Crítica de Joker 2: Folie a deux, dirigida por Todd Phillips y protagonizada por Lady Gaga y Joaquin Phoenix. Una secuela que abandona el estilo crudo de la primera, en favor de la fantasía y el romance propios del cine musical.
Por Isaac Piña Galindo* “¿Por qué demonios Joker 2: Folie a deux es un musical?” Muchos nos preguntábamos cuando se dio la noticia, y, una vez vista la película, quizá la pregunta se mantenga y parece que se quedará sin resolver. La primera entrega, Joker consiste en un “estudio de personaje” escrito por Todd Phillips y Scott Silver, que expone el descarnado descenso a la locura de Arthur Fleck, payaso de poca monta afectado por una serie de abusos emocionales y físicos que, un día especialmente pésimo, explota y nace su otro yo, el Joker del título. La peligrosidad de la historia radicó en que, de acuerdo al clímax violento del filme, cabía la interpretación de que el verdadero “crimen” de Fleck consistía en exponer que cualquiera puede ser un “Joker” en potencia. Con el riesgo de sonar un poco paranoico, el peligro de una hipotética ola criminal no resultaba descabellada en el contexto del estreno de “Joker” en 2019, en medio de los turbulentos años de la presidencia de Trump, gobierno que numerosas ocasiones fue acusado de tener una agenda reaccionaria que por ende desató caos y violencia en Estados Unidos y el panorama mundial. La crisis sanitaria de COVID-19 empeoró la deteriorada situación socio-política y pulverizó cualquier capacidad de reconstrucción o restauración del orden. El contexto de “Joker” mantiene su relevancia como “testigo” de dichos años, ya que ilustra el malestar social que aquejaba el ambiente socio-económico, y al volátil universo (menos real) de las redes sociales. Joker creo que igualmente impactó en su momento por la novedad de la historia, en la que se entremezclan elementos narrativos del Nuevo Hollywood de los 70, en conjunto con la narrativa de “origen de personaje” que hallamos en varias cintas de superhéroes de la década del 2010. De este modo, Phillips tomó prestada la energía nerviosa, destructiva, colérica del cine setentero, con las principales referencias siendo Taxi Driver (1976) y King of Comedy (1982) de Scorsese, aunque resulta fácil hallar un estilo visual similar en otros filmes de la época, como el Nueva York de Death Wish (1974), donde Bronson se convierte en un justiciero. Extrañamente, todo lo anterior lo dinamita Todd Phillips con Joker 2: Folie a deux. La presente secuela abandona el estilo crudo de la primera, en favor de la fantasía y el romance propios del cine musical, aunque el mismo Phillips y la actriz protagónica, Lady Gaga, intentaron alejarse del género como si “musical” se tratase de una mala palabra.[1] Existe la probabilidad de que no estén del todo equivocados, ya que la selección musical corresponde más al uso de un cuidado soundtrack que complemente el humor y la personalidad del protagonista y su clima emocional, como suele ocurrir en Guardians of the galaxy (2014) de James Gunn, por ejemplo. También se utiliza el término “musical de rockola”, subgénero del musical en el cual se recopilan canciones de una época, banda o cantante para utilizarlas según el contexto de la trama y el arco dramático del protagonista. El caso del Joker 2 encaja con la descripción anterior, ya que las canciones abarcan éxitos de los años 30 y 40, aunque también encontramos números que homenajean a musicales cincuenteros y sesenteros, o inclusive al Cabaret (1974) de Bob Fosse. Con todo y melodías, Joker 2 cumple como una secuela directa porque explora la repercusión de la ola de crímenes de Fleck (Joaquín Phoenix), así como su tendencia a la teatralidad, con su característico traje rojizo-morado, sus bailes y su maquillaje de payaso. El coraje de Fleck, que burbujea debajo de su fragilidad y desconcierto, permanecen y Phoenix una vez más demuestra su enorme capacidad actoral, porque solamente utiliza el cuerpo, siempre en tensión, y el marco de su cara para denotar un gran rango de emociones: repulsión, aburrimiento, tristeza, picardía, consuelo. La vida de Fleck-Joker se transforma cuando cruza caminos con Lee (Lady Gaga), una pirómana a la que conoce en terapia musical, dentro del mismo asilo mental donde está encarcelado. El romance explosivo que se plantea de inmediato al conocerse Fleck y Lee parte el filme en dos; una mitad ahonda en la psique torturada del Joker y plantea el escenario hipotético de una crisis de identidad que explique el surgimiento del famoso payaso. La otra mitad de la película versa sobre el enamoramiento, la pasión del chispazo de atracción entre los protagonistas y la subsecuente idealización que acompaña a la relación. En resumen, llega un punto en que la cinta se comporta como la accidentada combinación de Asesinos por naturaleza (1994), una comedia sesentera de enredos con Audrey Hepburn y un musical hollywoodense de los años 40. La intención dramática se antoja interesante, ya que la alegría propia de este tipo de musical en específico corresponde a la intensa actuación/baile de Phoenix y Gaga, el palpable regocijo crea un contrapunto evidente (y atractivo) con la senda de destrucción que rodea cada número musical. La dirección de Phillips recrea con habilidad la puesta en cámara escapista del cine clásico, pero la disonancia entre los dos estilos, el del thriller y el del musical, por momentos juega en contra de la trama y se percibe inconexo el suspenso psicológico con la vena romántica festiva. No obstante, el equipo creativo de “Joker” vuelve a unir fuerzas en esta secuela, por lo que se logra conservar el espíritu caótico y sórdido del universo del payaso, al tiempo que se replica y expande la estética de tonalidad deslavada y sorda de la entrega anterior. La calidad de cada departamento queda patente con la dedicada recreación de cada escenario durante los interludios musicales, con pequeños cambios para adecuar y rediseñar un set, o la modificación de la intensidad de la luz, detalles visuales que denotan la transición de la tristeza al gozo del Joker. Resulta especialmente interesante la labor del fotógrafo Lawrence Sher, quien emplea la original tonalidad ocre de la paleta de color (azul oscuro y amarillo) para diseñar un inteligente juego de contraluces que impriman el tenor emocional y complementan la intensidad que transmiten las canciones. De tal modo, Joker 2: Folie a deux funciona como un ejercicio atípico de homenaje al Hollywood clásico, enmascarado como secuela pero que funcionaría mejor si se tratase de una película en solitario, como la Joker del 2019. Prueba de ello es el rol de Lee interpretado por Lady Gaga. La cantante-actriz reluce en el apartado musical, por supuesto, y la energía disparatada que proyecta Gaga encaja con la melancolía distante de Phoenix. Pero el potencial dramático de su personaje se desdibuja hacia el tercer acto, de forma similar a como la misma película pierde fuelle y brújula; los diálogos se vuelven repetitivos, o hacen constantes referencias a situaciones ya vistas en la primera película, mientras que los nuevos hilos narrativos se tornan confusos o, las más de las veces, se esfuman y dejan una sensación de inconclusividad. Cabe la posibilidad de que la última secuencia impacte al público, o a algunos fans de la primera cinta, sin embargo el epílogo es el último golpe de efecto en una película repleta de momentos que buscan “provocar” e “incordiar” al público con varias secuencias de una calculada violencia embarradas de momentos musicales que rozan el cine camp, pero ninguna de estas partes cumple la intención de estilo barroco que, sospecho, originalmente buscaba Todd Phillips. [1] (Lady Gaga Says ‘Joker: Folie a Deux’ Is Not a Musical 2024) ScreenCrush. https://screencrush.com/joker-2-not-a-musical)
*Realizador y Crítico Cinematográfico
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