Once Upon A Time In Hollywood es la novena película de Quentin Tarantino, uno de los cineastas que más se ha destacado por su fervorosa pasión cinéfila, un rasgo que siempre influye en sus películas y que sin lugar a dudas es el motor, en particular, de este último filme.
Por Isaac Piña Galindo* En esencia nos enfrentamos a una cinta de época porque la trama se desarrolla entre 1968 y 1969, a finales de una década de transformación cinematográfica y del orden mundial, años que Tarantino elige como el marco temporal idóneo para desentrañar el origen de su amor por el cine; los íconos, los héroes, el olimpo que representa Los Angeles y los actores, productores y realizadores que cohabitan en ese pedazo de tierra y la subsecuente soledad o alienación que padecen. La fascinación con la que Once Upon A Time In Hollywood envuelve al espectador, nace justamente de la necesidad de recrear dicho universo valiéndose de un escrupuloso trabajo de diseño de producción y dirección de arte, el cual corre a cargo de Barbara Ling y Richard L. Johnson, quienes se enfocan en pulir y construir hasta el más mínimo detalle de la época, espoleados y guiados por la mano orquestal y obsesiva de Tarantino. Sin embargo, termina por imponerse el hecho de que a los numerosos sets, locaciones y casonas los cubre una pátina de “mundo de fantasía” que ilumina el Hollywood particular de Tarantino. Ese recubrimiento que podríamos llamar poética tarantineana, se percibe en el ritmo pausado, en la composición de grandes planos generales de Robert Richardson o en el sonido ambiental que se ensucia al mezclarse con la música proveniente de una radio vieja. Las historias que narra Tarantino suelen provocar el aplauso o el rechazo a causa de su radical cinefilia y su “reapropiación” de imágenes cinematográficas, que lo llevan a crear pastiches a partir del vestuario, tono o género de filmes anteriores a su época, y Once upon a time in Hollywood no es la excepción. No obstante, en esta cinta Tarantino da un paso más allá y hace guiños de sus guiños dentro del Hollywood histórico que funge como escenario principal, lo que provoca una ping pong de referencias y autorreferencias que robustecen la historia de los tres personajes principales. La trama avanza entre flashbacks, escenas mundanas y pequeños momentos de crisis, ”instantáneas” que se entrecruzan y por las que transitan numerosos personajes de la época, desde un ente social como los “hippies” hasta Bruce Lee, y donde inclusive los lugares cumplen el rol de actor secundario que enriquece o complementa la personalidad de los protagonistas. Al conducir al espectador por los rincones de un Hollywood en transformación que trasluce sensaciones dispares: violento, cool, sexy, cómico y melancólico, mientras que Tarantino mismo experimenta con su estilo y deconstruye géneros a partir del estudio que hace sobre Rick Dalton (Leonardo Dicaprio) y Sharon Tate (Margot Robbie), alineando su trabajo en el campo del homenaje con lo cual superaría su clásico pastiche. En Once Upon A Time In Hollywood nos encontramos ante la genial consumación de la poética tarantineana, porque probablemente se trata de su película más preocupada en la ambientación y la metáfora integral que se crea a partir de ella, inclusive por encima de la trama, los personajes o la revisión del género. En su noveno filme (quizás el penúltimo de su carrera), Quentin Tarantino entrega una película cautivante por su concepción general, por el dinamismo de una estructura casi episódica, que con lo mejor de su repertorio creativo (diálogos punzantes, actuaciones soberbias), nos regala un sobrio testimonio de su Hollywood íntimo, una suerte de autorradiografía artística conseguida con la maestría de su impresionante potencia narrativa.
*Cineasta y Colaborador en CinEspacio24 Noticias
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