La diosa del asfalto, ambientada en los años 80, nos narra la vicisitudes de un grupo de mujeres que forman una banda llamada «Las castradoras de Santa Fe». La película es una mirada femenina de las agrupaciones juveniles que se crearon en los barrios del entonces Distrito Federal.
Por Arturo Brum Zarco*
“Al barrio no se le teme, se le respeta”, frase popular que describe ese sentimiento de pertenencia y camaradería de la gente que vive en los barrios más marginados de una ciudad; es como un tipo de ley no escrita, que se aprende con la experiencia y que bien se puede utilizar para una mejor convivencia.
En los años 80, en el entonces Distrito Federal (ahora Ciudad de México), en los lugares periféricos de la ciudad, donde se ubicaban los barrios más populares y pobres, y en un contexto de crisis económica y social (en la que quizá seguimos), surgieron unas agrupaciones juveniles conocidas como chavos banda, quienes ante la falta de oportunidades y movilidad encontraron en el punk y el rock no sólo un gusto musical sino un estilo de vida. Así, en los barrios nacieron las tribus urbanas, quienes a partir de su disruptiva vestimenta y forma de pensar estaban en contra de los “parámetros de buen comportamiento”.
A esa época, nos lleva la cinta mexicana La diosa del asfalto, sexto largometraje del director Julián Hernández, quien se sale de los argumentos que nos tenía acostumbrados (temáticas LGTB), pero mantiene el estilo que lo caracteriza: una cámara no convencional que busca a partir de unos ángulos y tomas más conceptuales recrear una psicología más honesta de los personajes.
El tema de los chavos banda lo podemos ver en las películas Rata de la ciudad (1986) de Valentín Trujillo, La banda de los Panchitos (1986) de Arturo Velasco, la cual narra de una manera un tanto complaciente la historia de una de las bandas más famosas de los 80, “Los Panchitos”; pero, quizá la que mejor reflejó ese movimiento contracultural fue la directora Sarah Minter con su filme Nadie es inocente (1987), una obra que combina el documental y la ficción para contar la vida de “Los mierdas punk”, una banda de jóvenes de Ciudad Neza; o el reciente documental de Verónica de la Luz, Sin tantos Panchos (2019), donde la directora reflexiona sobre esos tiempos a partir de los testimonios de ex integrantes de las bandas juveniles como «Los Panchitos», «Los Mierdas Punk», y «Los Nenes».
La diosa del asfalto comparte la temática con dichas cintas, sin embargo aborda su argumento desde otro punto de vista, el de las chicas banda, ya que este fenómeno, que fue muy conocido y mediático, casi siempre es recordado gracias a los hombres que participaron en él. En ese sentido, Julián Hernandez nos presenta la mirada de las mujeres que fueron parte de esas tribus urbanas.
De esa forma, la película recrea la misoginia a la que se enfrentaban, los abusos que sufrían, la violencia hacia ellas normalizada por la falta de empatía, la impunidad y la corrupción, algo que desafortunadamente no ha cambiado mucho, por tal motivo, la premisa de la cinta sigue vigente. Sin embargo, ante esos horribles actos contra las mujeres, el filme nos muestra cómo esas bandas de chicas se formaron para defenderse contra los atropellos y violaciones que vivían.
Basada en hechos reales, el largometraje está inspirado en la historia de “Las castradoras de Santa Fe”, una de las bandas femeninas que realizaban sus actividades al sur de la ciudad.
El filme sigue los pasos de cinco mujeres: Max (Ximena Romo), Ramira (Mabel Cadena), Guama (Alejadra Herrera), Carcacha (Nelly González) y Sony (Samantha Orozco), quienes buscan sobrevivir a la pobreza, al maltrato de sus familias y de los hombres de su barrio, pero también disfrutar de su estilo de vida. Este grupo de chicas a partir de la sororidad y la lealtad se unen para edificar una banda para diversión y protección.
La cinta se toma su tiempo para narrar la ideología y los problemas de cada una, creando unos arcos argumentales bien estructurados y con motivaciones claras; gracias al sincero guion de Susana Quiroz e Inés Morales, quien se basó en experiencias personales para crear unas protagonistas destacables, entrañables y auténticas.
Asimismo, la ambientación contracultural se siente con la atinada fotografía de Alejandro Cantú, el cual utiliza con gran ingenio el plano holandés (inclinación horizontal del encuadre) para manifestar ese sentimiento de rebeldía que impera en las protagonistas.
Después de su paso por varios festivales se estrena en salas comerciales este jueves 29 de abril. La diosa del asfalto no teme al mostrar la crudeza del barrio y respeta la historia de esas mujeres que buscaban libertad, desmadre y amor.
*Periodista y realizador. Director y Editor en CinEspacio24 Noticias. Colaborador en Cio Noticias
En nuestro programa «¡Cácaro!, cine lindo y querido» analizamos la cintas «La diosa del asfalto» y «Souvenir»
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