Un partido que está en la memoria de todo amante del deporte, un juego que el fanático del tenis jamás va a olvidar. El duelo entre los tenistas Borg y McEnroe en la final de 1980 en Wimbledon es la base de la película Borg vs. McEnroe, una biopic que no muestra el predecible heroísmo deportivo, sino la intimidad y el miedo de sus protagonistas.
Por Arturo Brum Zarco * @arturobrum Fuera de asuntos comerciales, promotores o publicidad, los deportistas realizan actos que no cualquiera puede hacer: patear un balón a una velocidad inigualable, saltar como si estuvieran «volando», etcétera. En ese sentido el deporte es un acto real donde el ser humano ejecuta una actividad donde la condición física y mental llegan al límite. Por ejemplo, en el tenis, que además tiene un sistema de puntuación un poco más complejo que otros deportes, el deportista tiene una precisión certera para que una pelota atraviese una red y pegue en la punta de la cancha de su rival; asimismo, dispone de una agilidad y una fuerza envidiable. Es decir, dejando a un lado la mercadotecnia, los deportistas son personas casi sobre naturales. En 1980 en la final de Wimbledon, dos tenistas, de diferentes estilos, nos regalaron uno de los partidos más inolvidables de la historia. Bjorn Borg tenista sueco y John McEnroe, estadounidense, jugaron una final de cinco sets para ver quién era el mejor. En ese entonces, Bjorn jugaba su quinta final consecutiva y después de mucho esfuerzo logró ganarle a McEnroe y ganar su quinto título de Wimbledon. Una historia puesta para una película, y eso es lo que aprovecha el director danés Janus Metz y realiza la cinta Borg vs. McEnroe, tomando como eje narrativo ese épico partido de tenis. La cinta no es la predecible película de heroísmo deportivo; al contrario nos muestra la intimidad de los dos deportistas, sus miedos, fobias, desesperación y, sobre todo, la principal motivación que necesita todo atleta: la rivalidad. Entre Borg y McEnroe existía una rivalidad, no de odio, sino de buscar tener mayor precisión a la hora de utilizar la raqueta, en lograr más potencia al golpear la pelota. La sana rivalidad es la piedra medular del deporte. Eso nos muestra el filme de Metz, esa rivalidad en conjunto con el pánico de los dos deportistas. Por una parte está Borg, un tipo calmado y callado, que va a pelear por su quinto título, es el favorito y todo el mundo está mirándolo: como si fuera un tipo de morbo, quieren ver al héroe caer. Por su parte, McEnroe es un joven desesperado y con un mal carácter, pero con una calidad que lo hizo uno de los mejores de la historia. El bueno y carismático Borg contra el iracundo y rebelde McEnroe. Sin cursilerías y heroísmo banales, el filme nos muestra la personalidad de cada uno y cómo llegaron hasta la final. Asimismo, tiene un tema de trasfondo interesante, la soledad del atleta, ya que se convierten en personajes mediáticos, héroes populares, seguidos por los niños y amados por las mujeres y hombres. Un peso gigante para cualquier ser humano. Quizá por eso algunos de los más grandes deportistas colapsan (ahí está el caso de Maradona, que incluso hay quienes lo consideran un Dios). El color y la fotografía de la cinta es opaca, para transportarnos a un sentimiento de soledad y desesperación: miles de ojos están sobre ellos. Las actuaciones de Sverri Gudnason como Borg y Shia LaBeouf interpretando a McEnroe son adecuadas, los dos transmiten esa rivalidad, pero al mismo tiempo ese respeto al rival, así como un temor casi paranoico por perder. Borg vs. McEnroe no es una película más de un hecho deportivo, ya que ésta ahonda en los miedos de sus protagonistas y nos enseña que aunque son seres casi sobrenaturales son humanos.
*Periodista y realizador. Director de Comuniocación y Editor de CinEspacio24
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