«Nosferatu», enfermedad de amor – CinEspacio24

«Nosferatu», enfermedad de amor

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Crítica de Nosferatu, la nueva cinta de Robert Eggers; gran película hipnótica y gótica. Una nueva versión de unos de los vampiros más emblemáticos  del cine, el Conde Orlok. Protagonizada por Lily-Rose Depp, Nicholas Hoult, Bill Skarsgård y Willem Dafoe.

 

Por Isaac Piña Galindo*

@IsaacPi15a 

Después de una rocosa producción cuyo comienzo fue en el lejano 2015, llega por fin a cines Nosferatu del director y escritor Robert Eggers, quien reafirma su particular estilo de realización, obsesivo y meticuloso, así como su gusto por reflexionar sobre el rol del individuo frente a la construcción de mitos y leyendas.

El realizador estadounidense deja patente su pasión por supervisar el más mínimo detalle técnico, labor concienzuda cuyo propósito radica en crear un cosmos que se sienta vivo y auténtico, que el espectador pueda sentir como real, aun cuando se presenten personajes de orden fantástico y situaciones fantasmagóricas o sobre posesiones y rituales.

La iluminación y la composición fotográfica, los diálogos y el dialecto, sumados al diseño de producción y la música, destacan como los elementos que sirven para construir dicho fenómeno inmersivo, colmado de detalles realistas que borran la línea entre la fantasía narrativa y los (hipotéticos) hechos reales.

Cabe tomar un momento para aplaudir al equipo habitual de Eggers, desde la vestuarista Linda Muir y el diseñador de producción Craig Lathrope, hasta la montajista Louise Ford y el fotógrafo Jarin Blaschke, crew totalmente entregado a la visión del director y quienes siempre conjuran un trabajo especial e impresionante.

Aquí dos fotogramas para observar a detalle el trabajo de vestuario, en la primera imagen, y una segunda imagen de la composición fotográfica de Blaschke, quien juega con distintas tonalidades de luz para describir con la saturación de los colores azul, verde y amarillo.

 

 

La película de Eggers parte por supuesto del Nosferatu original de Murnau y la obra literaria clásica de “Drácula”, escrita por Bram Stoker. 

No obstante, tengo mis reservas a llamarlo remake o adaptación, aun cuando claramente existen desde los años 30 hasta hoy en día distintas versiones, parodias y variaciones del original de Stoker.

Prefiero pensar en términos de “la nueva película” del distintivo mundo de Eggers, puesto que como ocurre con sus antecesoras, la original de Murnau de 1922 y la segunda versión de Werner Herzog del 79, este Nosferatu del 2024 es totalmente fiel a la sensibilidad de su realizador en turno, con lo que nos enfrentamos a tres filmes de trama y premisa similares, pero totalmente diferentes en cuestión de estética y forma cinematográfica.

Este nuevo Nosferatu inclusive me atrevo a sugerir que forma parte de otra trilogía “Eggersiana”, compuesta por The VVitch en primer lugar, y por El faro, en segundo.

Como sucede en ambas cintas predecesoras, Eggers se lanza a la ferviente misión de construir un mundo auténtico y personal a partes iguales, que responda sus preocupaciones formales al mismo tiempo que logre explorar la médula de la historia original.

Aun cuando sólo The VVitch encaja en el subgénero de folk horror, las tres películas que conforman esta trilogía no oficial comparten un origen similar, el cual radica en construir motivos visuales del folklore del que se inspiran, con el fin de apuntalar el relato y el arco dramático de los protagonistas.

The VVitch sin duda se adhiere al  folk horror por la trama y por el estilo de Eggers, donde destacan elementos como el escenario y la época, al igual que la figura de la bruja y el peso de la religión (o el deber religioso) como eje central de la obra.

El debut de Eggers quizás sea la conexión más próxima a este nuevo Nosferatu; ambas ocurren en épocas antiguas, el mal tiene una manifestación tanto espectral como humanoide, mientras que la religión y la familia conforman el ideal del “buen compromiso social” y del progreso, que se contraponen directamente a la idea del “Mal” y de lo perverso.

