Con grandes actuaciones de Vanessa Kirby y Shia LaBeouf, Fragmentos de una mujer, de Kornél Mundruczó, narra el sufrimiento de un matrimonio que pierde a su hijo durante un parto casero por la negligencia de una matrona.
Por Isaac Piña Galindo*
Treinta minutos tensos que conjugan suspenso, sonrisas y lágrimas, alivio y conmoción. Así es el prólogo prácticamente perfecto con el que abre Fragmentos de una mujer, la nueva película del director húngaro Kornél Mundruczó.
Conforme avanza dicha apertura, Mundruczó expone los elementos cinematográficos con los que narrará el filme; por un lado, una base metafórica expresada por el paso de las estaciones y la imagen del puente, un sitio en ruinas que se encuentra en las primeras etapas de restauración.
Por otra parte, tenemos una base desnudamente humana. La pareja protagonista conformada por Vanessa Kirby en el papel de Martha, una mujer estoica y en supuesto control total, y Shia Labeouf como el colérico, pero también atento y cariñoso, Sean.
De igual manera, la introducción exhibe el estilo parco, casi invisible, del director: planos cerrados que escudriñan las actuaciones de Labeouf y Kirby, la luz fría, amarillenta y blancuzca, que establece el tono del melodrama, y la cámara en movimiento, que poco a poco toma la forma del plano-secuencia con el propósito de mantener la tensión alta y subrayar la crudeza del agitado y emocional comienzo de la película.
Conforme progresa el drama, Mundruczó ocupa el plano medio y el plano entero para que respiren los dos actores principales, aunque en los momentos de choque o de introspección el director “fragmenta” el cuerpo y vuelve a trabajar con planos detalle que buscan ilustrar la pena, fijando la cámara en la tensión del cuello, las manos enroscadas y la mirada turbia. Una exploración puramente visual de cómo la pareja sufre el duelo y qué tanto su psique quedó afectada por el trauma.
La formación teatral del director se hace patente en su manejo del espacio para establecer cuál es la energía dramática que influye en la escena, y en el modo de manipular las visiones opuestas que encarnan Kirby y Labeouf. La carga emocional, o la complicada forma de expresar sus emociones, queda sugerida en las perspectivas cada vez más diferentes de la pareja, cuyo desconsuelo provoca que una simple diferencia de opinión pueda degenerar hasta en la agresión física o psicológica.
El estupendo guion escrito por Kata Wéber marca la pauta con la que Mundruczó aprovecha el espacio físico (los lugares) y el interno (lo emocional). Con el recurso narrativo de las pistas visuales, como las manzanas, y la pericia para encontrar el pulso del drama con diálogos precisos, Wéber explora la procesión de los protagonistas y la solitaria búsqueda de Martha y de Sean por encontrar un asidero que les permita sobrevivir y, con suerte, reconstruirse.
La británica Vanessa Kirby como Martha Weiss se adueña de la película al diseccionar a cabalidad la paulatina depresión en la que se sume su personaje. Mundruczó acierta de nuevo al rodear la brillante actuación de Kirby con un reparto de actores secundarios que contribuyen a su lucimiento histriónico.
Sobresalen Benny Safdie (director de Uncut Gems), como el apocado cuñado que representa el exacto opuesto del visceral Sean de Labeouf, y también Sara Snook (estrella de Succession) como la impasible y calculadora abogada que ayuda a la pareja en el caso de negligencia.
Pero más destacada aún resulta la participación de la excelente Ellen Burstyn, quien sin lugar a duda roba cámara como la matriarca elegante y autoritaria que, a la distancia, trata de controlar la vida y el matrimonio de sus dos hijas. Una interpretación impactante que confronta y eleva la actuación de Kirby con tan sólo unos minutos a cuadro.
En una escena en particular, a la postre clave para la trama, Kirby y Burstyn protagonizan un duelo actoral que realza el desempeño de cada una y profundiza sobre la compleja y maltrecha relación de madre-hija de sus personajes.
Con la escena, Mundruczó analiza el modo en que la actitud controladora de la madre afectó el concepto de maternidad de Martha, y explica por qué luego de la tragedia se agudiza el resentir hacia su madre así como el motivo de su posterior aislamiento y eventual catarsis.
La secuencia sintetiza el sobrio y contundente trabajo de puesta en escena y de cámara de Mundruczó, un logro remarcado por el ritmo orgánico conseguido por la gran química entre los actores y gracias también a los diálogos escritos por Wéber, los cuales delinean sutilmente la personalidad de cada personaje.
Con Fragmentos de una mujer, el binomio húngaro Mundruczó-Wéber muestra su carta de presentación en el mercado estadounidense y lo hace con un vehemente estudio de personaje. Un melodrama que se concentra en dilucidar las secuelas de una experiencia traumática, a la vez que cavila sobre la capacidad del dolor para transformar o reestructurar nuestras relaciones afectivas.
*Cineasta, analista y colaborador de CinEspacio24 Noticias
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