«Belfast», bella mirada infantil contra los discursos de odio

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Crítica de Belfast, cinta autobiográfica del director Kenneth Branagh, quien nos narra, desde la visión de un niño, los conflictos sectarios en la ciudad de Belfast en los años 60. Nominada a siete premios Oscar.

Por Arturo Brum Zarco*

@arturobrum

En estos tiempos convulsos, difíciles y peligrosos, la película Belfast llega como una caricia al alma, ya que logra sin pretensiones y exageraciones dramáticas construir un conmovedor relato sobre la unión familiar y la comprensión del otro.

La cinta es un trabajo autobiográfico del director Kenneth Branagh, quien nos lleva a los recuerdos de su infancia, para narrarnos cómo tuvo que abandonar el barrio donde nació debido a la violencia que provocó el fanatismo religioso. Así, nos cuenta desde la inocente, pero no complaciente, mirada infantil, los estragos de la falta de empatía y del nacionalismo irracional y visceral.

Temas que aborda Branagh sin caer en un discurso meramente político, pues el eje narrativo es la vida de un niño de ocho años que aún no comprende del todo por qué pulula en sus vecinos un desproporcional odio entre católicos y protestantes.

Es por medio de esa perspectiva infantil con la que el director acentúa lo absurdo de este tipo de enfrentamientos y de paso da pie para que el humor desnude la insensatez de los discursos de odio.

Asimismo, muestra la importancia de reconocer nuestra procedencia e invita a la reflexión sobre cómo nos definió el lugar donde crecimos y las personas con las que convivimos. De esa forma, el director utiliza una estética en blanco y negro para abocar esos recuerdos, un estilo narrativo que también utilizó el mexicano Alfonso Cuarón con su cinta Roma, otro cinta autobiográfica (estas dos obras tienen muchas semejanzas, y su gran diferencia es el punto de vista de los personajes).

Belfast está ambientada a finales de los años 60 en Irlanda del Norte; sigue los pasos del Buddy (Jude Hill) un niño que es testigo de la lucha obrera y el odio sectario (católicos contra protestantes) que comienza a crecer hasta llegar a una violencia extrema en el lugar donde vive, la ciudad de Belfast. Su familia tendrá que tomar una radical decisión que pondrá en riesgo la convivencia con sus amigos, familiares y sus queridos abuelos.

A pesar de lo delicado del tema, el largometraje tiene como eje las aventuras de un niño, donde su primer amor, su pasión temprana por el cine, su gusto por el futbol y su cariño por sus seres queridos son microhistorias que tejen una mente soñadora, que si bien no puede alejarse de su peligroso contexto no deja de soñar. Eso es lo bonito de este filme, el cual quizá no sea memorable pero muestra la esperanza en un entorno peligroso, y por eso es que esta cinta cae de maravilla en estos tiempos.

Nominada a siete premios Oscar, entre ellos Mejor Dirección y Mejor Película, Belfast, que se estrena en cines este 10 de marzo, nos enseña la bella inocencia de la infancia y cómo esta siempre nos mostrará la estupidez de los conflictos que nacen del odio.