El ángel, cinta argentina dirigida por Luis Ortega, está basada en un hecho real, narra la vida de un joven con cara de ángel que se convirtió en uno de los mayores asesinos seriales en los años 70 en Argentina.
Por Arturo Brum Zarco* En el cine hay personajes que te provocan desasosiego, que te alteran, quizá porque no te puedes identificar con ellos o no existe en tu “realidad” algo que justifique sus actos. Para ejemplo, está el Alex de la cinta Naranja Mecánica de Stanley Kubrick, o Paul y Peter del desgarrador filme Funny Games de Michael Haneke (que debo confesar no me atrevo a verla nuevamente a pesar de ser una gran obra). Personajes con una maldad innata, sin remordimiento, capaces de realizar actos atroces y no sentir nada al respecto. Pero, sobre todo, son interpretaciones que nos enseña que el mal no necesita cuernos y cola, que puede ser cualquiera o podemos ser cualquiera. Crear estos personajes es un alto riesgo (ya que pueden caer en simplones lugares comunes), pero en manos creativas nos muestran a asesinos sin ningún arrepentimiento de lo que hicieron. Ante eso, el cine no necesita explicarnos sus actos, sólo mostrarnos su esencia, para comprender nuestra sociedad, sus contradicciones, y entender que la maldad, así como el bien, está presente en este mundo. Tal es el caso del personaje Carlitos de la cinta argentina El ángel, dirigida por Luis Ortega y producida por Pedro Almodóvar; que nos narra, basado en un hecho real, la historia de quizá el peor asesino en serie que ha tenido Argentina, Carlos Robledo Puch; quien actualmente está preso en dicho país. Ambientada en los años 70, nos muestra los crímenes que cometió Carlos (interpretado maravillosamente por Lorenzo Ferro), un joven de 17 años que no tenía miedo ni prisa para entrar a una casa y robarla; como si se tomara su tiempo y fuera un placer hipnótico hacerlo. Carlos es un joven con una cara angelical, con unos bellos rizos y se lleva bien con sus padres; su madre es ama de casa y padre es un vendedor. No le hace falta nada, va a la escuela como cualquiera de su edad y aunque no tiene una situación económica cómoda, viven bien. Pero para Carlos, un joven que además es homosexual, no es suficiente. No vende lo que roba, lo regala; no le interesa el dinero, sólo esa naturaleza que él mismo llama: libertad. Así la cinta aborda el libre albedrío y lo hace de una manera estéticamente bella pero feroz. Cuando conoce a una familia que se dedica a robar, Carlitos (como le dicen) se une a ellos e inicia una actividad delictiva más violenta: roba todo lo que puede, mata sin piedad, y disfruta en todo momento de la violencia. El ángel es una cinta que no intenta explicarnos el porqué actúa así Carlitos. Alguien que no tiene el mínimo remordimiento incluso cuando le quema la cara a uno de sus socios. Asimismo, la cinta es un producto bello pero brutalmente realista y desolador. Basado en un hecho real, el largometraje, que se presentó en el Festival de Cine de Cannes el año pasado, se toma varias atribuciones para contarnos la vida de un joven con una cara angelical pero con un gusto por robar y matar como ninguno. Por eso, cuando la policía lo atrapó en los años 70, los medios argentinos los apodaron “El ángel de la muerte”.
*Periodista y realizador. Director y Editor en CinEspacio24 Noticias. Colaborador en Cio Noticias y Oculus Todo el Cine.
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