Crítica de la cinta Última noche, dirigida por Camille Griffin, nos narra cómo mientras el mundo se enfrenta al apocalipsis, un grupo de viejos amigos se reúne para celebrar la Navidad en una idílica casa de campo en Reino Unido. Una película de terror y comedia negra.
Por Martín L. González*
La Navidad es esa época especial del año en la que el amor cobra un nuevo significado. Fomentar la convivencia familiar y el amor al prójimo se vuelve la pauta de las reuniones. Esta es la corriente a la que se han apegado gran parte de las películas navideñas, que han terminado por volverse un subgénero cinematográfico, por ello es que los grandes clásicos de la fecha parecen encajar tan bien con este sentimiento comunitario de amor y paz.
Sin embargo, aún cuando la línea en dicho subgénero está tan marcada, existen algunas cintas que utilizan la Navidad como mero eje narrativo, sin la necesidad de apegarse a las normas no escritas del subgénero.
En ese sentido, Última noche nos cuenta la historia de una familia que en plena destrucción del mundo, decide tener una última reunión. En dicho evento, además de comer, beber y bailar, deberán tomar una pastilla al final de la velada para que tengan una muerte tranquila; sustituyendo el doloroso y último respiro que les depara si deciden hacerle frente al virus que recorre todo el mundo.
Lo que resulta interesante de la película es que más allá de buscar enaltecer los valores familiares o concientizar al público sobre el daño que le estamos haciendo a nuestro mundo, la directora Camille Griffin nos entrega una comedia negra sobre las festividades decembrinas. Así, expone las problemáticas de una familia que busca guardar las apariencias, aún cuando esto signifique ser personas que no son.
La director utiliza el argumento del fin del mundo no sólo para desarrollar a los personajes, también plantea un dilema moral con un pequeño discurso político sobre sí el gobierno oculta o no información, y si debemos creer ciegamente en ellos.
Esta encrucijada la maneja a través del personaje interpretado por Roman Griffin Davis, quien siendo sólo un niño, trata de buscar un salida ante este gran problema, contradiciendo las órdenes de sus padres a la menor provocación, quienes han decidido que los miembros de la familia deben tomar la pastilla sin excepción alguna, porque así lo decretaron los grandes mandatarios.
Pero aún cuando suena contradictorio, todo el caos que envuelve a la devastadora situación, lleva a los personajes a cometer los actos de amor más puros que podrían efectuarse en una situación como esta, ya que al poder ver de frente a la muerte, estas acciones se sienten más puras y sinceras.
Con todo esto, Última noche, que se estrena este 13 de enero, es un sube y baja de emociones que puede provocar tristeza, alegría, melancolía e incluso desesperación, todo auspiciado por el inminente final.
Quizá la situación actual del mundo permita que esta cinta resulte aterradora por las similitudes que se pueden vislumbrar entre la ficción y la realidad, pero por esto mismo es que tal vez, dentro de unos años podamos reunirnos en familia a ver Última noche, aliviados porque este no fue el final que nos esperaba, y simplemente podamos convertirla en un clásico navideño que narre el catastrófico final que logramos eludir.
*Colaborador y crítico de CinEspacio24 Noticias
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