Crítica de Muerte, muerte, muerte, dirigida por Halina Reijn, es una película de terror y humor negro, que narra cómo un grupo de veinteañeros adinerados planea una fiesta con un juego que se vuelve mortal.
En una casona con piscina ubicada en un paraje reservado, seis amigos ricachones que se conocen desde la infancia (y dos invitados casi desconocidos), se reúnen para un fin de semana de reconexión y desmadre, con una tormenta salvaje (y huracanada) azotando en el fondo. Esta es la premisa de Muerte, muerte, muerte, segundo film de la realizadora Halina Reijn, quien reimagina y actualiza los misterios clásicos de Agatha Christe y Arthur Conan Doyle bajo la lente del cine de horror contemporáneo, simbiosis estilística que aprovecha el suspenso propio de las novelas del tipo “el asesino entre nosotros”, y el imaginario tremebundo del terror urbano y el cine acerca de psicópatas. Reijn trabaja con un excelente guion en el que se reproduce con fidelidad la dinámica afectiva y social de los jóvenes adultos de hoy en día, al mismo tiempo que se mofa de la contradicción de principios y conceptos de dicha generación, ironía que a su vez desnuda las posturas woke de “buenismo” que afectan su manera de desenvolverse. La escritora Sarah DeLappe demuestra su sensibilidad narrativa al reforzar los rasgos de personalidad de cada personaje con un vicio, una inseguridad o una falencia, dolores y congojas que hacen las veces de pistas sobre las intenciones ocultas de cada personaje. Claro que DeLappe no se olvida de manipular las consabidas trampas juguetonas (red herrings) y la cualidad violenta de los slasher, de tal forma que complementen su pieza cuasi tragicómica e impulsen la vena sangrienta de la misma. Para exprimir los aciertos del guion y su elaborado trabajo de caracteres, la cámara de Reijn acentúa con close-up, tan sutiles como enérgicos, a los ojos o a una mueca que delaten una recriminación muda. La directora recurre también a puntuaciones hechas con el montaje y sonido, al dejar respirar ciertas conversaciones fugaces mientras que otros diálogos los corta de tajo o los ensucia con la tormenta que ruge a lo largo del filme. Aquí cabe aplaudir igualmente el trabajo de casting, porque el elenco reunido eleva con creces el esfuerzo estético de la mancuerna Reijn-DeLappe. Del grupo es preciso subrayar lo logrado por Maria Bakalova, Amandla Stenberg y Rachel Sennott. Las tres jóvenes actrices se apropian de cada momento breve que tienen en solitario, instantes que les funcionan para tensar la cuerda dramática de sus personajes y así explorar y descubrir junto al espectador cuál es el pulso de cada chica, qué monstruo ocultan las luces de neón y los gestos amables de apoyo emocional y, en ciertos casos, de falsas culpas. Sin duda, Muerte, muerte, muerte se suma a la corriente de cintas slasher que han recobrado el gusto de la audiencia y ganado en popularidad; sin ir más lejos, este año películas como “X” de Ti West y la “recuela” (secuela/reboot) de Masacre de Texas causaron revuelo en el primer cuarto de 2022, en cines y en streaming respectivamente. No obstante, considero que la presente obra de Reijn reluce por su frescura y desenfado, así como por el humor negro que permea el último acto de la trama, humor que de forma simultánea agudiza el sentido de paranoia de las jóvenes y caricaturiza el discursillo de corrección política que ya se infiltra en las emocionales confesiones de cada una de las chicas. Razones por las que considero que Muerte, muerte, muerte, que se estrena ese 6 de octubre, se aproxima un poco más al universo de las intoxicantes sátiras neón Spring Breakers (2012), del genial Korine, y Nación Asesina (2018) de Sam Levinson, tres obras que fungen como una tesis de la juventud post-2010, una extraña trilogía espiritual sobre el pánico y la ansiedad millenial.
*Cineasta. Crítico. Colaborador de CinEspacio24 Noticias
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