Luca, dirigida por Enrico Casarosa, la nueva película de Pixar/Disney, una conmovedora cinta animada que nos narra la amistad entre dos niños; el filme aborda de manera divertida e ingeniosa el paso a la madurez.
Por Zuri Grace Bretón *
«¡Silencio Bruno!», ese es el grito que Alberto le enseña a su amigo Luca para silenciar a esa pequeña e insistente voz en su mente que trata de detenerlo cada vez que se enfrenta a un nuevo reto. Pero ¿por qué tendría miedo Luca? Pues, porque por primera vez en su vida se está atreviendo a hacer algo distinto y desafiar al mundo entero para perseguir sus sueños, aunque eso signifique tener que ocultar su verdadera identidad.
Luca, la nueva película de Pixar estrenada a través de Disney+ el pasado 18 de junio, tuvo una campaña promocional relativamente pequeña y llegó con pocas expectativas a la plataforma, por lo que a más de uno nos sorprendió por su simple y a la vez compleja premisa, así como por la manera tan divertida y conmovedora con la que está contada. Como es de esperarse por parte de Pixar, la animación es impecable e hipnotizante, cabe resaltar que en esta ocasión optaron por retomar el estilo caricaturesco por sobre el realismo al que nos tenían acostumbrados desde hace unos años, pero conservando el gran detalle y las texturas que aún siguen sorprendiendo.
La cinta nos cuenta la historia de Luca Paguro, un tímido, pero curioso monstruo marino que vive en las aguas cerca de Portorosso, un pequeño y pintoresco pueblo en Italia. A él se le ha enseñado a esconderse y tener miedo de los “monstruos terrestres”, pues son diferentes y pueden hacerle daño, a pesar de eso le cuesta trabajo contener la enorme curiosidad que siente por la vida en la superficie. Todo cambia cuando Luca conoce al intrépido Alberto Scorfano, otro monstruo como él que vive solo en la playa, pues en su especie son capaces de transformarse en humanos al salir a la tierra y nuevamente en criaturas marinas al tocar el agua. Alberto le enseña todo lo que sabe de los humanos y lo cautiva con su colección de variados objetos, como su traje de buzo, un tocadiscos o el póster publicitario de una flamante motoneta, la Vespa.
Rápidamente Luca y Alberto desarrollan una gran conexión y juntos sueñan con comprar una Vespa para explorar el mundo, “Todos los días, viajaremos a un lugar nuevo, y todas las noches, dormiremos bajo las estrellas. Nadie nos dirá qué hacer. Solo tú y yo ahí afuera. Libres”, le dice Alberto. Eso que podrían haber sido sólo palabras se convierte en realidad cuando los padres de Luca descubren que ha estado saliendo a la superficie y para protegerlo toman la difícil decisión de mandarlo a vivir al fondo del mar con su excéntrico tío, por lo que los pequeños aventureros deciden escapar.
Así pues, ambos deberán tratar de pasar desapercibidos mezclándose con los humanos de Portorosso y lo harán con la ayuda de su nueva amiga, Giulia, una valiente humana que busca terminar con la tiranía de Ercole, el adolescente bully del pueblo.
Spoiler Alert: Si no la has visto y no quieres arruinarte el final, corre a verla ¡y luego regresas a terminar esta crítica!
La cinta desafía distintos estereotipos sociales, por ejemplo, el enorme e intimidante papá de Giulia es en realidad un hombre sensible y tierno, sus padres están separados y por eso ella pasa una temporada con cada uno, ¿alguna vez se había representado el divorcio en una caricatura?… bueno, elementos parecidos hay varios, aunque lo que verdaderamente hace que la película se destaque (y, claro, también fue causa de polémica) es que contrario a la norma que dicta que si se plantea un inocente romance en una película infantil, éste es siempre entre niño y niña, en Luca hay una clara diferencia entre la relación del protagonista con su amiga Giulia y la de éste con Alberto, insinuaciones que terminan de confirmarse en el final con una muy emotiva despedida en la estación de trenes.
Y es que, incluso cuando muchos conservadores se nieguen a aceptarlo, los indicios son pequeños, pero bastante claros y más allá de la relación particular entre Luca y Alberto, toda la historia es una gran metáfora sobre la necesidad de vivir en libertad, expresar nuestra verdadera identidad y la importancia de los aliados.
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En el clímax de la cinta, Luca decide dejar de reprimir su verdadero ser y mostrarse a todos como lo que verdaderamente es, un monstruo marino. Paso que requiere de enorme valor, pues implica ponerse en una posición vulnerable de rechazo frente a los prejuicios, miedos e ignorancia de los demás, sin embargo, Luca no está solo y su familia y amigos son los mejores aliados para demostrar que precisamente en las diferencias, reside la belleza de la colectividad. Una vez que los habitantes del pueblo se abren, entienden que lo desconocido no es sinónimo de peligro y que la diversidad suma y enriquece la vida comunitaria.
Aunque tristemente muchos se opongan a la representación LGBT+, Luca es un gran paso para reflejar, de la manera más sencilla y para todas las edades, que mientras no afecte a otros, todos deberíamos de tener derecho a ser auténticos y amar en libertad.
*Licenciada en Comunicación, analista y crítica cinematográfica y colaboradora en CinEspacio24 Noticias
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