Cuando se habla sobre los grandes comediantes del cine mexicano, es necesario mencionar al actor Fernando Soto, mejor conocido como “Mantequilla”, un personaje que a pesar de no tener grandes papeles protagónicos logró ganarse el cariño del público con sus ocurrencias y su sencillez.
La historia de “Mantequilla” es tan curiosa como encantadora. Fernando Soto Astol nació el 11 de abril de 1911, en la ciudad de Puebla, México, y desde su nacimiento parecía estar destinado a vivir de los aplausos del público, ya que no solamente formó parte de una familia de actores, sino que también nació literalmente en un teatro, como si su vida hubiera sido escrita desde antes de nacer para triunfar en las tarimas teatrales.
Desde pequeño se vio empapado por la magia del teatro, donde descubrió su profesión, además encontró en su padre, el comediante político Roberto Soto “El panzón Soto”, una inspiración para comenzar a forjar su camino en las carpas en las que debutó a la edad de dieciséis años, y que posteriormente lo llevarían a la pantalla grande.
Una vez que probó el cariño del público no hubo vuelta atrás. Incursionó como cantante en algunos espectáculos y aunque su primer amor fue el baile, no tardó mucho en descubrir su talento natural para la comedia.
Gracias a su peculiar carisma inició un espectáculo propio que lo llevó a recorrer gran parte de la república mexicana en distintas carpas del país, hasta que finalmente debutó en el mundo del cine en 1938 bajo la dirección del director Ramón Pereda en la película Mexico lindo.
Esto fue el inicio de una exitosa carrera en la industria cinematográfica mexicana para el comediante, quien posteriormente trabajó junto a los grandes actores y directores de la época de oro del cine mexicano.
Con el paso de los años, “Mantequilla” se volvió uno de los actores de soporte más codiciados de la época, ya que la sencillez y humildad del mismo, contrastaba de manera increíble con el protagonista ranchero que se mostraba en gran parte de los largometrajes de aquel tiempo.
Su talento para la comedia lo llevó a participar en cintas como ¡Esquina bajan! (Alejandro Galindo, 1948), Los tres huastecos (Ismael Rodríguez, 1948), Campeón sin corona (Alejandro Galindo, 1946) o Los tres García (Ismael Rodríguez, 1946) y era común verlo compartir créditos con actores como Pedro Infante, Luis Aguilar, Jorge Negrete, entre otros.
También trabajó bajo la dirección del cineasta Luis Buñuel en un par de ocasiones en las películas La hija del engaño (1951) junto al actor Fernando Soler y en La ilusión viaja en tranvía con Lilia Prado y Carlos Navarro.
El éxito del que gozó Mantequilla fue tan grande que incluso fue llamado por el director Alejandro Jodorowsky quien le propuso aparecer en el largometraje La montaña sagrada.
Sobre dicha película Mantequilla comentó lo siguiente: “Una mañana me habló Alejandro Jodorowsky y me dijo ´basta ya de que siempre aparezcas como charrito o peladito en esos infames churros. Entra en el cine de vanguardia´”, algo que tomó por sorpresa al comediante mexicano, quien contó que de haber aceptado hubiera sido “venderle el alma al diablo”.
La propuesta era que apareciera completamente desnudo en una iglesia mientras lo flagelaban a cambio de un sueldo “que no he ganado en diez películas juntas”. Mantequilla declinó la oferta a pesar de sus problemas económicos. Ejemplo de que siempre antepuso su credibilidad y el amor por lo que pensaba antes que el dinero.
Tristemente el 11 de mayo de 1980 falleció a causa de un coma diabético, dejando un enorme legado que jamás será olvidado. Su humildad y carisma lo llevaron a ganarse el amor del público quien aún ahora lo lleva en el corazón. Nunca le importó el dinero o la fama, él era feliz haciendo reír a los demás, algo en lo que nunca falló.
“Yo, pobre pero con mi conciencia tranquila, así me digan pobre o peladito”, afirmaba el inigualable “Mantequilla”.
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