Crítica de la cinta mexicana de terror Un cuento de pescadores, obra del director Edgar Nito. Quien por medio de la leyenda purépecha de La Miringua nos presenta un filme coral en una comunidad pesquera , donde una figura espectral explora la locura, violencia, miedos y pasiones de los habitantes. Todo ello inmerso en un atmósfera tétrica e inquietante.
Por Arturo Brum Zarco*
La película Un cuento de pescadores, del director Edgar Nito, es la mejor cinta sobre horror folclórico mexicano. Con una audacia provocativa y una atmósfera escalofriante, Nito se adentra en la leyenda purépecha de La Miringua para explorar las profundidades de la locura, las obsesiones lacerantes, las frustraciones enquistadas y los actos de venganza y violencia que palpitan en una pequeña comunidad pesquera de Michoacán.
El cine de horror folclórico nos invita a una profunda reflexión sobre los miedos primigenios y las pasiones desbordadas que moldean a una comunidad, desvelando su cosmovisión a través de sus leyendas ancestrales, sus mitos fundacionales y sus deidades paganas. Esta esencia se aprecia con nitidez en la propuesta de Edgar Nito, quien utiliza la figura de La Miringua como eje para construir una narrativa coral. De este modo, presenta diversas historias donde la leyenda sirve para enfatizar los aspectos más oscuros y peligrosos de la naturaleza humana.
La Miringua, arraigada en el folclor purépecha de las comunidades que se encuentran en el lago de Pátzcuaro, Michoacán, se presenta entre los pescadores como una espectral mujer de blanco que castiga con el ahogamiento a aquellos que sucumben a los excesos del alcohol. Con perspicacia, el director integra en los conflictos de cada relato el alcohol como un potente detonador de las tribulaciones de los habitantes, pero su visión no se limita a esta causa, sino que dota a cada historia de una profunda complejidad.
Esta complejidad narrativa se logra gracias a la magistral construcción de cada personaje. Lejos de maniqueísmos simplistas, Nito crea seres grises, atrapados en la belleza engañosa de un lago que, por momentos, se torna tan inhóspito como la ambivalente psicología de cada protagonista. Su trabajo es una obra de terror rica en contrastes, donde lo hermoso y lo grotesco, el amor y los celos, la serenidad y las obsesiones, la pasión y el odio, coexisten en la intimidad de un pequeño pueblo.
De esta manera, somos testigos de un intrincado engranaje de personajes cuyas circunstancias los abocarán a confrontarse con la temida Miringua: un hombre consumido por una obsesión malsana hacia una mujer, un joven atormentado por ensoñaciones tétricas que se reflejan en un lago teñido de sangre, un triángulo amoroso que se ahoga en las represiones del lugar y dos familias enredadas en conflictos ancestrales y sed de venganza.
Todos ellos, pescadores y pescadoras de oficio, se verán inmersos en una ambientación onírica, tétrica y surrealista. Fiel a los cánones del horror folclórico, el director sitúa las acciones en exteriores, permitiendo que la naturaleza se convierta en un personaje esencial de la narrativa. En este caso, los acontecimientos se desarrollan en la proximidad del lago, del agua misma, un elemento que Nito utiliza para exponer la fragilidad y la visceralidad de sus personajes ante la imponente fuerza de la naturaleza y la presencia siniestra de La Miringua.
Este efecto se intensifica mediante el uso de planos cerrados que generan una sensación de incomodidad claustrofóbica, planos abiertos donde la neblina parece invadirlo todo hasta aplastar a los personajes, y un formato cuadrado que enfatiza el pequeño y asfixiante universo donde habitan los protagonistas. Con estos recursos, el director logra evocar un infierno en una isla, donde la sensación del ineludible destino se cierne sobre todos: como dicta la leyenda, nadie escapa al influjo de La Miringua.
Si bien la narrativa fragmentada de la película, al entrelazar diversas historias, puede generar por momentos cierta confusión o desconcierto, esto se percibe más como un recurso estilístico intencionado que como una falla. Pues la forma en que se cuenta la historia contribuye a transmitir al espectador el desasosiego y la desesperanza que impregnan la trama.
Asimismo, mientras que otras películas de terror han recurrido al horror folclórico en secuencias puntuales, como La maldición de la llorona (1963, Rafael Baledón), Alucarda (1977, Juan López Moctezuma), Sobrenatural (1996, Daniel Gruener), Kilómetro 31 (2006, Rigoberto Castañeda), Huesera (2022, Michelle Garza Cervera) o Desaparecer por completo (2022, Luis Javier Henaiene), Un cuento de pescadores se erige como una obra que abraza este subgénero en su totalidad.
Este es el segundo largometraje de Edgar Nito, cuya ópera prima Huachicolero (2019) narra la historia de un joven inmerso en el crimen organizado para robar hidrocarburos, utilizando el fuego como una poderosa metáfora de destrucción individual y social. Ahora en su reciente cinta, es el agua la que asume ese propósito inquietante. En este sentido, el director demuestra una notable habilidad para integrar el entorno y la naturaleza como un actor fundamental en sus narrativas.
Un cuento de pescadores destaca por el infierno palpable que construye, un infierno que se nutre de una leyenda mexicana. Una cinta coral de horror folclórico que nos transporta a un lago tenebroso donde los actos de maldad navegan silenciosamente en pequeñas lanchas.
*Periodista y realizador. Director de CinEspacio24.
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