La cinta surcoreana Estación zombie 2: península, dirigida por Sang-ho Yeon, es una película que cumple con ser entretenida, pero no logra estar a la altura de la primera parte.
Por Mahonri Alarcon* Las películas de zombies nos han demostrado que se puede combinar el terror con muchas otras emociones y géneros. Resulta bastante flexible para los directores y guionistas crear una historia que involucre a los monstruos predilectos de las dos últimas generaciones de cinéfilos. El director surcoreano Yeon Sang-ho nos trajo en 2016 Estación Zombie (Train to Busan) y renovó la formula al incorporar elementos sentimentales y darle a las criaturas una dimensión de amenaza real pero eludible. En aquella cinta podíamos percibir el peligro, pero los protagonistas contaron con un par de aliados valiosos: la oscuridad y el silencio. En la primera entrega tuvimos entrañables personajes que deseábamos ver sobrevivir o en algunos casos morir y la tensión de esos veloces zombies pisando los talones vagón a vagón nos entregaron una de las películas más entretenidas del género y un muy buen sabor de boca con respecto al cine que se hace en el país del K-Pop. Pasaron cuatro años desde aquel magnífico viaje en tren y Yeon Sang-ho regresa este 2020 con una nueva visita a la postapocalíptica Corea del Sur con Estación Zombie 2: Península. Desde los adelantos pudimos ver que esta nueva historia sólo compartiría espacio geográfico con su antecesora y que esa fórmula renovada de involucrarnos con personajes en historias de zombies no sería malgastada tan pronto. En esta nueva producción conoceremos a Jung Suk (Gang Dong-won), antiguo militar surcoreano que vive en Hong Kong, alejado de la casi abandonada Corea del Sur, quien es tratado con xenofobia por ser originario de la península coreana. Junto a un equipo de compatriotas se le presentará la oportunidad de regresar a su patria para recolectar un botín y cambiar su suerte. El reparto lo completan Lee Jung-hyng, Lee Re, Kwon Hae-hyo, Kim Min-jae y Kim Do-yoon en los papeles principales. La apuesta en esta secuela independiente es clara: ser una película más comercial, mas de acción que de suspenso, alardear del duplicado presupuesto que recibió y competir con producciones estadounidenses similares. Aquí comenzamos con los errores de esta cinta. El gran atractivo de su predecesora fue que los personajes eran maravillosos y cualquier espectador esperaría un desarrollo similar, con la misma calidad al menos, en cambio obtenemos estereotipos y personajes totalmente olvidables y que no te preocupa en lo más mínimo que en la primer horda de zombies todos perezcan devorados. El excesivo uso del CGI y las explosiones a lo Michael Bay hacen que sea mas atractiva visualmente que la primera parte pero no le suman en nada a la trama. Para esta secuela perderemos esa cautivadora estética claustrofóbica a bordo de un tren y pasaremos a una ciudad en ruinas y a oscuras donde no sentiremos la misma tensión, no habrá mayor estrategia que acelerar un auto a toda velocidad y conducciones frenéticas sacadas de Mad Max y Rápidos y Furiosos, y el objetivo será más superfluo. Se nota que el director quiso incorporar un poco de ese gancho de una historia trágica y sentimental de la película de 2016, al colocar una familia y una deuda moral en la trama pero la simpatía que generan no alcanza para preocuparnos lo suficiente y tenernos al filo del asiento. Mientras veía esta película recordé por momentos a Zombieland (2010), cualquiera de la saga de Resident Evil y hasta Escuadrón Suicida (2016). Con esto quiero decir que no le veo una personalidad propia a Península como lo demostró Estación Zombie. Una secuela decepcionante y sin todo lo plausible de su predecesora. Para el pesar de aquellos que nos emocionamos con aquel viaje en tren de hace cuatro años, esta producción engrosa las filas de las malas segundas partes. Para salvar un poco el honor de esta película, puedo agregar que es entretenida y divertida por momentos, la desidia entre ser una película de acción o continuar con la línea que había dejado Estación Zombie, no le permite a Península alcanzar a trazar su propio camino y tropieza en definir su estilo pero cuando quiere divertir lo hace bien, cuando quiere forzar ese lagrimal que pudo ser estimulado en la primera parte, casi lo logra o lo logrará entre los más sensibles. La reflexión que me causó este nuevo vistazo a una devastada Corea, versa en los valores de historias en crisis: lealtad, amistad, solidaridad, voluntad de vivir; al mismo tiempo tenemos una critica a lo oscuro de la humanidad en tiempo difíciles: codicia, traición, falta de empatía. El público que decida darle una oportunidad a Península podrá meditar sobre la actitud de sus semejantes ante problemas y desastres, al igual que la actitud propia hacia los demás.
*Filósofo, analista cinematográfico, colaborador en CinEspacio24 Noticias
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