Por Martín L. González*
Pocas veces se ha visto un fenómeno social tan peculiar en la historia del cine como el caso de la película El Exorcista (William Friedkin, 1973).
Rodeada de mitos y de leyendas urbanas, la cinta generó un expectativa tan alta, que pocas veces ha sido superada, sobre todo en el género del terror.
Para ver la película era común ver filas inmensas que rodeaban cuadras enteras, y es que la euforia era tan grande que no existía un motivo lo suficientemente fuerte como para hacer que las hordas de personas cedieran siquiera un poco en su firme convicción de ver el tan aclamado largometraje.
Y es que todo lo que engloba al filme no hacía más que aumentar la emoción en la gente.
El Exorcista parecía ser más que una simple película de terror. El hecho de ir a ver una cinta por el sentimiento de falso peligro había tomado un nuevo significado.
La gente salía horrorizada de las salas de cine, o incluso se registraron casos de ataques epilépticos durante la proyección de la película, lo que orilló a que más de un cine contara con ambulancias y paramédicos afuera de sus instalaciones, la histeria colectiva era tal que lo volvía algo tan indispensable en los cines como un bowl de palomitas.
Se habló incluso de que la película estaba maldita. Los mitos que se crearon alrededor de la grabación potenció su inminente impacto. Entre los sucesos ocurridos se destaca un incendio que dejó hecho cenizas gran parte del set, lo que retrasó la grabación de la cinta. Lo curioso de este suceso es que se dice que lo único que quedó intacto fue la habitación de Regan (Linda Blair), la protagonista poseída.
También se habla de misteriosas muertes, como el caso del actor Jack MacGowran y la actriz Vasiliki Maltaros -que dieron vida a Burke Dennings y la madre del padre Karras, respectivamente-, quienes tras grabar sus correspondientes escenas fallecieron.
Incluso existe un registro de nueve personas cercanas a la producción que contaron con este trágico desenlace, lo cual desembocó en constantes visitas de un sacerdote que bendecía el equipo de rodaje.
La película ha logrado ganar la batalla contra el tiempo, pues envejeció bastante bien, y eso se debe en gran medida a los métodos que utilizaron para la filmación del largometraje, pues el director William Friedkin no se guardó nada con tal de que las escenas fueran lo más realistas posible.
Esto llegó a extremos quizá cuestionables, pues la actriz Ellen Burstyn -quien dio vida a la madre de Regan- sufrió una lesión en la espalda al ser jalada con un cable al grabar una escena. De este acontecimiento quedó grabado su grito, el cual fue usado en la edición final de la cinta.
Algunas personas hablan incluso de abuso psicológico por parte del director, quien en ningún momento le informó al actor Jason Miller que en la icónica escena del vómito quedaría cubierto de sopa de chícharos, y mucho menos que eso entraría a su boca, todo esto con la finalidad de conseguir el asco y sorpresa por parte del histrión.
Friedkin incluso rompió la barrera física al abofetear a algunos miembros como al propio Jason Miller y al actor y reverendo William O’Malley para que las expresiones como el llanto fueran reales.
La cinta basada en la novela homónima del escritor William Peter Blatty -quien también escribió el guion de la película- consiguió incluso diez nominaciones en los premios Oscar, donde se alzó con las estatuillas de mejor guion adaptado y mejor sonido. Dentro de este rubro hizo historia al ser la primera película de horror en competir por el premio a mejor película, donde sucumbió ante El Golpe (George Roy Hill, 1973).
El exorcista marcó un parteaguas en la industria cinematográfica. Pocas veces se ha visto un suceso similar y pasarán años para que una cinta de este género se acerca a aquello que El Exorcista consiguió.
El Exorcista la película a la que los teólogos se referían en televisión como una cinta que «podía resultar peligrosa para quienes creyeran en Dios».
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