Crítica de Secretos de un escándalo, la nueva película de Todd Haynes, que nos narra cómo una actriz investiga la vida de un matrimonio que cuando se conoció, 20 años atrás, fue un escándalo mediático, ya que él era demasiado joven para ella. Gran interpretación de Natalie Portman y Julianne Moore.
Por Isaac Piña Galindo*
Las primeras imágenes de May December (en México titulada Secretos de un escándalo), resplandecen y transmiten una sensación de calma, comodidad y seguridad; observamos los suburbios, con casas de distintos tamaños, grandes espacios verdes, colores blancos, amarillos y azulados brillantes, cuadros acompañados por lejanos sonidos de alegría y festejo.
La tranquilidad y la festividad circundante se paraliza, después se resquebraja, ante la visita de la actriz “hollywoodense” Elizabeth Berry (Natalie Portman), quien llega a la comunidad para estudiar la dinámica marital y familiar de Joe (Charles Melton) y Gracie Yoo (Julianne Moore), y sus tres hijos.
El recibimiento de la familia Yoo para con Elizabeth sobresale por la excesiva cortesía con que le dan la bienvenida, una actitud que delata precaución antes que una sincera amabilidad y calidez.
El director californiano Todd Haynes vuelve al escenario de los ya mencionados suburbios, una atmósfera que había dejado descansar casi por una década desde su arrebatado romance de culto, Carol (2014), otra exploración del concepto de romance prohibido que examina y expone cómo la admiración puede transformarse en seducción.
El realizador retoma dicho universo y el arquetipo de la ama de casa para adentrarse en el análisis del núcleo matrimonial y familiar, sirviéndose de una propuesta fotográfica compuesta por una variedad de planos detalle y close up, apuntalada por personajes al borde del cuadro y un hipnotizante juego de espejos, estética dirigida con base en un guion intrincado e inquietante.
La Elizabeth de Portman funge al principio el rol de una (taimada) detective que conduce su incisiva pesquisa protegida por la excusa de “investigar en aras del arte interpretativo”, para de este modo reconstruir con testimonios de varios testigos la génesis de la relación de Gracie y Joe, que comenzó cuando ella tenía 36 años y él 13.
Elizabeth sabe qué ocurrio, los lugares donde sucedieron los eventos y quiénes fueron parte de la historia, pero persiste la pregunta “¿por qué?”, seguida por otra de corte retórico, e inclusive filosófico, “¿cómo pudo suceder esto?”
No obstante, antes siquiera de pensar en enarbolar una respuesta o argumento, Haynes se preocupa más por construir un juego de fuerza de voluntades entre Elizabeth, la actriz, y Gracie, la ama de casa, quienes confeccionan una relación privada del modo más púdico, amable y, hasta cierto punto, con un creciente tono afectivo que parece impregnar las interacciones entre las dos mujeres.
Esta ambigüedad propuesta por el guion de Samy Burch la aprovecha al máximo el veterano director con la ubicación de la cámara, las elipsis en montaje y el uso de la música; sí, resulta ridículo y desconcertante que cuando Gracie hable de pasteles o yogur escuchemos la nota más alta del (precioso) score de Marcelo Zarvos.
¿Por qué sentimos peligro o inquietud con esas marcadas notas de piano, en un tono próximo al thriller, cuando la línea de diálogo es tan insulsa?
Conforme acompañamos a Elizabeth en su deconstrucción minuciosa del relato de “amor prohibido” de Gracie y Joe, en el espectador surge la duda sobre las verdaderas intenciones de la investigación de la actriz, una indagación que escena con escena se torna mórbida al mismo tiempo que intempestiva y algo embarazosa.
Portman y Julianne Moore sostienen un diálogo mudo de gestos y miradas que sustituye los diálogos “reales” y triviales (o las líneas vacías sobre el pastel y el yogur).
Mientras Moore revela a cuentagotas a la verdadera Gracie, el espectador y Elizabeth intentan adivinar cuánto de las acciones de la “ama de casa modelo” es verdadero, cuánto es una máscara o una afectación del cuerpo o del habla, y cuánto es un constructo de Gracie para proteger la fachada de familia y matrimonio ejemplar.
Portman en su rol “metaficcional” de actriz, persigue estas imágenes de la Gracie de Moore, al reconstruir una calca de los elementos físicos que hacen a Gracie, Gracie: el maquillaje, el peinado, la ropa y los colores que proyectan la idea de lo que es Gracie como ama de casa.
El guion de Burch, así como la dirección de Haynes, permiten que la exploración sea lúdica, cautivante y un poco macabra, terreno que favorece al talento de ambas actrices, quienes aprovechan cada una de sus escenas frente a frente para demostrar su sobrada sensibilidad actoral.
Cabe, además, una lectura complementaria a la narrativa de Gracie y Elizabeth; la perspectiva de Joe, el hombre de 36 años que pareciera atrapado todavía en sus 13, 14 años (la edad que tenía cuando se “enamoró” de Gracie).
El actor Charlie Melton, reconocido por la serie adolescente Riverdale, compone un Joe memorable porque dibuja el retrato de un padre de familia bonachón y cariñoso, pero sometido totalmente a los caprichos y rabietas de su esposa Gracie, al tiempo que él mismo busca apaciguar su angustia y coraje soterrados.
El punto más realista del filme, y por ende más doloroso, lo maneja Melton, cuya corporalidad confianzuda se desarma gradualmente para exhibir el silencioso mundo emocional de Joe, una vida interior alejada de la fantasía impoluta de la “Gracie de los suburbios”.
Melton construye con idéntico escrúpulo los momentos de ternura de Joe mientras se ocupa del cuidado de sus mariposas/hijos, que durante la desgarradora confrontación que sostiene consigo mismo y la subsecuente conmoción de sentirse incomprendido y en profunda soledad.
La película de Elizabeth, y la misma May December, que se estrena este 8 de febrero, se enfocan en Joe como un personaje secundario de una historia propia que lo marcó para toda la vida; se discierne que ni el guion, ni Todd Haynes buscan negar la figura de Joe o, caso contrario, martirizar su experiencia y su trauma.
Al quedar Joe en un borroso papel secundario, se puntualiza cómo May December satiriza y desnuda con pasajes de cáustico humor negro la fascinación pública por los casos criminales que desfilan en los tabloides (o en las tendencias de “X” [Twitter]).
Eventos que nos horrorizan pero de igual forma presionan una vena enfermiza que nos provoca a que miremos detrás de la cortina, aun cuando es probable que nunca sepamos con certeza lo qué sucedió, mucho menos el “por qué” sucedió.
Pero para muchos morbosos importa poco o nada la reconstrucción del contexto: quiénes son las personas que habitan esas historias, cuál es la perspectiva de la víctima y cómo ha tenido que sobrevivir no sólo al “evento”, sino también a la “fama” que acompañó a dicho suceso.
*Realizador y Crítico cinematográfico
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