En tal punto central que comprende la contienda que liberan las “buenas maneras” frente a la “desviación” y lo “pérfido”, Eggers ofrece su particular relectura de los Nosferatu y Drácula originales.

La pasión de Ellen, interpretada por Lily-Rose, remite un poco a aquel ardor que enloqueció al personaje de Mina Murray que dio vida Winona Ryder en Drácula de 1992, dirigida por Francis Ford Coppola.

La similitud en la personalidad Ellen y de Mina, ambas esposas del ingenuo abogado que por accidente desata el infierno vampírico, radica en su rebeldía sexual y el consecuente “aquejamiento” romántico (y desaforado) que mantienen a distancia con Nosferatu.

La diferencia con la Ellen que escribe Eggers, reside en el origen de dicho delirio psicosexual; se sugiere que esta variación de la esposa “poseída” en realidad busca reivindicarse de una (supuesta) vida anterior, la cual podemos calificar de lujuriosa y arrebatada.

La disposición conciliadora de Ellen, en conjunto con la proyección de “figura virginal” que atesora y venera su esposo, el mencionado abogado Thomas Hutter, se resquebraja con la vigilia del conde Orlok, cuya presencia puede palparse gracias al brillante manejo del diseño sonoro y la banda sonora compuesta por Robin Carolan.

Aunque la violencia demoledora de Orlok/Nosferatu arrasa con muerte y enfermedad la apacible vida del poblado alemán llamado Wisborg, el conflicto del filme se enfoca en Ellen y su angustia sexual, una “desviación” que la aleja del ideal religioso/familiar que su esposo predica desde el primer minuto del filme.

Lily-Rose como Ellen Hutter encuentra espacio para relucir en medio de un elenco admirable, donde cada papel secundario alimenta y refuerza la soberbia interpretación de la joven protagonista; destaca quizás, Willem Dafoe, leyenda viviente que en pocos minutos roba foco con su estilizada actuación de primigenio “cazafantasmas”.

También sobresale el británico Nicholas Hoult, cuyo rol como esposo de Ellen encarna el ideal tradicional y bienaventurado que ataca Nosferatu, el protagonista “ausente” que representa con discreta dignidad la punta del (accidental) triángulo amoroso retorcido que forman él, su esposa Ellen y el monstruo Orlok.

Nosferatu, que se estrena este 1 de enero de 2025,  probablemente encante a los fanáticos del terror gótico, se trate de literatura o cine, al igual que a los mismos seguidores del cine de Eggers; el realizador sin duda ha logrado formar un estilo personal, sin encasillarse en un género, ni atado a los caprichos de agenda de un estudio o de un productor.

Igualmente, este filme pone la cereza sangrienta en el pastel que ha sido el cine de horror de 2024; se ha comentado mucho la importancia y el valor del género en el presente año, y comparto la misma impresión.

Este año los fans del horror gozamos con cine de varias partes del globo, desde Irlanda (con Oddity), Corea del Sur (Exhuma), Australia (Late night with the devil) y México (Desaparece por completo), también con secuelas propositivas (Smile 2, Alien: Romulus), y cine independiente arriesgado como el de Strange Darling, In a violent nature o Milk & Serial.

Sin olvidar claro, el cine de horror dirigido por realizadoras, como los debuts de Zelda Williams con Lisa Frankenstein, de Zoë Kravitz con Blink twice, y de Arkasha Stevenson con The first omen.

La cineasta francesa Coralie Fargeat inscribe su nombre con letras de oro con La sustancia, cinta de horror corporal que tocó la fibra emocional de muchos cinéfilos, polemizó a otros tantos y fue de las películas más viscerales, queridas y populares del 2024.

Eggers pone el moño sanguinolento y brutal al año con su Nosferatu, un cuento de hadas perturbador e hipnotizante, cuyas imágenes parecen grabados antiguos que cobran vida al tenor de una música que parece salida de las mismísimas catacumbas o, en su defecto, de los recónditos confines del castillo de Conde Orlok.

*Realizador y Crítico Cinematográfico

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