En La forma del agua Guillermo del Toro hace lo que mejor sabe, contar un historia de hadas poco convencional y mostrarnos que lo diferente es a veces lo más humano.
Por Arturo Brum Zarco* Benditos tus monstruos Guillermo del Toro, ya que gracias ellos nos llevas de nuevo a un mundo de fantasía y magia. Con La forma del agua (The shape of water), del Toro nos transporta a una cruda realidad como es el odio humano, para demostrarnos que lo diferente, lo nuevo, “los monstruos”, los rechazados también tienen voz, e incluso aunque no se escuche es más hermosa. Ambientada en plena Guerra Fría, Elisa Esposito (Sally Hawkins) es un chica muda que trabaja en el departamento de limpieza de un complejo militar de los Estados Unidos. Ella tiene un vida rutinaria, y dos grandes amigos: su vecino Giles (Richard Jenkins), un hombre homosexual y pintor, y su compañera de trabajo Zelda Fuller (Octavia Spencer). Cuando una extraña criatura, con forma de ser humano y que vive en el agua, llega al lugar donde trabaja, Elisa y Zelda son las elegidas para limpiar el lugar donde la ponen. Sin embargo, el monstruo no viene solo, lo acompaña un rudo y cruel militar, Richard Strickland (Michael Shanoon), el nuevo encargado de la seguridad del complejo militar. El ser que vive en el agua fue encontrado en Sudamérica, donde lo adoraban como un Dios, pero en las manos del ejército estadounidense éste es estudiado y golpeado, sobre todo por Richard, quien muestra una furia insaciable hacia él. Elisa comienza a comunicarse por medio de señas con el monstruo y juntos escuchan música, cenan, se entienden y se identifican. Y nace de entre su diferencia una complicidad, en la falta de voz de los dos nace un sonido de paz y amor. Como si fuera una película coral, la cinta nos muestra no sólo la historia de Elisa, también la de Giles un hombre de 60 años, que tolera el rechazo de la sociedad por ser homosexual y sufre la pérdida de su trabajo por la tecnología, ya que sus cuadros que antes eran usados para publicidad son sustituidos por fotos. También, nos narra la personalidad de Richard, un hombre recto, rudo, que le gusta el orden, los lujos, un estereotipo de un clásico general. Parecería que estas subtramas están de más en la cinta, pero son necesarias, ya que gracias a ellas el filme nos muestra la realidad, esa donde no aceptamos a los demás, donde odiamos lo diferente, rechazamos al otro o incluso a nosotros mismos; y a la par esta la historia principal, dos seres que se encuentran en su falta de voz y que viven situaciones de rechazo: ella es sólo un chica sorda y de la limpieza, él un monstruo que según los científicos no tiene razonamiento. Ahí está la metáfora, en el silencio de los personajes principales está la voz de nuestros monstruos personales. Vivimos con ellos, aceptarlos y amarlos es darnos voz de lo que somos. La fotografía con tonos grisáceos y verdes, logra la adecuada ambientación entre un mundo en guerra y dos seres diferentes que se enamoran. La música, bella de principio a fin, encuentra el punto exacto para reunir las diferente sub tramas y sentimientos de la cinta. Por esta película Guillermo del Toro ganó el Globo de Oro a Mejor Dirección este 2018, en su discurso agradeció a sus monstruos: “Desde niño he sido fiel a los monstruos, me han salvado porque creo que los monstruos son los santos patrones de nuestras imperfecciones y nos permiten contemplar la posibilidad de fallar y seguir adelante”. Asimismo, la cinta ganó Mejor Dirección y Mejor Película en los Critics` Choice Awards (premios que da la crítica cinematográfica de Estados Unidos). Así que, Oscares ahí les va lo mejor de un director mexicano que siempre ha sido fiel a su estilo y tiene un corazón y una pasión por el cine como ninguno. La forma del agua es un cuento de hadas contemporáneo, con una princesa sin voz, una historia hermosa, de aceptación, identificación con el otro; es un encantador cuento de amor, que nace gracias a los monstruos del señor Guillermo del Toro. Periodista y realizador. Director y Editor de CinEspacio24.
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