Crítica de Monster, la nueva cinta del reconocido director japonés Hirokazu Kore-eda, quien revitaliza su cine con una historia divida en tres partes, sobre un niño que parece estar sufriendo violencia.
Por Arturo Brum Zarco*
Hay un eje temático en el cine del director japonés Hirokazu Kore-eda, la familia, algo que aborda por medio del drama y la comedia, y donde se cuestiona sobre los roles y las estructuras que forman un núcleo familiar.
Pero los dramas familiares en la películas de Hirokazu no son lugares comunes ni melodramas simples o banales, sino todo lo contrario, la fortaleza en su cine está en su narrativa provocativa, pues invita al espectador a reflexionar sobre su propia familia y su interacción con ella. Es por eso que sus cintas provocan más preguntas que respuestas.
En cada uno de sus largometrajes, Kore-eda logra evitar la exageración dramática al llevarnos a debates sobre la naturaleza humana; por ejemplo, en su filme de Tal Padre, tal hijo (2013), que narra cómo una familia descubre que el niño que han criado en realidad no es suyo por culpa de la irresponsabilidad del hospital donde nació, reflexionamos acerca de qué es la paternidad ¿sólo un acto de consanguinidad?
Otro punto que destaca en la filmografía de Hirokazu es su humanismo sin condescendencia, lo que logra que sus historias sean universales, es por eso que si bien su cine confronta también conmueve; como es el caso de su película Shoplifters (obra de 2018 con la que ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes), donde una familia marginada que se dedica a robar en pequeñas tiendas para sobrevivir, adopta a una niña que sufre de violencia doméstica.
Todo esto hace de Hirokazu uno de los mejores directores no sólo de Japón sino del mundo, y en su reciente obra Monster nos vuelve a provocar y conmover por medio de un drama familiar, pero le agrega unos toques de misterio y suspenso que refresca su estilo. Además, la película está fragmentada, dividida en tres partes, algo nuevo en este director japonés que nos tiene acostumbrado a una narrativa más convencional.
Monster nos muestra un hecho, Minato, un niño que vive con su mamá, cada vez es más retraído y tiene signos de que sufre violencia. Desde la perspectiva de la madre su profesor de escuela le está causando daño. Por su parte, desde la visión del profesor, Minato es un bravucón que molesta de forma irracional a Yori, su compañero de clase.
El director presenta esos dos puntos vista, primero el de la madre y después el del profesor, para así crear misterio sobre lo que en realidad está sucediendo.
Misterio que se resuelve con la tercera parte, con el punto de vista de Minato y Yori. Es gracias a esa perspectiva infantil que la resolución llega y el impacto es demoledor, ya que pone a debate esa costumbre tan humana de etiquetar como monstruos a las personas que desconocemos. Por tal motivo, Monster es una película que aboga por la empatía.
Con Monster, Hirokazu revitaliza su cine sin que pierda la esencia que lo ha posicionado como uno de los grandes. Pues ahora se sale un poco de su zona de confort, y mucho tiene que ver que en esta ocasión trabajó con un guion ajeno escrito por Yuji Sakamoto, y quizá también influyó que sus dos anteriores trabajos los realizó fuera de su país natal, La verdad (2019) en Francia y Broker (2022) en Corea del Sur.
Así, heredero de los dramas familiares y contemplativos del gran Yazujiro Ozu, Kore-eda regresa a Japón para desnudar las prácticas cotidianas de una sociedad que se está destruyendo por criticar, violentar y rechazar todo lo que desconoce.
Monster, que se estrena este 7 de diciembre, es una de las mejores películas de este año. Una cinta provocativa y humanista, con una narrativa llena de suspenso y misterio, donde Hirokazu vuelve a cuestionar desde el núcleo familiar la naturaleza humana.
*Periodista y realizador. Director de CinEspacio24.
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