De las entrañas de La música del silencio sale aquella reflexión que dice que para madurar hay que aprender a callar. O que “es mejor ser rey de nuestro silencio que esclavo de nuestras palabras”.
Por Carlos Ramírez García* A pesar de esta profunda enseñanza, en esta biopic del cantante de ópera Andrea Bocelli encontramos más errores que aciertos que dejan sin melodía a la película y que, al contrario, la convierten en una canción desentonada. La música del silencio trata de la vida del tenor italiano con el nombre, o álter ego, de Amos Bardi (Toby Sebastian) desde su accidentada infancia, pues nació con ceguera parcial, hasta sus 58 años cuando alcanzó la cima de su carrera. Con la dirección de Michael Radford (El mercader de Venecia), se nota su debilidad en esta área porque las actuaciones son pobres en el sentido de que los eventos cruciales de la vida de Bocelli se vuelven ineficaces a causa de las expresiones y reacciones exageradas de los personajes. Amos Bardi comienza a crecer junto con su ceguera, aprende a sobrellevarla en su casa y la escuela. Con tan dura niñez, el cantante italiano recibe a cambio un don: su voz. Pero, más tarde, su inevitable adolescencia amenaza su talento. Con todo, las entrañas de La música del silencio enseñan que el éxito verdadero se consigue por medio de la madurez, en este caso del silencio. Porque Bardi era, en principio, un hombre “bocón” que, por su inmadurez, se quejaba demasiado. Y su entendimiento llega hasta que aprende a callar, aprende que en el silencio también hay música. Es el silencio de las personas que lo aman quienes lo ayudan a dar un paso más en el camino del éxito. Desde su tío Giovanni (Ennio Fentastichini) hasta su maestro Suárez Infiesta (Antonio Banderas), pasando por el amor de su vida, Elena. La música del silencio pierde, también, su credibilidad al situarnos en una Italia de los 70 en la que todos hablan inglés. No obstante, lo grave ocurre en lo que se supone debería ser la fortaleza de la obra: su música. Y es que la coordinación de los actores con las piezas de canto es tan errónea que el “lypsinc” o “playback” provoca el ridículo. La historia, basada en la novela del mismo nombre y escrita por el tenor, muestra momentos nunca antes contados por él pero que pierden su encanto por la acumulación de errores técnicos y de dirección. La biopic sin melodía de Andrea Bocelli tiene, a pesar de todo lo anterior, algo rescatable y emotivo en sí mismo: una petición especial del cantante. Antes de comenzar la filmación de La música del silencio, Bocelli le solicitó a Radford que el largometraje no se centrara en su ceguera ni que fuera vista como una discapacidad. Así, en el filme la ceguera de Bocelli es tratada de manera ligera, atrayendo la atención, sobretodo, al talento del tenor. *Periodista. Reportero y Colaborador en CinEspacio24 Noticias.
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