Crítica de Araña Sagrada, dirigida por Ali Abbasi, quien nos narra la perturbadora historia de un asesino serial en Irán y cómo una periodista hace todo lo posible para atraparlo.
Por Arturo Brum Zarco*
El gobierno y parte de la sociedad iraní son enemigos de las mujeres. Sólo hay que ver las recientes manifestaciones en dicho país por el asesinato de Mahsa Amini, quien el pasado 13 de septiembre de 2022 fue arrestada y golpeada por la policía de la moralidad por usar, según su tonto criterio, inadecuadamente su hijad. La joven de tan sólo 22 años murió tres días después de ese incidente.
Ese espantoso acontecimiento provocó marchas, manifestaciones y condenas internacionales en contra de Irán; no obstante, las autoridades han minimizado el asunto, alegando que todo es un complot para desestabilizar al país.
En este horrible contexto en el que viven la mujeres en Irán, se estrena la reciente cinta del director iraní Ali Abbasi (quien desde hace muchos años reside en Dinamarca y Suecia), Araña Sagrada (Holy Spider), la cual se presentó en el reciente festival de Cannes, una obra que de manera realista y por momentos quizá pecando de ser demasiada explícita en cuanto a la violencia que presenta, construye un mensaje contundente para el espectador: la misoginia es un pensamiento que perdura por transmitirse de generación en generación.
Basada en hechos reales, Araña Sagrada está ambientada en 2001, en la ciudad santa de Mashhad, en Irán, y nos narra cómo en ese lugar un hombre de mediana edad, ex militar y radical religioso, asesina sin piedad a muchas trabajadoras sexuales.
Así, la periodista Rahimi (papel que realiza magistralmente Zar Amir Ebrahimi, que le valió el premio a Mejor Actriz en el festival de Cannes), viaja desde Teherán para investigar el caso, y descubrirá que la policía local no tiene mucho interés de detener al asesino en serie.
Bien se puede etiquetar a esta cinta como un buen Neo-noir, donde la periodista hace el trabajo detectivesco que le correspondería realizar a las autoridades, ya que es ella la que entra en ese mundo de pobreza, discriminación, drogadicción y violencia que permea en la ciudad.
De esa manera, el director construye dos líneas narrativas, pues su interés no es presentar una obra convencional de asesinos seriales donde el villano es descubierto al final, sino mostrar la visión de la reportera y del asesino.
Por medio de los ojos de la reportera somos testigos de un lugar conservador y peligroso para la mujer, pues se acentúa lo absurdo y dañino de la existencia de una policía de la moral.
En el otro sentido, la perspectiva del asesino nos muestra a un hombre que cree que está realizando actos religiosos y cuidando su nación, esta visión, que para nada romantiza al personaje, nos muestra cómo gran parte de la sociedad aplaude sus acciones y lo convierten en un héroe. Sobre todo su hijo, un adolescente que interpreta que lo que hizo su padre fue correcto y necesario.
Con esas dos perspectivas el director deja claro que la violencia y la misoginia no sólo continúa por las exigencias del gobierno islámico radical, sino también desde la intimidad de la familia, donde se arraiga tanto el odio a la mujer que se transmite a la infancia.
Destaca el gran diseño de producción de la cinta, pues el director que tiene prohibido realizar este tipo de películas en su país natal, realizó las filmaciones en Jordania, por lo cual resalta el laborioso trabajo para hacer una atinada representación de la ciudad de Mashhad a finales de los 90.
Araña Sagrada, que se estrena en salas de cine este 27 de abril, es demoledora en su mensaje y muestra una terrible realidad: el gobierno y parte de la sociedad iraní son enemigos de las mujeres.
*Periodista y realizador. Director de CinEspacio24.
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