En la serie Falcon and The Winter Soldier, Sam y Bucky deben enfrentarse a un nuevo grupo “terrorista” de refugiados políticos que reclaman el desplazamiento del que fueron víctimas a partir de que tras los eventos de Avengers: End Game, volviera la mitad de la población que había borrado Thanos.
El pasado viernes 23 de abril se estrenó a través de Disney+ el episodio final de Falcon and The Winter Soldier, protagonizada por Anthony Mackie y Sebastian Stan. Este spin-off pretende desarrollar con mayor profundidad las historias de los superhéroes de la nueva generación de Vengadores dentro de esta fase cuatro del MCU y aunque no logró el mismo impacto mediático que Wandavision, en definitiva hay mucho por decir y rescatar de esta segunda miniserie con la que Marvel Studios incursiona en la industria televisiva.
Apegándonos a los datos duros, en cuanto a sus estadísticas, Falcon and The Winter Soldier rebasó incluso el alto rating obtenido por Wandavision, sin embargo, al medirlo con el termómetro de las redes sociales se percibe algo distinto, pues si bien, fue vista por millones de personas en todo el globo, las pasiones generadas se quedaron un poco cortas al compararse con Wandavision que era esperada semana tras semana por los fans, despertando múltiples teorías y oleadas de memes en cada capítulo.
Y es que, a diferencia de su predecesora, Falcon and The Winter Soldier ofrece pocas novedades en su forma y ejecución. Narrativamente hablando tiene la fórmula que asegura el dinamismo y la calidad visual de cualquier película de Marvel, aunque con la pequeña diferencia de que al tratarse de una serie puede tomarse más su tiempo para profundizar en los dilemas personales de los superhéroes, pero esencialmente la forma en la que se desenvuelve la trama es la ya conocida y perfeccionada por Marvel durante más de una década. El punto que marca la diferencia y donde verdaderamente Disney arriesga es en su contenido discursivo, haciendo serios planteamientos políticos que se anuncian desde el intro que tiene un estilo urbano de murales callejeros con varias capas de propaganda militar e ideológica.
La premisa en esencia es sencilla: Sam y Bucky deben enfrentarse a un nuevo grupo “terrorista” de refugiados políticos radicalizados que reclaman el desplazamiento del que fueron víctimas a partir de que tras los eventos de Avengers: End Game, volviera la mitad de la población que había borrado Thanos; al mismo tiempo los protagonistas deberán lidiar con sus propios conflictos y con la aparición de John Walker, un intento de nuevo Capitán América impuesto por el gobierno estadounidense para reemplazar el símbolo patrio que se perdió con la renuncia de Steve Rogers al puesto.
A través de esta historia, Marvel sorprende estableciendo una postura política-social en relación con la militarización, la cultura del hipernacionalismo, la crisis global de refugiados y el racismo arraigado en la sociedad e instituciones estadounidenses. Como es de esperarse, por lo conservador que históricamente ha sido Disney, la crítica en algunos de estos rubros es más clara y directa (como en lo referente al racismo), mientras que en otros temas más controversiales se limitan a hacer tímidas insinuaciones.
Y aunque sobre todo en el capítulo de cierre se mostraron un poco tibios (no se le pueden pedir peras al olmo), se les agradece que colocaran estos asuntos tan importantes como vigentes sobre la mesa, ya que gracias a ello se pueden detonar conversaciones interesantes y necesarias entre su público. Para tratarse de uno de los gigantes corporativos más importantes de la industria del entretenimiento, ya es bastante decir que se muestran los riesgos del nacionalismo y la militarización a través de la figura de Walker y se usa a una mujer joven para construir el papel de la compleja antagonista, Karli Morgenthau, una “súper soldado”, líder del grupo radical, quien en el fondo tiene nobles motivaciones, provocando así un interesante dilema moral.
Todo esto nos habla de los cambios ideológicos que han ido ganando terreno en últimos años en la narrativa popular y el status quo del imperio estadounidense (y por ende en toda la cultura occidental). Fascinante tema que merece un análisis profundo y su propia discusión.
Con lo anterior confirmamos una tendencia para Disney como el gigante del entretenimiento que comienza a tomar riesgos en las historias que nos cuenta (ya sean de fondo o forma) …por lo menos en la pantalla chica. Pues a más de uno nos ha sorprendido que este estudio que se ha caracterizado por crear películas de éxito infalible bajo moldes y fórmulas ya probadas esté decidiendo explorar nuevos terrenos en cuanto a sus recursos narrativos, estética y temas a abordar.
Lo vimos con The Mandalorian, que sin tener una gran campaña publicitaria detrás, cautivó al público de maneras que hace mucho tiempo no lograban las películas de Star Wars, que con las mencionadas recetas buscaban acaparar y complacer a todos los sectores de su amplísimo fandom, una tarea casi imposible que terminó por causar el efecto contrario en varios fanáticos. Porque el encanto de esta serie va mucho más allá de la arrolladora ternura de Grogu (Baby Yoda), se trata de un Western espacial que retoma los orígenes de Star Wars, pero con ideas actuales, personajes más diversos y que se permite desarrollar lenta y orgánicamente su historia.
Si bien, The Mandalorian podría haber sido la excepción, más tarde nos entregaron WandaVision, un elegante y minucioso tributo a la historia de la televisión con su particular estructura de capítulos por décadas y que a la vez es una conmovedora metáfora sobre el duelo y la depresión. Ahora, el patrón continua con Falcon and The Winter Soldier, que supo cumplirle al estudio y fue durante su mes de estreno la segunda serie original más reproducida a nivel mundial, rubro de exclusividad con el que compiten las principales plataformas de entretenimiento.
¿Será que en sus próximas películas veremos también reflejada esta tendencia?, ¿o es algo que se permiten sólo para sus producciones televisivas por la seguridad que otorga tener una plataforma de streaming?
Claro que no es lo mismo comparar estrenos cinematográficos de blockbusters que requieren recuperar sus millonarias inversiones en la taquilla, con el modelo de suscripciones de Disney+ que les aseguran ingresos fijos mensuales, pero permitiéndonos soñar un momento, sería verdaderamente refrescante que nos dieran la sorpresa de arriesgar un poquito más en sus estrenos venideros de la pantalla grande.
*Licenciada en Comunicación, analista y crítica cinematográfica y colaboradora en CinEspacio24 Noticias
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