Salvaje, ópera prima de Camille Vidal- Naquet, es una cinta francesa que con base en tomas honestas, narra, sin prejuicios, la vida de Leo un joven de 22 años que se dedica a la prostitución homosexual.
Por Arturo Brum Zarco* Vivir fuera de los “parámetros” que rigen las sociedad y no perder tu personalidad, ni tu capacidad de sentir o amar y ser amado; a esa reflexión nos lleva el cineasta francés Camille Vidal- Naquet, con su ópera prima Salvaje (Sauvage), donde retrata la vida de un hombre de 22 años que se dedica a la prostitución homosexual. En ocasiones señalamos, juzgamos y rechazamos a quien ha seguido un camino diferente a lo que dictan los supuestos “valores morales” que nos han impuesto, pero por lo regular o casi siempre nuestros juicios parten de la ignorancia y la incomprensión. Al respecto, después de tres años de investigación y de entrevistar a gente sin hogar que se dedica a la prostitución en París, Camille realiza un largometraje íntimo, honesto y crudo como la realidad, recrea una parte de la sociedad que está ahí, siempre ha estado ahí y muchos no la quieren ver. El director logra su objetivo con el personaje de Leo (brutal y conmovedor trabajo de Félix Maritaud), un joven de 22 años que se dedica a la prostitución, no tiene un hogar, duerme por lo general en la calle y tiene problemas con las drogas; a pesar de que esta descripción puede llevarnos a una dramatización exagerada, el director supo reflejar la vida de este hombre sin victimizarlo, al contrario lo humaniza, le da un rostro, la de voz, y muestra que quiere amar, ser libre: un personaje anárquico cómodo con su forma de vivir. Leo camina sin pudor por las calles de París, parece ir rumbo al abismo, al desasosiego, a la tragedia, pero la franqueza con la que Camille lo aborda nos muestra otra perspectiva, una sin juicios morales. Así, nos presenta la historia de un joven como cualquier otro, que siente, se enamora, sufre, se enferma, va a fiestas y le duele no ser correspondido por la persona que le gusta. La cámara del director nos lleva a ese lugar donde los prostitutos en París se juntan, se paran a lado de la calle para conseguir trabajo, porque la cinta deja claro que ellos sólo están realizando un trabajo más; algunos lo hacen por gusto, otros por necesidad, pero en ningún momento se victimizan o se quejan de lo que hacen. Esta cualidad que tiene la cinta de humanizar y enseñarnos los sentimientos de estos personajes, lo consigue con una narrativa que tiene su soporte en las imágenes, en el encuadre, en su fotografía, dejando al espectador que a partir de ahí saque sus propias conclusiones sobre unos hombres que sólo están trabajando. Salvaje no juzga sólo refleja la parte de la ciudad que algunos rechazan, rompe la pared que ciega a muchos de esa realidad; y lo hace sin prejuicios, por eso el filme tiene secuencias explícitas, no se censura y esa es una de sus mayores virtudes. En el viaje y andar de Leo nos tropezamos con una realidad que no cae en dramatismos banales, sino la vida misma vista desde otro punto de vista; Leo siente y también exige que lo amen.
Periodista y realizador. Director de Comunicación en CinEspacio24. Colaborador en Cio Noticias.
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