Crítica de Un vecino gruñón, dirigida por Marc Forster y protagonizada por Tom Hanks y la actriz mexicana Mariana Treviño. El filme narra la vida de un hombre que se la pasa criticando y juzgando a sus vecinos.
Por Martín L. González*
Los actores y actrices mexicanas como coprotagonistas en comedias estadounidenses son un tópico que con el tiempo ha cobrado una relevancia especial, ya que el éxito de estos roles goza de cierta popularidad en el público, pues encuentra un alivio cómico en estos personajes. El asunto con estos papeles es que constantemente caen en el arquetipo del latino irreverente que resulta chistoso por el simple hecho de formar parte de un entorno ajeno al suyo. Tristemente muchos blockbusters de comedia exitosos replican esta formula del personaje latino estereotipado
En el caso de Un vecino gruñón, Tom Hanks interpreta a Otto, un hombre jubilado que sufrió la muerte de su esposa, hecho que lo llevo ha convertirse en un hombre reservado y bastante antipático. Por ello es que se convirtió en el viejo cascarrabias del complejo de casas que habita, atento a lo que sus vecinos hacen y pendiente de todo lo que rodea a su hogar. La falta de contacto con los demás y su nula cooperación para socializar, lo han relegado a un lugar dentro de su comunidad donde si bien no es despreciado, si se ha vuelto indeseable, al menos en la convivencia general de la comunidad.
Sin embargo, de manera sorpresiva llega a la unidad habitacional Marisol (Mariana Treviño), quien junto a su familia, sus costumbres y sus modismos pondrá de cabeza la vida de Otto, quien se verá extrañamente cómodo pasando tiempo con los nuevos vecinos, aunque no suele demostrarlo mucho.
Un vecino gruñón se trata de una nueva adaptación del la novela Un Hombre Llamado Ove, escrita por el sueco Fredrik Biackman en 2013, una obra literaria que tuvo éxito gracias a su historia melodramática que aborda temas como la soledad y la depresión. La obra de Biackman fue tan bien recibida que incluso logró colarse en la lista de los libros más vendidos según el New York Times durante 42 semanas, lo que hizo que en el 2015 el cineasta sueco Hannes Holm la llevara a la gran pantalla.
Las diferencias entre Un Hombre Llamado Ove y Un Vecino Gruñón es abismal, ya que a pesar de que ambos cuentan en esencia la misma historia, la ejecución final dista mucho a una de la otra. Mientras en la adaptación del 2015 tenemos un drama con tintes de comedia que aborda de manera directa el suicidio como una situación que afecta a miles de personas, en Un vecino gruñón el guion parece burlarse a carcajadas de la esencia de la obra original, relegando los temas delicados que trata la obra original para cambiarlos por chistes de banales y sin sentido.
Así, las raíces mexicanas de Mariana Treviño dentro de la película no son más que un chiste que tratan de hacer pasar por “irreverencia”, así mismo el personaje de Otto suele usar comentarios pasivo-agresivos que denotan los ideales conservadores del mismo y que lejos de servir para mostrar una evolución en el personaje que aprende a convivir con la gente de su alrededor solo son gags llenos de clichés.
La capacidad de Un vecino gruñón para transmitir emociones toma como base a los clichés dramáticos que buscan la salida fácil para hacer reír al público,
A pesar de que la cinta del director Marc Forster parte de una historia ya probada, parece que su intención es entregar un proyecto que se burla de la obra original, de su legado y del espectador, porque a final de cuentas la película parece dar el mensaje de que todos aquellos que no sean como Otto, son unos idiotas.
*Crítico de cine. Colaborador CinEspacio24
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