacar la escena del acuario donde entre contrastantes juegos de luces y sombras, con el fondo de inmensos moluscos, cetáceos, tortugas y sobre todo tiburones (otra referencia a la que hace el marinero sobre con quien anda juntándose), la pareja consuma su pacto y refrenda su amor sin el beso correspondiente, debido a una manada de escolapios hormonales. También es de notarse el surrealista viaje por los toboganes, gusanos y rampas del Marinero al llegar a la Feria, escena llena de ángulos y encuadres imposibles.

 

3.- Sed de mal (Touch of evil, 1958)

Paul Schrader la calificó como el último vestigio del Cine Negro demostrándolo desde los mejores tres primeros minutos filmados en la historia, Orson Welles interpretando al corrupto y manipulador jefe y leyenda de la policía estadounidense  se vuelve la peor pesadilla del honesto y bronceado policía mexicano protagonizado por Charlton Heston , quien es sostenido moral y espiritualmente por una emblemática esposa americana (Janet Leigh), quien desde entonces se fue acostumbrado a tener problemas en los hoteles (para ejemplo, Psicosis, Alfred Hitchcock; 1960).

En un tono barroco y sofocantemente ensombrecido, haciendo su mayor homenaje al expresionismo, la mutilada versión que inicialmente se distribuyó sigue perfeccionando la cada vez más directa crítica a la corrupción de los sistemas judiciales, el abuso de poder, la xenofobia que existe aún en la línea fronteriza, la moralidad tan marcada en cada lado y la violencia y sordidez que antes no se había visto y que luego se volvería a ver en innumerables ocasiones, recordemos: “Todos vienen de Él, pero nadie copió su Estilo”.

Otro elemento que redefine es el tiempo (simbolizado desde el reloj bomba), todo es un eterno TIC-TAC, TIC-TAC, en nuestros oídos esperando que el bien triunfe sobre el mal; sin embargo,  eso que se llama tiempo con Orson Welles puede durar un simple cruce fronterizo donde sabemos que estamos en lado mexicano porque no se observan banquetas o puede variar según la luz y la sombra.

El aspecto sonoro está enmarcado en las grabaciones de radio (sendo autohomenaje a su inolvidable pasado radiofónico) y sobre todo con la música, conducida por Henry Mancini (autor del tema de La Pantera Rosa,1963) que se conjuga en una delirante mezcla de jazz, afrocubano, honky tonk y rock and roll.

En cuanto a la parte técnica, esta magistral cinta permitió a Orson Welles terminar por dominar el estilo que inventó con El ciudadano Kane; bizarros encuadres que acentúan las características de los personajes, su clásico empleo del gran angular, una utilización teatral de la puesta de escena y surrealistas movimientos de cámara que sorprenden por lo bien utilizados en la trama.

A destacar la participación de Marlene Dietrich como dueña de un tugurio y lectora de cartas con futuros gastados. Otro cameo místico es el de Zsa Zsa Garbo como lideresa de una pandilla retacada de cuero y brillantina en el cabello. Un personaje a analizar es el nerviosito cuidador nocturno del motel donde se aloja la esposa del policía, siendo quizás un claro antecedente a Norman Bates.

A manera de conclusión una frase de Orson Welles que nos recuerda porque el cine es arte:

“Es imposible hacer una buena película sin una cámara que sea como un ojo en el corazón de un poeta. “

 

 

 

*Doctor. Analista Cinematográfico. Colaborador de CinEspacio24. 

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