«El baño del diablo», cuando la depresión se convierte en condena – CinEspacio24

«El baño del diablo», cuando la depresión se convierte en condena

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Crítica de El baño del diablo, cinta de los directores austriacos Severin Fiala y Veronika Franz. Una película que destaca por su exploración de temas como el suicidio, la depresión y el dogmatismo religioso. Ambientada en Austria del siglo XVII, la película narra la historia de Agnes, una mujer que lucha contra la depresión y el rechazo por no poder cumplir con las expectativas de la maternidad. 

Por Arturo Brum Zarco*

@arturobrum

En una pequeña comunidad de Austria del siglo XVII, un sacerdote católico habla desde su escueto púlpito a los miembros de su iglesia sobre el gran pecado del suicidio, un acto que, según sus palabras, es lo peor que puede realizar un humano, pues el único que decide el final es Dios. Por lo tanto, asegura, la persona que se quita la vida irá al infierno, no tendrá sepultura y su cuerpo será arrojado a la basura. El suicidio, comenta, no tiene el perdón de Dios. Cualquier otra cosa, incluso el asesinato, asegura, sí lo tiene, ya que basta con la confesión para encontrar el perdón y la gracia del Señor.

Esa es una de las secuencias más reflexivas y perturbadoras de la nueva cinta de los directores Severin Fiala y Veronika Franz, El baño del diablo, ya que el montaje en paralelo que presentan en esta parte del filme es contundente y expresa el conflicto que mostrarán a lo largo del largometraje, pues mientras el sacerdote habla, sus palabras se combinan con las imágenes del cuerpo de una persona que se suicidó y que se pudre en una zona llena de inmundicia. Todo esto bajo la mirada de angustia de la protagonista, una mujer desesperada por ser madre y que cada vez se hunde más en una terrible depresión.

Severin y Veronika son directores austriacos que, a dúo, han realizado algunas de las películas de terror contemporáneas más propositivas y vanguardistas, ya que su estilo contemplativo y onírico va a la par del sentimiento de desasosiego, locura y muerte que permea en sus argumentos. Es decir, su puesta en escena refleja de manera brillante la psicología de sus personajes, en el que uno de los temas más recurrentes en su filmografía es la maternidad.

Pero dicho tópico lo abordan desde un punto de vista opuesto a lo “convencional”. Por ejemplo, en sus cintas Dulces sueños, mamá (2014) narran cómo unos hermanos gemelos desconocen a su madre después de que esta se hizo una operación plástica, o The Lodge (2019), la historia de una madrastra que intenta llevarse bien con los hijos de su pareja, pero estos la engañan y la llevan a momentos de horribles torturas psicológicas.

Ambas cintas invitan a la reflexión sobre qué es ser madre, la maternidad no deseada y el rechazo de los niños ante una figura de autoridad que no aceptan. Todo esto acompañado de símbolos religiosos, ensoñaciones tétricas, recreaciones de problemas mentales y un buen manejo del ritmo, ya que la tensión no abandona en ningún momento las secuencias.

Ese quehacer cinematográfico que tienen los directores en crear perturbadoras ambientaciones se aprecia de gran manera en El baño del diablo, una historia donde la maternidad de nuevo es el eje de la narración, sólo que ahora se presenta en Agnes (Anja Plaschg), una mujer que añora ser madre, pero es casi imposible que lo consiga. Esto le provoca un tremendo rechazo a la vida, pues según dictan los cánones de su religión, uno de sus objetivos  es tener hijos.

Ante la mirada ortodoxa de su comunidad, Agnes está maldita, pues la melancolía se ha apoderado de ella. Es decir, el filme presenta la depresión como una suerte de posesión diabólica que los directores acentúan con las pesadillas de Agnes y su deseo de desaparecer del mundo.

No obstante, Agnes es consciente de que el suicidio no le permitirá entrar al reino de los cielos, sino que su destino será el infierno. Ante este miedo, ella ejecutará una práctica que se ha vuelto común, sobre todo en las mujeres de su comunidad: realizar un acto tan deleznable que la condena sea la pena de muerte, pero antes de eso tiene derecho a su redención por medio de la confesión a un sacerdote.

Los directores nos envuelven con una profunda fotografía en las entrañas de la depresión de Agnes, esto lo logran al combinar la naturaleza como un personaje más, pero un personaje lleno de contrastes que puede ser hermoso a la vista, pero inhóspito. Por tal motivo, el filme es un folk horror, pues las supersticiones del pueblo y el horror de la naturaleza resaltan los pensamientos oscuros de la protagonista.

Esta ambientación se destaca en una suerte de tumba de una mujer sin cabeza que fue sentenciada a muerte y a  la ignominia  por tirar a su bebé a una cascada (sin embargo antes de su castigo se confesó). En ese lugar, Agnes reza y parece identificarse con el cuerpo que ahí se encuentra, pues compartían la misma enfermedad, la depresión.

Basados en hechos reales, los directores critican el dogmatismo religioso, donde las mujeres que no cumplan con lo que dictan los parámetros de su religión en cuanto a lo que “deben ser”, son condenadas a la marginalidad y al señalamiento más cruel. En ese sentido, El baño del diablo es una cinta que, desafortunadamente, puede ser atemporal, pues cosas así siguen pasando en nuestros días.

Severin y Veronika usan el folk horror e historias reales para edificar en El baño del diablo un cuento perturbador sobre la soledad, la depresión y la melancolía de las mujeres. Una película perturbadora y reflexiva que invita a pensar sobre el fanatismo religioso y la opresión femenina. 

*Periodista, crítico de cine y realizador. Director de CinEspacio24.

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