Crítica de Desconectada, un thriller sobre una joven que tras la desaparición de su mamá intenta buscarla por medio de herramientas digitales desde su casa.
En el cine, como en cualquier arte o expresión cercana a la artística, siempre afectarán las modas y las tendencias actuales, tanto en el contenido (los personajes y sus deseos, en particular), como en el formato (las herramientas para hablar con símbolos cinematográficos sobre esos deseos o penas).
Tal es el caso de Desconectada, ópera prima de Will Merrick y Nick Johnson, editores de la primera entrega de este universo no oficial que comenzó con Buscando, filme producido, escrito y dirigido por el Aneesh Chaganty.
La última pieza del rompecabezas es Run, cinta protagonizada por la siempre impecable Sarah Paulson, sobre una jovencita en silla de ruedas que descubre que su madre quizás no le está contando toda la verdad sobre sus numerosas enfermedades crónicas.
Al igual que en Buscando, su predecesora en línea directa, Desconectada configura su delgada trama en un templete puramente virtual; el espectador queda entonces confinado dentro de las “cuatro paredes” de la pantalla de una computadora de escritorio, o a la pantalla vertical de un celular inteligente.
En ocasiones puntuales esta pantalla, el cuadro, literalmente se abre para utilizar el formato propio de los noticieros televisivos y, en el caso específico de Desconectada, recurre a la estética de las miniseries de true crime que pueblan (o plagan, según como se vea), mucho del catálogo de Netflix.
¿Pensaríamos entonces que Desconectadapropone un nuevo cine? Para quien esto escribe la idea se antoja tentadora y, sobre todo, despierta entusiasmo.
Aun cuando Desconectada es un thriller casi televisivo y dominguero, pues ni sus actores ni el guion pueden sostener un nivel dramático más que efectista y superficial, la pasión en el departamento de fotografía, montaje y efectos especiales resulta aplaudible.
Prácticamente es una película que vale por su truco de magia-cine, ya que la fotografía y el montaje se guían por un diseño muy específico que deja entrever el empeño de los directores en abordar el clima emocional o construir suspenso mediante la mezcla de pantallas y perspectivas (del ecosistema virtual de un personaje a otro de diferente personalidad), una pasión por el detalle visual totalmente acorde con su origen como post productores.
El guion de Desconectada, además, se aboca por completo a seguir el principio hitchcockiano de darle información a los espectadores que el protagonista no sepa, esto para provocar tensión, por supuesto, pero también para implicar emocionalmente a la audiencia.
Al final, la película conserva la energía del thriller de Buscando, aunque pierde la frescura original de la misma; un problema resuelto al invertir los papeles, siendo la hija “nativa digital” la que realice la búsqueda contrarreloj, una protagonista que vive (y depende) de sus muletas del internet como aplicaciones, sitios y servicios prepago, herramientas que no sólo le resuelven su día a día, sino ahora también en el doloroso caso de la desaparición de su madre.
El guiño constante a esta “nueva realidad virtual” que cohabitamos pero la cual no entendemos del todo, ni mucho menos la analizamos, contribuye a que esta segunda entrega se despegue de la bravura y el encanto de la primera parte, para encontrar un terreno propio y al mismo tiempo familiar donde el público se identifique por completo con problemas tan tontos y comunes como recordar contraseñas viejas o buscar con desesperación una dirección en mapas de Google, con la diferencia de que aquí “nos” encontramos bajo el acecho de un asesino.
Desconectada se estrena en salas de cine este 23 de febrero.
*Cineasta. Crítico de Cine. Colaborador de CinEspacio24 Noticias
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