Crítica de Alien:Romulus, dirigida por el uruguayo Fede Álvarez y protagonizada por Cailee Spaeny. Un filme que regresa al horror que nos presentaron en las primeras películas de la saga. El director lo consigue al llevarnos a un sitio claustrofóbico donde el Xenomorfo hará lo que mejor hace, atacar y reproducirse.
Por Arturo Brum Zarco* Cuando Ridley Scott y el guionista Dan O’Bannon hicieron la primera película de Alien en 1979, tenían muy claro lo que querían mostrar en pantalla, el primero buscaba que el filme fuera un “Masacre en Texas de Ciencia Ficción” una referencia al largometraje de horror de Tobe Hooper; el segundo deseaba que la historia fuera de astronautas con el estilo de la cinta Tiburón (1975) de Steven Spielberg. Es decir, ambos sabían que Alien era una película de terror y ciencia ficción. Con esa idea y con la creación de quizá el monstruo más espeluznante del cine, diseñado por el artista suizo H.R. Giger, el Xenomorfo (o Alien), un ente con cabeza fálica, cuerpo esquelético, sin ojos y con el que no se puede dialogar, dio como resultado el inicio de una de las sagas más importantes dentro de los géneros ya mencionados. Pero la fortaleza de Alien no sólo está en la forma de cómo crea miedo a través de un monstruo que permea en la oscuridad, o en el estilo novedoso de su ambientación de ciencia ficción, una más oscura y sucia. La saga de Alien también destaca por su subtexto, en el cual la reproducción, la evolución, la maternidad, la ambición material, los simbolismos sexuales y la búsqueda por el inicio de la humanidad están presentes en todas las cintas; en algunas, evidentemente, mejor abordadas que otras. Todos estos puntos aparecen en la película Alien: Romulus, filme que ya se encuentra en cartelera, dirigida por el uruguayo Fede Álvarez, quien impregna su propio sello y respeta y referencia a las cintas anteriores. Así, realiza una obra donde presenta un trasfondo dramático que la aparta de los otros filmes de la saga, el tema de la hermandad. La película se llama Romulus por el mito de los hermanos gemelos Rómulo y Remo quienes fundaron Roma, una metáfora del comienzo de la civilización. Tomando como base ese relato, Fede Álvarez nos presenta de forma metafórica la decadencia de una sociedad por medio de sólo seis personajes, cada uno con su respectivo hermano. El inicio de la cinta, que tiene un estética y un tratamiento al estilo Cyberpunk, nos muestra a Rain (interpretada de forma brillante por Cailee Spaeny) y a su hermano Andy (David Jonsson), quien en realidad es un cyborg quien tiene el objetivo de proteger y hacer feliz a su hermana. Ellos viven en una colonia minera de un distante y decadente planeta, atrapados bajo las órdenes de una mega corporación que los obliga a trabajar en pésimas condiciones y nos les permite salir de ese terrible lugar. No obstante, cuando cuatro jóvenes se ponen en contacto con ellos, les plantean una idea para salir de ese planeta e ir a otro sitio en el que el Sol sí aparece. Su misión es ir a una nave abandonada que se encuentra en los límites de su planeta y usar los recursos que se están ahí para escapar. Aquí está la parte más débil del guion al no contextualizar las habilidades de los protagonistas en cuanto al uso de tecnología y conocimientos de aparatos espaciales. Al llegar a dicha nave se encuentran con un lugar abandonado en el que se realizaron extraños experimentos, y los famosos Atrapacaras y Xenomorfos entran a escena para hacer lo que su naturaleza les dicta, aniquilar y reproducirse. Destaca que el lugar donde sucede todo el terror y la acción pertenece a la corporación Weyland-Yutani (que aparece en las primeras entregas de la saga). En ese sentido, Alien: Romulus es una historia que se encuentra ambientada entre la primera cinta que dirigió Ridley Scott y la segunda, Aliens (1986) de James Cameron. En relación con eso, Fede Álvarez, un realizador que se nota su amor por la saga, realiza diversas referencias a la primera y segunda entrega, usando en algunas secuencias las mismas técnicas narrativas e incluso repitiendo algunos diálogos memorable de las cintas pasadas, y consigue algo que últimamente se usa mucho y tiene un éxito efectivo: la nostalgia en el espectador. Con eso el director logra mantener la esencia de lo que los creadores de la saga querían, que Alien sea un referente del cine de terror y de la ciencia ficción. Álvarez lo consigue con buenas escenas de suspenso al mostrar pocas veces al Xenomorfo y resaltar su presencia sin que aparezca mucho a cuadro. Asimismo, con el poco reparto y unas tomas que consiguen llevar al espectador a una sensación de claustrofobia, el filme llena el encuadre de un terror seductor y abrumador, que se acentúa por medio del uso del body horror y un nuevo monstruo que tiene como subtexto la maternidad y la evolución del ser humano. Monstruo que igual que los efectos especiales de la cinta están hechos por medio de una forma artesanal, sin utilizar tanto recursos digitales, esto le da a la cinta un realismo que sorprende de manera terroríficamente agradable. Fede, que ya había enseñado sus capacidades para el terror en películas como No respires (2016) o en su arriesgado remake Evil dead (2013), presenta en Alien: Romulus un terror con un melodrama sobre la hermandad, con toques nostálgicos, con unos recursos técnicos a la antigua y con un trasfondo sobre la evolución humana que provocará pánico. Alien: Romulus es una buena película, pues continúa con la premisa de terror y de ciencia ficción que exige la saga, pero también encuentra su esencia particular y narra una nueva travesía de una final girl, Rain (Cailee Spaeny), quien le falta mucho para llenar el vacío que dejó la teniente Ellen Ripley (Sigourney Weaver) en las primeras películas de la saga, es por eso que quizá seguiremos viendo a Rain y a nuestro «querido» y «amigable» Xenomorfo en otras secuelas.
*Periodista, crítico de cine y realizador. Director de CinEspacio24.
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