Realizar un salto triple axel en patinaje artístico es casi imposible. Sólo pocas mujeres, en la historia, lo han logrado, Tonya Harding, que a sus 21 años, con miedo, prejuicios y violencia intrafamiliar, fue la primera mujer de los Estados Unidos en conseguirlo y la segunda en la historia del patinaje.
Por Carlos Ramírez García* Protagonizada por la actriz, nominada al Oscar en esta edición, Margot Robbie (El lobo de Wall Street, 2013; Escuadrón suicida, 2016), realiza el papel de Tonya Harding, I, Tonya, una recreación de la vida de la patinadora profesional; que se centra, principalmente, en los polémicos acontecimientos que rodearon a la conformación del equipo olímpico de patinaje sobre hielo de los Estados Unidos rumbo a los Juegos Olímpicos de Invierno de 1994. Es entonces que la película dirigida por Craig Gillespie (La hora decisiva, 2016) persigue varios géneros en la búsqueda de su construcción, pero el más obvio de todos es el falso documental. Por medio de una entrevista en video a Tonya, narra los hechos desde su propia perspectiva, reforzada y, en ocasiones, contrastada con los testimonios de su madre, LaVona Fay Golden (Allison Janney) y su ex esposo Jeff Gillooly (Sebastian Stan). El testimonio de Harding, como el hilo principal de la cinta, principia como un falso documental, avanza como una comedia, se detiene como un drama y finaliza como una biopic y una reivindicación a la patinadora. De esa manera es que varios géneros se conjugan en la cinta que, sobretodo, es una reivindicación a Harding, ya que a pesar de ser una patinadora talentosa, y muy por encima del promedio, los jueces y el público la rechazan por considerarla rebelde y “políticamente incorrecta”. Esta circunstancia es concretada por Gillespie a través de la mezcla de los géneros antes mencionados, y adquiere vigor al incorporar un soundtrack “ad hoc” a la época ochentera. Harding no es una patinadora “decente”. En lugar de acompañar sus rutinas de patinaje con piezas musicales de Tchaikovsky o Mozart utiliza a ZZ Top o Chicago. Y aún con la presión de una madre recalcitrante y sin amor, un esposo golpeador y bipolar, Tonya Harding consigue realizar un salto triple axel y acceder a los Juegos Olímpicos de 1990 y 1994. Con tomas que se mueven y bailan al ritmo de Tonya Harding sobre la pista, el filme I, Tonya es sumamente envolvente y atrae la atención en cada una de las escenas de patinaje, que se suma al carisma de Robbie, quien logra personificar a la patinadora olímpica con un humor natural. Lamentablemente la cinta pierde interés y se torna en una película “chismosa” cuando se enfila a explicar la polémica que sucedió cuando Nancy Kerrigan, la enemiga principal de Tonya Harding, fue herida por un desconocido antes de la competición rumbo a los Juegos Olímpicos de Invierno de 1994. El chisme y morbo en torno a este hecho se vuelve, entonces, el motor principal de la obra. No obstante, la razón principal de esto se entiende al final, en el que se defiende y reivindica a la patinadora luego de que en la vida real fuese considerada una rebelde. Sorprende mucho que I, Tonya no fuese considerada a Mejor Película a los premios de la Academia este año, ya que, en conjunto, representa un trabajo completo con una idea clara y un personaje que exige ser entendido por la sociedad americana y el mundo.
*Periodista. Reportero y Colaborador en CinEspacio24
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