«Aún estoy aquí», condena y entereza – CinEspacio24

«Aún estoy aquí», condena y entereza

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Crítica de Aún estoy aquí. Filme del director brasileño Walter Salles. Protagonizado por Fernanda Torres, la cinta está basada en las memorias de Marcelo Rubens Paiva, en las que narra cómo su madre se vio obligada al activismo político cuando su marido, el diputado izquierdista Rubens Paiva, fue capturado por el régimen durante la Dictadura militar de Brasil, en 1971. Película nominada a tres premios Oscar, Mejor Película, Mejor Película Extranjera y Mejor Actriz. 

 

Por Isaac Piña Galindo*

@IsaacPi15a 

En el clima político y social de hoy en día, las noticias y los artículos virales en redes sociales abruman y nos dejan saturados, cansados o una mezcla de los dos.

La película histórica (y drama social) de Walter Salles, Aún estoy aquí, representa una instantánea que quema lentamente, una suerte de filme casero que captura cómo es convivir con la angustia y el nerviosismo de que en cualquier momento explote esa olla de presión que llamamos “la circunstancia de nuestra realidad”.

Presente convulso que atraviesa el día a día y el quehacer doméstico pero que permanece agazapado, oculto, camuflajeado, razón por la cual quizás no hemos experimentado (sufrido) de primera mano el accionar del mecanismo estatal.

Este filme brasileño narra la historia de la familia Paiva, comandada por Renato, padre, y Eunice, madre, quienes tienen 5 hijos y una hermosa casa cerca de la playa en Río de Janeiro.

La dinámica en el hogar Paiva discurre sin pormenores, los hijos tienen amigos, aventuras, escuela y romances, mientras que los padres conducen una vida tranquila junto a amigos muy cercanos que radican en las calles aledañas.

No obstante, y cómo mencioné en un inicio, el marco histórico y social es volátil y complejo ya que la familia Paiva disfruta esta apacible rutina a pesar de encontrarse rodeados por el aparato estatal que gobernaba en ese entonces, en el Brasil de los 70.

Salles propone entonces un melodrama que, en sus primeros compases, se percibe luminoso, idealista quizás, con imágenes de los Paiva en la playa, jugando, cenando y bailando juntos, estampas hermosas y tiernas a partes iguales.

Retrato que, no obstante, también reluce por su fragilidad, ya que la cámara poco a poco toma nota de la aparición de los militares cerca de la playa, apenas unos segundos a cuadro manifiestan el probable choque de realidad que se avecina.

Dicha burbuja de protección en efecto se rompe cuando la policía militar aprehende (secuestra) al afable Renato Paiva con motivo de una supuesta acusación de disidencia, porque, según la investigación del gobierno, Paiva colabora y apoya a la llamada izquierda terrorista.

El evento quiebra el núcleo familiar y reconfigura la vida diaria de la madre y los hijos. A partir de dicha fractura, la película toma un cauce distinto y Salles gradualmente nos acerca al terreno de la denuncia, la memoria histórica y la advertencia.

Los guionistas Murilo Hauser y Heitor Lorega plantean una trama cuyo desarrollo se desdobla en tres partes, más un epílogo ubicado en 2014; el grueso de la historia ocurre alrededor de los días cuando se da lugar el secuestro, mientras que el principio y el desenlace de la cinta son, básicamente, el antes y el después de dicho acontecimiento.

La dirección de Salles deja claro que la película inicial y final configuran dos filmes opuestos, de texturas y emociones con una energía y cadencia distintas.

Esto queda de manifiesto gracias en gran medida al aspecto visual con la fotografía de Adrian Tejido, cuyo trabajo captura la primera parte mayormente en exteriores, entre la playa, los paseos en coche y el patio de la casa, con el encuadre en numerosas ocasiones bañado con la intensa luz del Sol brasileño.

Cuadros llenos de vitalidad y celebración, complementados por las vistas fugaces capturadas en formato de super 8 mm, decisión de aguda sensibilidad pues la calidad “amateur” y directa del filme contribuye a que el espectador forme parte del círculo familiar.

Caso contrario la segunda mitad de la cinta, narrada en clave de thriller con fotogramas que relucen por los rostros anónimos de policías y soldados que vigilan en la penumbra, mientras que la familia queda retratada con una serie de close-ups agobiantes que a su vez desaturan la colorida foto del inicio, cambiando los tonos cálidos por tonos verdes y azules apagados.

El peso emocional de ambos relatos recae sobre los hombros de Eunice Paiva, la esposa y madre devenida activista y abogada, interpretada por Fernanda Torres con una dignidad y gentileza de verdad cautivantes.

Antes cabe notar también la brillante labor actoral de Selton Mello como Renato Paiva, una interpretación que transmite calidez y compasión, en primer lugar con la familia y los amigos, una sensibilidad que más tarde demuestra con idéntico compromiso y simpatía para con la fuerza opositora rebelde.

El retrato que hilan Mello y Salles dejan entrever la personalidad del padre por medio de la convivencia con los hijos: los desacuerdos, las muestras de cariño, la complicidad y los momentos de mano fuerte (pero siempre paciente), ilustran la particular figura de Paiva y lo que representa para su círculo cercano (y después para Brasil, cuando Paiva se transforma en una suerte de ícono de la lucha por los derechos humanos y la búsqueda de justicia histórica).

Sin duda, la dinámica actoral entre Selton Mello y Fernanda Torres constituye el ancla emocional del filme, en primer lugar, por ser el faro que ilumina por igual a la familia y a su grupo social, luego como figuras de una batalla social contra el totalitarismo y los crímenes de Estado.

Fernanda Torres asume la tarea titánica con una compostura que rebosa humildad, fiereza y honestidad en igual medida.

Conforme crece el relato se incrementan los distintos retos que supone reconstruir el nido familiar, desde la afronta psicológica de asimilar y superar el impacto provocado por la desaparición del esposo y padre, hasta reconvertir la “casa soñada junto a la playa” en una fortaleza que los proteja del hostigamiento vigilante de las fuerzas del estado.

De forma tal que cada decisión que toma Eunice se torna urgente así como crucial.

En varios pasajes de esta segunda parte de la cinta, la voz y los gestos de Fernanda Torres logran reflejar la intrincada conjugación de emociones que despierta toda la experiencia, desde la confusión y la furia hasta los momentos de preocupación o dulzura para con su familia.

La madre, ahora pilar único de la familia, navega contra la intempestiva fuerza anónima de la persecución y la condena, una batalla aciaga (enfadosa) donde, no obstante, llegan a ocurrir triunfos raros o, cuando menos, instantes de cierto grado condolencia que ayudan a sobrellevar la ordalía.

Aún estoy aquí es una película oportuna para el turbulento trajín sociopolítico de finales del 2024 y del presente 2025, ya que Salles arguye y expone (y condena) de forma contundente el peligro del totalitarismo sea cual sea la ideología política que abandere.

El filme de Walter Salles es un melodrama inteligente que igualmente califica como un emotivo thriller social, donde queda patente el respeto y el valor que se le da al trabajo encomiable (a veces invisible) que realizan los defensores de los derechos humanos, así como se celebra la determinación de todo aquel individuo que haga ejercicio pleno de su libertad de expresión al manifestarse por una sociedad más justa y equitativa.

Director y Crítico de Cine. Colaborador de CinEspacio24

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