Crítica de la película Spencer, dirigida por Pablo Larraín y protagonizada por Kristen Stewart, es un íntimo y onírico retrato de Diana Spencer, quien fuera la princesa de Gales. Una obra sobre la soledad y la maternidad.
Por Arturo Brum Zarco*
Las mejores biopics son las que presentan ejercicios introspectivos con una manufactura narrativa minimalista, es decir, no necesitan de largos y dramáticos discursos para mostrar la esencia de un personaje. Ese es el tipo de cine que realiza el chileno Pablo Larraín, y para ejemplo su reciente película Spencer, un íntimo y crudo retrato sobre Diana Frances Spencer, quien fue la princesa de Gales.
Larraín recrea la figura de Diana alejándose de todo hecho histórico y con esta libertad creativa edifica un argumento onírico y sobrio de una mujer atrapada en las vacuas y ridículas costumbres de la familia real inglesa y una sensible metáfora sobre la soledad y la maternidad.
Spencer es un filme, con una estética sensorial y atractiva, que parece creado como la contraparte de un cuento de hadas, donde los finales felices no existen, los matrimonios perfectos son una falacia y el amor eterno no es más que un libreto.
La cinta está ambientada a principios de los años 90, cuando la princesa Diana (quizá la mejor interpretación de Kristen Stewart) sabe que su matrimonio con el príncipe Carlos está destinado al fracaso, pero tiene que pasar tres días en las vacaciones de Navidad en la Casa de Windsor, propiedad de la Reina.
Una de las mayores fortalezas de esta sutil biopic es que sólo se enfoca en una pequeña parte de la vida de Diana y con eso le basta para que conozcamos, sin realizar juicios de valor, la vida de una joven que se convirtió en un icono de la monarquía en los años 80 y 90, y quien ante la sociedad se presentaba como alguien que vivía un cuento de hadas, no obstante, en la intimidad estaba inmersa en un infierno.
A ese infierno nos lleva Larraín, y lo hace por medio de un leguaje audiovisual perspicaz, donde su cámara sólo tiene como eje a Diana Spencer, de esa manera recrea su estancia en fastuosos y hermosos palacios, lugares que sólo acentúan la soledad y el desasosiego de la princesa. Esto, lo combina con secuencias que juegan con la fantasía y que dan lugar a que Diana compare su vida con la de Ana Bolena (reina consorte de Inglaterra por su matrimonio con Enrique VIII), quien fue sentenciada de adulterio y decapitada en 1536.
Con esta comparación, Larraín aborda de manera profunda e ingeniosa el fallido matrimonio de Diana con Carlos y las infidelidades de ambos, y además hace un alegoría del destino de la princesa; en este punto está uno de los problemas del filme, que da por hecho que todo público conoce la historia de esta pareja, por lo que quedan algunos huecos argumentales.
A diferencia de varios productos audiovisuales que han abordado la figura de Diana, como la serie Crown o el largometraje Diana (2013), al director chileno no le interesa ningún rigor histórico, y con ello logra construir una personaje más complejo y con muchas interpretaciones.
Pablo Larraín ya había mostrado su habilidad para las biopics con Jackie, en la que también abordada la vida de una mujer icónica del siglo pasado, Jackie Kennedy.
Spencer se estrena este jueves 13 de enero. Una obra que comprueba que entre más íntima, escueta y con libertad creativa sea una biopic, el relato del personaje será más completo y enriquecedor.
*Periodista y realizador. Director y Editor en CinEspacio24 Noticias. Colaborador en Cio Noticias.
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