Aunque el tiempo de ejecución de dos horas y media del filme puede fatigar a algunos, esto es compensado con la atención al detalle que puso la directora, guionistas, actores, destacando el trabajo de la interprete alemana Sandra Hüller (también nominada a un Oscar en la categoría de Mejor Actriz) y todo el equipo en su ejecución. La ambientación musical y la cinematografía se utiliza para incrementar la tensión y exteriorizar los sentimientos de los personajes. En una primera examinada, parece no haber decisiones técnicas imprevistas.

Por su parte, el diálogo, es un ejemplo de escritura de guión, ya que los hechos que modifican el pensamiento de los espectadores se sueltan de manera paulatina fomentando la curiosidad y la incertidumbre. Las conversaciones atacan o defienden lo cual incita el conflicto. Además, los personajes no revelan información evidente entre sí y, sobre todo, no siempre dicen todo lo que piensan.

En cuanto al subtexto, Anatomía de una caída, entre otras cosas, evalúa los sesgos sociales, es decir, cómo los sistemas de creencias con los que hemos crecido y que hemos asimilado a través de los grupos de poder dominantes pueden ser perjudiciales y arbitrarios contra las minorías y los grupos vulnerables, y cómo estos grupos de poder frecuentemente imponen su lógica aún si está fundada en la conjetura y no en una verdad compleja y meticulosamente analizada.

A pesar de que la película se enfoca en un juicio y en una situación particular, trasciende por su capacidad de abstraer temas que nos afectan día a día: nuestros juicios de valor no son imparciales y están sujetos a la cultura dominante, lo que genera un sin fin de injusticias no sólo a nivel legal, sino en lo público, en lo familiar y en lo cotidiano. La justicia es ciega pero los humanos no lo somos. A mi gusto, Anatomía de una caída, que se estrena este 25 de enero, es una cinta que llegó para quedarse como una de las mejores películas del año.