Crítica de Guerra civil, la nueva cinta de Alex Garland, protagonizada Kirsten Dunst y Cailee Spaeny. El filme narra cómo Estados Unidos está sumida en una cruenta guerra civil, y un equipo de fotógrafos de guerra realiza un viaje por carretera para retratar el conflicto.
Por Isaac Piña Galindo*
Después de provocar controversia con Men (2022), filme de terror psicológico, el británico Alex Garland vuelve a la carga con Guerra civil, película distópica que imagina un Estados Unidos arrasado por una guerra entre fuerzas insurgentes y el gobierno (centralista) en turno de dicho país.
La mesa está servida para que Garland vuelva a sacudir a público y crítica por igual, con la diferencia de que la escala es mayor y con un estilo realista, lo que a la postre vuelve a Guerra Civil una obra angustiante y acuciante a partes iguales.
Garland propone una experiencia envolvente, apoyado por un diseño sonoro que apuesta por sonidos penetrantes, nítidos y estruendosos; las balas silban con un tono agudo tan definido que sientes estar ahí, sufriendo el combate codo a codo con los soldados, los helicópteros rugen y las explosiones saturan la sala de cine, al punto que los gritos y los diálogos ocasionales de los protagonistas apenas pueden percibirse.
El realizador inglés construye un intrincado aparato narrativo con el que utiliza el marco de una película de viaje (road movie) para elaborar un mural de viñetas con distintas facetas de la guerra: la quietud nerviosa que se respira en un refugio, un tiroteo repentino en unos edificios abandonados, o la tensa experiencia de dormir a corta distancia de un bombardeo.
El viaje al estilo road movie engloba asimismo la relación de maestra-alumna que sostienen las protagonistas, dos fotógrafas de guerra, Jesse, la novata (Cailee Spaeny) y Lee, la veterana (Kirsten Dunst), quienes exploran y descubren los estragos del conflicto como si se tratase de un western en el que dos forájidas se lanzan a la búsqueda de tierra salvaje.
La historia contada por dos puntos de vista distintos permite explorar dos modos de experimentar el conflicto: una se encuentra ansiosa, aterrada y llena de adrenalina eufórica, mientras su contraparte se mantiene en un estado ausente y vigilante a la vez, con una sensación de agotamiento que atraviesa la incredulidad y el hastío.
El debate silencioso, construido a partir de los gestos de ambas actrices y sus diálogos, revela la carga emocional de sobrevivir en medio del ojo del huracán, en un estado constante de alerta y fuga, al mismo tiempo que ilustra cómo la guerra obnubila y trastoca nuestra idea de lo cotidiano, perturba la psique y distorsiona las expectativas de cualquier futuro próximo.
Este contraste entre la aprendiz Jessie y la experimentada Lee se extiende hasta el acto mismo de fotografiar.
La estridente y visceral atmósfera de la travesía encuentra un interesante contrapunto con el registro fotográfico de Lee y Jessie, cuyas respectivas cámaras capturan los instantes previos a los combates y los ataques, así como las consecuencias y las víctimas: los heridos y los muertos, las personas en duelo y los que adolecen de indiferencia.
Pero, ¿quién relata la guerra?, una cuestión que poco a poco se asienta en nuestro inconsciente conforme avanza la expedición.
Porque, al fin y al cabo, la Historia de la realidad alterna del filme será contada por las fotografías de Jessie, Lee y otros periodistas del campo de batalla, incluidos los testimonios de civiles y las imágenes recogidas en video.
¿Qué narrativa será la que perdure? Al final, Garland parece sugerir que la actitud y la experiencia emocional del fotógrafo, moldea y afecta de un modo u otro el retrato final y, quizás, el “oficial”.
La crudeza del fotoreportaje de Jessie, por inexperiencia y por buscar un estilo propio, inyecta de un dejo dramático (¿heroico?) El relato de los eventos ocurridos durante los últimos días de la guerra civil.
Jessie con su cámara antigua en ristre, tomando foto en blanco y negro, se vale de ángulos en contrapicado y a contraluz, encuadra primeros planos de los soldados en medio de una escaramuza, encuentra el momento para captar un plano entero de un combatiente abatido, entre otros ejemplos que demuestran cómo se forma un ojo estético de manera prácticamente instintiva, aun a pesar de las circunstancias tan aciagas.
Considero que Garland se inclina entonces por dirigir una película que encontramos cercana al horror de apocalipsis, en el tono de filmes como The Crazies (1973) de Romero, algunos pasajes de la serie The Walking Dead (2010-2022) e inclusive de Exterminio (2002), cinta de horror escrita por el propio Garland.
Con Guerra civil, que se estrena este 18 de abril en cine, Garland evita comprometerse con una declaración de intenciones políticas, en favor de esbozar una suerte de advertencia general sobre los peligros de vivir en un mundo polarizado, reaccionario y colérico, el cual se alimenta día con día de imágenes sensacionalistas o, peor aún, manipuladas y retocadas para incendiar el ánimo de la gente, estampas falsas que fomentan poco a poco la creación de un ambiente caótico y volátil.
*Realizador y Crítico cinematográfico
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