Regresa Sylvester Stallone a interpretar al personaje de Rambo; pero en esta ocasión no va a una guerra sino a rescatar a su nieta que se encuentra en peligro por culpa de un cartel mexicano.
Por Martín L. González* Sylvester Stallone se convirtió en uno de los iconos más representativos del cine de acción gracias a su personaje de Rambo. El impacto de Rambo es tan grande que actualmente es parte esencial de la cultura pop, pero, tristemente, tarde o temprano todo llega a su fin. En Rambo: Last Blood, después de varios años, el veterano de guerra John Rambo (Sylves Stallone), por fin logró alejarse de ese mundo violento y vive tranquilamente en un silencioso rancho ubicado en Arizona, Estados Unidos, justo en la frontera con México. Ahí vive junto a su nieta Gabrielle (Yvette Monreal) y una mujer de nombre María (Adriana Barraza), quienes lo han ayudado a mantener en control su estrés post-traumático, con ayuda de unas cuantas pastillas. Un día, Gabrielle recibe una llamada de una antigua amiga que vive en México, la cual le dice que encontró al padre de Gabrielle, quien la abandonó años atrás sin ninguna razón aparente. Impactada por la noticia, decide ir a buscarlo para cuestionarle el motivo de su partida. Rambo, al percatarse de la ausencia de su nieta, va en busca de Gabrielle con el objetivo de traerla de vuelta a casa. En ese trayecto se enfrascará en una riña con un cartel mexicano que se dedica a prostituir mujeres. El director Adrian Grunberg realiza una cinta diferente a las que conforman la saga de Rambo. En esta ocasión, Rambo ya no se encuentra en servicio, lo cual le crea dilemas personales. Ha pasado tanto tiempo anclado en las guerras que no logra concebir la idea de una vida pacífica. La película nos muestra la perspectiva de lo difícil o incluso lo imposible que es escapar de las marcas de la guerra. Stallone es un tipo que se nota muy apegado a sus personajes, y esta no es la excepción. Se vislumbra cómo disfruta cada una de las escenas de acción que se presentan en pantalla y el goce que es para él realizarlas con lujo de detalle. No obstante, también se puede ver cómo sufre conforme avanza la cinta, porque sabe que está llegando al final de una era. Todo esto se torna muy familiar, ya que el largometraje maneja una dinámica muy parecida a Logan (James Mangold, 2017): el anti-héroe que causaba temor con tan sólo oír su nombre pero que ahora se encuentra lejos de su mejor versión. La violencia aumenta conforme el largometraje avanza hasta convertirse en un festín de vísceras y violencia explícita. Tomando eso como eje, el director se mueve como un equilibrista en la delgada línea de lo políticamente correcto, y le saca el máximo provecho a la clasificación “C” que se lo dio a la película. Pero quizá su apuesta más arriesgada fue escoger a México como el detonante principal para la trama. En esta época en la que las relaciones entre México y su viejo vecino, Estados Unidos, son tan delicadas, parece descabellado tratar estos temas, sobre todo por la mala interpretación que se le puede dar. Stallone comenta que esto no es un asunto de naciones, sólo es una batalla entre los buenos y los malos. El actor ha pasado años declarando que Rambo no carga con ninguna bandera política, simplemente es un personaje de acción con el que pretende encantar al público sin importar su nacionalidad, porque a final de cuentas el cine trata sobre eso: entretener. En Rambo: Last Blood estamos ante la despedida de un personaje sumamente querido por muchas personas. Stallone sólo quiere que su tan querido personaje se despida en lo más alto y que por años sea recordado como lo que fue, uno de los emblemas del cine de acción.
*Colaborador en CinEspacio24 Noticias.
Deja un comentario
Sé el primero en comentar en ««Rambo: Last Blood», adiós a un icono del cine de acción»