Crítica de Longlegs, el nuevo filme de Osgood Perkins, protagonizada por Maika Monroe y Nicolas Cage. Una perturbadora obra sobre una agente del FBI a quien le han asignado un caso sin resolver de un asesino en serie. Una película con una memorable actuación de Cage y que muestra a Perkins como uno de los cineastas más interesantes de la actualidad en el cine de terror.
Por Isaac Piña Galindo*
El casting de Longlegs, película que ya está en cartelera, es de los casos raros (y perfectos) donde cada línea actoral funciona y se adapta al humor del filme, desde actores con una sola línea hasta el elenco secundario y los protagonistas, encabezados éstos por la actriz Maika Monroe, certificada scream queen que aquí encarna a la heroína, la detective especial Lee Harker.
Además de la encomiable elección del grupo de actores, el filme sin duda refleja la calidad y confianza que Osgood “Oz” Perkins goza como realizador con su cuarta obra.
Ningún personaje desentona ni modifica el ambiente y energía enrarecidos que logran en conjunto los departamentos de diseño de producción, sonido y foto, todos liderados por supuesto por Perkins.
Considero que en dicho diseño de personaje hallamos uno de los puntos de mayor solidez del guion.
Cada actor cuenta con una carga emocional y psicología definida, que empuja cada decisión de sus personajes, bagaje que a la postre nutre a la historia porque deja entrever las motivaciones (o misiones, o sacrificios) que deben llevar a cabo a toda costa, sin afectar de ningún modo el misterio que rodea la trama principal.
En lo personal, mi personaje favorito es el titular Longlegs, el asesino (¿y artesano?) interpretado con garbo por Nicolas Cage, actor de carrera muy larga que a estas alturas es una leyenda viva que disfruta con el tercer o cuarto aire en su prolífica filmografía.
Conforme se revela gradualmente la figura de Longlegs, encontramos pequeños “cage-ismos” irresistibles: La corporalidad, el rostro maltratado, la modulación de la voz y el sorpresivo sentido del humor.
Como suele comentarse en inglés en un juego de palabras, Nic is uncaged (traducido libremente como Nic fuera de la jaula).
Cage no sólo interpreta a un asesino más, sino que logra encontrar ese aire perverso e inhumano que sugiere el guion, apropiándose del personaje con la gesticulación de las manos y la forma de recitar los diálogos.
Resulta impresionante cuando la (irreconocible) voz de Cage transita de los gritos en un chirriante agudo a las amenazas dichas en susurro, u otros detalles como el uso de zapatos con tacón para el vestuario, o el maquillaje que le deja la piel grisácea y cuarteada.
¡Qué sutil e inteligente manera de darle vida a un monstruo!
Debemos agradecerle a Perkins por soltar a esta bestia de la actuación y aprovechar cada pedacito del personaje que ofrece Nicolas Cage.
Que no se me malinterprete, la película por sí sola se luce por la ambientación y la macabra energía que pulula en el relato detectivesco, pero lo que consigue Cage eleva mucho el esfuerzo del equipo creativo.
La cinta configura entonces un sangriento y virulento rompecabezas en clave noir, investigación policial alrededor del hombre-mito Longlegs, una pesquisa ilustrada con viñetas violentas e hipnóticas construidas por la cámara del mexicano Andrés Arochi.
La fotografía de Arochi, guiada por Perkins, utiliza cada locación para construir una sensación de abandono e incomodidad.
La quietud que encierran los cuadros del cinefotógrafo mexicano relucen porque juegan con la composición de elementos, la profundidad de campo y la propia sensación de inestabilidad que poco a poco surge en el espectador.
Sabemos con todo certeza que algo se arrastra o pulula en cada esquina del cuadro, o a la distancia escondido entre los árboles, pero pocas veces nos asustan con un ruido fuerte o una imagen horrenda.
La tensión del cuadro se sostiene durante toda la película, aun cuando existen saltos del tiempo entre los 70 y los 90.
En los 70, Arochi y Perkins adoptan un formato de 35 mm que le inyecta cierto aire casero que encierra a los personajes y, subsecuentemente, nos agobia porque sabemos del peligro que ronda con cada secuencia, peligro que los personajes desconocen (recordemos la máxima de la bomba a punto de explotar de Hitchcock que reluce aquí).
Durante la mayor parte de Longlegs, nuestra mirada se centra en el centro exacto del cuadro. Inconscientemente nosotros creamos cuadros dentro del cuadro.
El juego se sostiene aun cuando la historia transcurre en los 90, cuando la pantalla se abre y el aspect ratio de 2:39 es más ancho y visualmente remite no sólo a la época, sino al cine neo-noir y detectivesco de la época.
Si bien la pantalla se abre, en el caso particular de Longlegs el diseño de producción y la luz nos siguen conduciendo al centro del cuadro.
Paradójicamente, esta persistencia visual nos perturba y nos provoca más inestabilidad conforme avanza el filme.
Perkins experimentó con el cuadro en su anterior Gretel y Hansel (2020), fábula de horror fotografiada en un formato 1:55 por otro mexicano, Galo Olivares.
Gretel y Hansel resulta bastante más experimental que Longlegs porque Perkins se aboca a crear una atmósfera casi expresionista que dependía totalmente de la tonalidad de la luz, la textura de los árboles y el tejido de la ropa, el tono ocre de las casas y la tierra.
El punto de encuentro entre una cinta y otra se encuentra en la cuidadosa composición de la puesta en cámara.
Aquí unos ejemplos de la foto de Olivares:
Aquí otro par de ejemplos más de la fotografía de Arochi en Longlegs valiéndose de un formato similar:
Este tipo de triunfos estéticos llevados a cabo con tal entusiasmo, ilustran la sobrada sensibilidad de Perkins como escritor y director en el género del horror y la fantasía.
Sin duda, la visión autoral del director neoyorquino lo ubica entre los cineastas más interesantes de la próxima década, en el panorama Hollywoodense en general y en el cine de terror en particular.
*Realizador y Crítico Cinematográfico
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