El guardián de la memoria, documental dirigido por Marcela Arteaga, nos narra cómo la comunidad de Guadalupe en Ciudad Juárez, Chihuahua, tuvieron que emigrar para salvar sus vidas, ante el acoso del crimen organizado y las autoridades federales y estatales.
Por Arturo Brum Zarco* Dice la frase “pueblo chico, infierno grande” y, desafortunadamente, ese infierno no fue metafórico para la sociedad de Guadalupe en Ciudad Juárez, Chihuahua, una comunidad que tuvo que emigrar y huir del crimen organizado y de las autoridades federales y estatales. A esa alianza entre delincuentes y gobierno, el abogado Carlos Spector, especialista en asilo político, lo definió como “crimen autorizado”. Llegó a esa conclusión después de ver la cantidad de familias que llegaban del pueblo de Guadalupe para pedir que se les recibiera en suelo estadounidense. Familias que tuvieron que abandonar todo por un gobierno corrupto, donde la impunidad es su mayor característica y la delincuencia su aliado. Este hecho terrible y vergonzoso es lo que nos narra el simbólico y profundo documental El guardián de la memoria de la directora Marcela Arteaga; un trabajo que por medio de testimonios a los que habitaron dicha comunidad y al abogado Spector, recrea cómo un pueblo como cualquier otro (con vida) se convirtió en un lugar en ruinas (muerto). A través de recreaciones simbólicas y poéticas, la directora nos muestra secuencias de casa inhóspitas, objetos abandonados, lugares desérticos, ropa vieja, que si bien su composición es notablemente hermosa, se contrapone con las historias que tienen atrás, unas que cuentan cómo esos sitios y esas cosas fueron abandonadas por sus dueños para salvar sus vidas. El filme nos presenta dos líneas argumentales: la primera, la del abogado Spector quien funge como un analista del fenómeno y explica que es gracias a la complicidad del crimen organizado y la autoridades gubernamentales que mucha gente se ve en la necesidad de emigrar y tajantemente comenta: “lo peor del exilio es saber que te robaron una parte de ti”. La segunda son los testimonios de las personas que vivían en Guadalupe: mujeres, hombres, niños, pequeños empresarios, amas de casa, abuelas, que sin tener ninguna relación con la delincuencia poco a poco tuvieron que escapar. Ya que como ellos mismos explican la violencia y el acoso comenzó en 2008 cuando agentes federales y el ejército llegaron a la comunidad a invadir las casas y a realizar arrestos ilegales; aunado a extorsiones, robos y matanzas del crimen organizado. Todo esto bajo el contexto de la fallida guerra contra el narcotráfico que inició el entonces presidente de México, Felipe Calderón, y con el apoyo del que fuera gobernador de Chihuahua, César Duarte. Sin mostrar ninguna escena violenta o sangrienta, la directora logra que el espectador sienta empatía, coraje, rabia y tristeza por ese pueblo, esa gente, esa comunidad que vivió un infierno. Así, el documental se convierte en una caja fuerte para guardar la memoria de esas personas que para salvar su vida abandonaron su país. *Periodista y realizador. Director y Editor en CinEspacio24 Noticias. Colaborador en Cio Noticias.
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