Nadie sabe que estoy aquí, cinta chilena producida por Netflix y protagonizada por Jorge García, nos narra la vida de un hombre que decidió hablar poco y vivir escondido de la sociedad; alguien que tuvo la oportunidad de ser un famoso cantante, pero por su físico lo rechazaron.
Por Arturo Brum Zarco*
Memo, un hombre de más de 40 años y con problemas de sobrepeso, decidió hablar lo menos posible, lo poco que dice son monosílabos para confirmar o negar algo; y es que cuando era niño le robaron su voz, su identidad, sus sueños y confianza.
Este hombre vive fuera de la realidad, retraído, se esconde de todo aquel que no conoce, trabaja en el campo en una granja a las orillas de lago Llanquihue, en Chile, un lugar paradisiaco, con grandes y hermosos árboles que contrastan con el infierno interior de Memo, que ha hecho del desasosiego su aliado.
Labora en silencio, a lado de su tío Braulio, alguien que intenta charlar con su sobrino, pero entiende su forma de ser y sus sentimientos de culpa, frustración y depresión. A diferencia del padre de Memo, quien explotó a su hijo cuando era niño y tenía una voz privilegiada. Su talento hizo que varios productores musicales se interesaran en él, no obstante por su físico, siempre fue alguien obeso, sólo querían su voz, y se la quitaron, con el permiso de su papá, y la usó otro niño que se volvió famoso.
A ese drama íntimo y con historias secretas, nos lleva la película Nadie sabe que estoy aquí, primera cinta chilena que produce Netflix, ópera prima de Gaspar Antillo, producida por el director Pablo Larraín (Jackie, Neruda) y protagonizada magistralmente por Jorge García, quien es conocido por su papel en la serie Lost.
Una de las mayores fortalezas de este largometraje es la elección de Jorge García para interpretar al reservado y lúgubre personaje de Memo, ya que le pone los matices necesarios para dar vida a un hombre que está atrapado en sus sueños frustrados; asimismo, el poco diálogo que tiene va de la mano con sus movimientos físicos, pausados y reflexivos; el filme tiene mayor soporte en sus imágenes y en lo que calla.
Por medio de flashbacks, construidos como si fueran pesadillas, el filme produce en el espectador cierta incertidumbre al no saber si es real o no lo que está viendo. Su fotografía, a cargo de Sergio Armstrong, es contemplativa, con tonalidades que contrastan con el Memo soñador y el Memo que se esconde de la sociedad, y esto lo logran a partir de estéticos planos cenitales y generales, que muestran ese ambiente libre en el que habita Memo, a pesar de que él decidió encerrarse de todos.
Ese encierro tiene un porque, responde a un secreto que le produce una fuerte culpa y pena a nuestro protagonista; ante eso la película nos hace cómplices de la tragedia de Memo; la película está construida para que poco a poco lo comprendamos más y compartamos con él su escondite.
Con un narrativa que juega con la ensoñación, nos muestra la falsedad de la fama, los sueños frustrados, los castigos que creemos merecer, los sentimientos de fracaso y la infame búsqueda de la perfección física.
Otro punto a destacar es el gran trabajo que realiza el actor Luis Gnecco (Neruda, No), quien interpreta al tío de Memo, alguien que se vuelve en su figura paterna, ante la traición de su padre. Luis nos comparte un personaje amoroso, que es el eje de esperanza que necesita el filme.
Nadie sabe que estoy aquí es una película con inteligentes matices, una profunda y compleja historia de alguien a quien le robaron su voz y con ello su identidad.
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*Periodista y realizador. Director y Editor en CinEspacio24 Noticias. Colaborador en Cio Noticias.
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