Análisis de la serie Euphoria, programa de HBO protagonizado por la actriz Zendaya, que nos cuenta de manera novedosa, atrevida y honesta la vida de unos adolescentes y sus problemas sentimentales, con las drogas, familiares y existenciales.
Por Zuri Grace Bretón *
Euphoria, el drama adolescente de HBO que captó la atención de muchos cuando se estrenó en 2019 y que convirtió a Zendaya en la interprete más joven en ganar el Emmy a Mejor Actriz Dramática, regresó la semana pasada con un nuevo capítulo especial, entregándole a sus fans algo a lo que aferrarse mientras la espera por la ansiada segunda temporada se alarga indefinidamente a causa de la pandemia.
La serie explora las dinámicas familiares y sociales del entorno adolescente, sus adicciones, salud mental, descubrimiento de la sexualidad y construcción de identidad en lo caótico de nuestros tiempos. Retrata a aquellos nacidos a partir del año 2000 a quienes les ha tocado lidiar con el mundo construido por los Baby Boomers y descuidado por las generaciones X y Millenial.
Sam Levinson, escritor y director, logra de manera brillante capturar la belleza dentro de las tribulaciones, conflictos de identidad y las ansiedades generales de crecer en medio de la actualidad demencial en la que vivimos. Euphoria rompe con la receta del teen drama, no nos pinta la glamurosa y artificial vida de bachillerato, con más escenas de lockers de lo necesario, en su lugar presenta personajes realistas y vulnerables, con quienes es fácil conectar aunque se haya superado ya esta etapa de la vida, pues plasma las facetas más oscuras del ser y cómo éstas se mezclan con el amor y la amistad en un todo inseparable de claroscuros.
La construcción de personajes se hace sin etiquetas que limiten el rango de sus personalidades o que los encasillen en clichés, no son arquetípicos, sino complejos. No se subestima la adolescencia como etapa, por el contrario la convierte en una puesta en escena honesta, cruda y ciertamente bella una vez que logras superar el shock inicial de la manera tan directa y gráfica con la que aborda los temas tabús de nuestra sociedad.
Esta aclamada serie es innovadora en su propuesta estética, tanto que desde su lanzamiento impuso nuevas tendencias de moda con atuendos que se inspiran en el streetwear y maquillaje basado en colores vibrantes con diseños atrevidos que sobrevivieron al 2020 y continúan vigentes este año. Y es imposible imaginarla sin su característica banda sonora, compuesta por artistas como Rosalía, Billie Eilish, Lizzo, J Balvin y música original de Labrinth.
En cuanto a temática, estructura y tratamiento, el claro referente es la serie inglesa de culto Skins de 2007, que aquí es actualizada y llevada a otro nivel dramático. Técnicamente hablando es impecable, pues complementa la historia con un despliegue impresionante de movimientos de cámara inspirados en películas icónicas como Inception, La Haine, o incluso Wings de 1927, sumado a una hermosa fotografía pocas veces vista en televisión.
Euphoria se aleja de la narrativa clásica sobre las relaciones preparatorianas que son únicamente pasionales, pasajeras y superficiales, demostrando que pueden ser mucho más profundas de lo que solemos pensar. Asimismo, va más allá de simplemente representar la diversidad de identidades sexuales, adopta estos conceptos como protagonistas y los explora capa por capa hasta hacer una radiografía detallada de lo intrincado del ser humano, las relaciones que tenemos con otros y cómo esos lazos afectan e influyen de manera ambivalente.
Precisamente son estos los temas en los que profundizan los dos capítulos especiales estrenados en últimas semanas, Parte 1: Rue y Parte 2: Jules, en honor a la pareja principal. Estos episodios demuestran la capacidad de adaptación a los retos actuales que ha tenido la industria televisiva. El creador, Sam Levinson, ha comentado que al encontrar el rodaje de la segunda temporada detenido por la pandemia pensó en cómo podían seguir haciendo piezas de la serie de manera más contenida y segura, pero que aun así les permitiera continuar desarrollando emocionalmente a los personajes y sus trasfondos.
Ambos episodios tienen un perfil ensayístico y de divagación filosófica, el primero un diálogo, el segundo un poco más monólogo, aunque paradójicamente más dinámico, pero demostrando ambos que la calidad no depende de grandes escenografías, muchas locaciones, recursos o un amplio cast, sino de un buen guion que se exprese visualmente a través de un fino lenguaje cinematográfico.
Es evidente que estos especiales fueron mucho más que relleno, son piezas clave en la historia. Amplían el universo y nos brindan una mayor intimidad con las protagonistas, adentrándonos en su psique al romper con la estructura de narrador de la primera temporada y dejándonos sedientos de lo que vendrá.
La primera parte, enfocada en Rue (Zendaya), se desarrolla prácticamente en una sola escena que nos presenta la larga charla en un café durante la víspera de Navidad, en la que Ali, el mentor y quizá más íntimo amigo de Rue, le da algunas lecciones sobre la resiliencia frente a las adversidades y la vida después de las adicciones, mientras que en el segundo capítulo, que gira alrededor de Jules, presenciamos una sesión de terapia psicológica. Ambos son escenarios limitados estratégicamente para evitar riesgos sanitarios durante el rodaje, pero al mismo tiempo, idóneos como recursos narrativos para abrirse y lentamente desnudar el alma de los personajes exponiendo sus mayores miedos.
De hecho, Hunter Schafer, actriz y modelo que da vida a Jules, debutó en esta segunda parte como co-escritora y productora, compartiendo íntimas reflexiones sobre el significado de la feminidad y su sexualidad como mujer transgénero. Al llegar al clímax de este episodio se adopta un estilo de cine impresionista, que se caracteriza por permitir que la psicología de los protagonistas altere de forma inconsciente la imagen que el espectador ve, es decir, muestra una visión abstracta y subjetiva por encima de la realidad, un ejemplo claro de este recurso se aprecia en las secuencias de las memorias en Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, cinta a la que, por momentos nos remite este capítulo. Dicho montaje hacia el desenlace facilita conectar las ideas y discurrir de un tema a otro de la trama con total fluidez expresando en imágenes lo que no podría definirse solamente con las palabras de Jules.
Y aunque en la ficción donde se desarrolla Euphoria no hay pandemia que esté deteniendo el mundo, es cierto que estos especiales transmiten esa sensación particular que nos da el encierro, la percepción de estar en pausa y ver en retrospectiva, la oportunidad de ponerle atención a nuestros alrededores sin ignorar el presente con las distracciones cotidianas.
Por lo pronto, a los fans no nos queda más que permanecer a la expectativa de la siguiente temporada, esperando que continúe siendo como hasta ahora, divertida, audaz, conmovedora y visualmente hipnotizante.
*Licenciada en Comunicación, analista cinematográfica y colaboradora en CinEspacio24 Noticias
Sé el primero en comentar en ««Euphoria»: La estética de la caótica generación Z»