Crítica de Borderlands, dirigida por Eli Roth y protagonizada por Cate Blanchett y Jamie Lee Curtis, basada en el popular videojuego homónimo. El filme es una comedia de acción y ciencia ficción que trata sobre la búsqueda de una misteriosa reliquia. Una cinta con muy poco que ofrecer.
Una de las reglas que ha sido transmitida de generación en generación en la cultura mexicana es que, en la mesa, no se debe de hablar de política, religión ni fútbol, particularmente, si en esa mesa se encuentra tu tía panista que sólo falta a misa para ver a sus chivas el domingo, y tu primo que cree que el fútbol es el opio del pueblo y que no se pierde ninguna mañanera de su adorado pejesin.
En tiempos modernos, a esas reglas se le podría agregar el tema de películas de videojuegos, sobre todo cuando en la cena tienes a tu amiga la cinéfila con su café con leche de almendra de starbucks, y al gamer chavoruco que en todas las partidas en línea la chaviza lo conoce como “el abuelo” o “el don”. Sin embargo, de vez en cuando se alinean los planetas y ocurre el raro suceso en que ambos extremos llegan a un leve acuerdo sobre lo mala que es una película: tal es el caso de Street Fighter: La última batalla (1994), Mortal Kombat: Aniquilación (1997), y me atrevo a predecir que, desafortunadamente, Borderlands, que se acaba de estrenar, se agregará a esta lista.
Borderlands se centra en la historia de Lilith (interpretada por la galardonada Señora de Lórien, Cate Blanchett) una cazarrecompensas que es contratada por el millonario Atlas para ir al planeta Pandora a rescatar a su hija Tiny Tina (interpretada por Ariana Greenblatt, a la que algunos recordarán por la película Barbie), la cual ha sido secuestrada y se sospecha es la clave para abrir una bóveda que bandidos y empresas multimillonarias han buscado por años, pues contiene tesoros de una antigua civilización avanzada, presuntamente extinta, los Eridian.
Como pueden ver, mis queridos fanáticos de los video juegos, la historia principal se prepara unos chilaquiles verdes [1] con huevos bien revueltos con el lore del juego, lo cual dejará insatisfecho a más de un asistente. Además, para aquellos que saben que la historia no es el punto más fuerte de esta saga, sino su humor irreverente y la oportunidad de pasar un buen rato con la banda, les puedo asegurar que su humor es tan irreverente como un episodio de La rosa de Guadalupe, y la oportunidad de pasar un buen rato es tan poco probable como después de decirle queso oaxaca al quesillo frente a un oaxaqueño.
Con tal de darle un tono más familiar, la película evade el humor negro que ha hecho famoso al videojuego, las secuencias de acción son escasas, breves y poco violentas, el humor es predecible e infantil y la creatividad de las armas y del uso del escenario en las batallas es poca.
Lo único genuinamente parecido al videojuego es lo insoportable que es Claptrap, pequeño robot interpretado por el famoso comediante, músico y actor de Nacho libre, Jack Black, que cada vez que hace un chiste quieres que deje de hablar.
Desde el punto de vista cinematográfico las quejas todavía son mayores (y luego por qué no quieren a los críticos), el guión no permite desarrollar ni generar empatía con ninguno de los personajes, no hay un atractivo visual e incluso algunas escenas se sienten innecesarias para avanzar la trama o aportar elementos a la historia, y ni hablar del giro de tuerca predecible y el final de cuento de hadas inadecuado para el contexto violento de la historia.
De verdad amigos gamers, no caigan en la trampa de querer llevarle la contraria a su amigo que no sabe hablar de otra cosa más que el posmodernismo y su influencia en el cine del nuevo hollywood (aunque, la verdad, de vez en cuando dan ganas), y gasten su tiempo viendo esta película, mejor usen ese rato para ver unos videos del angry video game nerd, que seguro son más irreverentes y divertidos. Para mi amigos cinéfilos qué les digo, hay peores películas que Green Book (2018), y Borderlands es una de ellas.
[1] debo de aclarar que mi elección de chilaquiles verdes sobre cualquier otra salsa no tiene efecto en la retórica de mi texto, fue puramente por antojo.
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