En la película Los muertos no mueren la apacible cotidianidad de un pequeño pueblo será interrumpida por un misterioso suceso de la naturaleza que provocará que los muertos revivan y se coman a todo ser humano que encuentren. Dirigida por Jim Jarmusch mantiene ese estilo contemplativo y crítico de su filmografía.
Por Arturo Brum Zarco* Jim Jarmusch es un director que encuentra su poesía visual en la cotidianidad. En la rutina de sus personajes, los cuales viven aparentemente en un estado de aburrimiento, atrapados en sus quehaceres diarios, agobiados en un mundo repetitivo. No obstante, Jarmusch muestra que ese universo cotidiano es más grande y profundo de lo que se cree, y es por medio de esa narrativa como ha construido su cautivadora filmografía y ha logrado realizar una crítica voraz hacia una sociedad que parece destinada a la autodestrucción, sobre todo, la estadounidense. Esto no quiere decir que su cine sea pesimista, más bien es honesto y realista. Por lo tanto, al mostrar en su cine ese imparable fin de la sociedad, no es nada extraño que su reciente película aborde un subgénero que habla sobre la liquidación de la humanidad: los zombies. En Los muertos no mueren (The Dead Don’t Die) Jarmusch, a pesar de tomar un tema sobrenatural como los muertos vivientes, no se sale de los parámetros a los que nos tiene acostumbrados: tomas más contemplativas, diálogos irónicos, el vaticinio del fin de la sociedad, críticas hacia el insaciable consumismo, el racismo y el daño a la naturaleza. Todo esto logra abordarlo a través de una sátira al subgénero del cine de zombies combinado con lo cotidiano de un pequeño pueblo. Y para ello vuelve a trabajar con actores que se han convertido en un referente en su cine como Bill Murray, Adam Driver, Tilda Swinton o el músico Iggy Pop. Los muertos no mueren nos narra cómo en un día como cualquier otro en una pequeña localidad llamada Centerville la luz del Sol parece que no se acaba, debido a que los polos de la Tierra se movieron, y esto ha provocado que los muertos revivan en seres ávidos de sangre. Así, el jefe de policía Cliff (Murray), y sus únicos dos oficiales Ronnie (Driver) y Mindy (Chloë Sevigny) tendrán que hacer algo al respecto, ya que los zombies se están comiendo a todo el pueblo. Para ello reciben ayuda de una misteriosa mujer, Zelda (Tilda), un extranjera que es la encargada de la funeraria del lugar y que es una experta en artes marciales y en el uso de la espada. Sin saber bien qué hacer, este pequeño grupo, se entera que la única forma de acabar con un zombie es cortándole la cabeza; sin embargo, una certeza invade toda la película y es un comentario que repite constantemente el oficial Ronnie: “esto no va a terminar bien”. Esa frase parece la ambientación de la sátira que veremos a lo largo de la película, y es la forma del director para explicarnos que la civilización estadounidense no tiene salvación en un mundo que parece no tiene sentido. También por medio de ocasionales metalenguajes, agradables e irrisorios, parece que Jim no sólo parodia a la sociedad y a los zombies, sino a sí mismo, como si también se burlara de su propio cine. Los muertos no mueren no es la clásica película de zombies, rompe con dicho subgénero al ser más contemplativa y jugar con reflexiones más profundas.
Periodista y realizador. Director de Comunicación en CinEspacio24. Colaborador en Cio Noticias.
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