«Memorias de un caracol», una viaje a través de la soledad y la esperanza – CinEspacio24

«Memorias de un caracol», una viaje a través de la soledad y la esperanza

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En esta crítica a la cinta animada en stop motion Memorias de un caracol, del director Adam Elliot, se destaca como el realizador tiene una propuesta contracultural que invita a reflexionar sobre la imperfección humana y a encontrar la belleza en la oscuridad.Este filme está nominado al Oscar a Mejor Película Animada. 

Por Arturo Brum Zarco*

@arturobrum

Nadie como el cineasta australiano Adam Elliot para mostrar la imperfección humana. Con su singular animación en stop motion, que mezcla de manera provocadora y brillante humor negro, muerte y depresión con mensajes esperanzadores y enternecedores, logra conectar con la naturaleza humana de forma abrumadora y realista. Resulta difícil no identificarse con alguno de sus protagonistas.

Sus personajes, siempre en tonos  café o negro, que representan la ambivalencia entre oscuridad y alegría, son creados desde una estética no complaciente. No busca la belleza física, sino la complejidad de un mundo interno, donde lo hermoso reside en excentricidades, enfermedades y circunstancias que moldean su carácter.

Por ello, el estilo de Adam Elliot es contracultural, pues se aleja de los estándares de animaciones convencionales. No sigue las fórmulas de las princesas de Disney, la alegría de Pixar o la belleza de Estudios Ghibli. Elliot es un provocador del cine animado.

Su rebeldía se manifiesta en la forma y el fondo. Sus historias abordan problemas físicos y mentales, miedos ante la discapacidad, gustos que algunos podrían considerar depravados, angustias por defectos corporales o alcoholismo.

Sus argumentos son irónicos y paradójicos, como la vida misma. Recrea la muerte en casi todas sus películas, a menudo como accidentes absurdos y lúdicos. Se burla de ella, pero también comprende su sufrimiento. Los contrastes son una constante.

Basta con revisar su filmografía para apreciar su atrevimiento. Su cortometraje de 2003, Harvie Krumpet (ganador del Óscar), narra la historia de un hombre con síndrome de Tourette, cuyo impulso irresistible de tocar la nariz de la gente con un dedo lo convierte en un ser solitario y sensible.

Asimismo, su primer largometraje, Mary and Max (2009), aclamado por la crítica y el público, es una entrañable historia sobre la amistad epistolar entre un hombre de Nueva York y una niña de Australia, quienes describen las calamidades y pocas alegrías de sus vidas, especialmente Max, quien sufre de síndrome de Asperger y ataques de pánico.

A pesar de lo radicales que puedan parecer sus argumentos, sus relatos están llenos de amor, comprensión, comedia, amistad y esperanza ante la agonía de la vida. Como si fueran historias kafkianas, donde sus personajes se sienten insignificantes, hay momentos en que abrazan su fragilidad y defectos para encontrar la paz.

Esa es la esencia de su reciente cinta, Memorias de un caracol. Ambientada en Australia en los años 70, esta película narra las vicisitudes de Grace Prudel, quien, ante su sofocante soledad, comienza a contar su historia a un pequeño caracol llamado Silvia.

Durante su narración, Grace comparte su obsesión por las figuras decorativas de caracoles y su amor por los conejillos de indias, elementos que la consuelan tras la muerte de su padre y la separación de su hermano mellizo, Gilbert.

Asimismo, encuentra cierto alivio en su nueva familia, admiradores de ejercicios de superación personal y actividades swinger. Uno de los momentos más hermosos de su vida es su amistad con Pinky, una mujer de la tercera edad, exbailarina exótica, que tuvo romances con cantantes famosos y se casó dos veces.

Uno de los conflictos más potentes de la cinta es la comunicación epistolar con su hermano, un ateo amante de la literatura y la magia, quien, por una ironía de la vida, es enviado a vivir con una familia religiosa ortodoxa que intenta cambiarlo. Aquí se presenta una crítica a las terapias de conversión, pues Gilbert es homosexual y su madre adoptiva intenta transformarlo.

Por su parte, Grace se convierte en una acumuladora, un fenómeno que afecta su vida. Como mencionó el director en varias entrevistas, la inspiración vino tras la muerte de su padre, quien era acumulador. Sus investigaciones para el guion revelaron que muchas personas con este problema sufren traumas del pasado.

Con su inconfundible humor negro y sus ácidos comentarios, Memorias de un caracol, nominada al Óscar a Mejor Película de Animación, es una de las mejores cintas de animación en stop motion, que aborda de manera por demás brillante la soledad, la acumulación como una enfermedad y la identidad.

Aunque algunos la consideran oscura y deprimente, en realidad esta película, como toda la filmografía de Adam Elliot es una invitación a apreciar la vida con todas sus imperfecciones.

*Periodista, crítico de cine y realizador. Director de CinEspacio24.

1 comentario en ««Memorias de un caracol», una viaje a través de la soledad y la esperanza»

  1. Leticia Zarco Gutiérrez | el 27 febrero, 2025 a las 6:19 am |

    Me encantó la reseña, muchas gracias 😊

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