El universo zombie es tan amplio que cada vez se vuelve más complicado mostrar una idea que se sienta fresca. Han pasado de ser aquellos entes que volvían de la vida en busca de un jugoso y suculento cerebro a convertirse en seres increíblemente ágiles de fuerza desmedida.

El director decide irse por la segunda vía y crea una atmósfera que parece emular al filme Exterminio (Danny Boyle, 2002). Asimismo se apoya con tomas de tipo falso documental para mostrar con violencia explicita la catástrofe que podría significar una emergencia de esta magnitud.

Sin embargo, no parece tomarlo enserio, ya que la película se desvía de este camino sangriento en más de una ocasión, y enseña tintes de sátira al género que recuerdan a Tierra de Zombies (Ruben Fleischer, 2009), sólo que con menos ingenio y más absurda.

Tiene un reparto poco destacado que fácilmente se va junto con la mitad de la cinta que es demasiado larga para lo que tiene que ofrecer. Una vez que desechan a la mayoría del cast y enfocan la historia en los personajes principales es cuando comienza a carburar la película.

La parte final del largometraje deja de ser tan desechable y comienza a proponer, pero tristemente nunca se separa de su sombra tan marcada de “comedia”.

Tratar a uno de los temas iconos del terror como algo desechable resulta insultante para el público.