Crítica de Los que se quedan, la nueva película del reconocido director Alexander Payne y protagonizada por Paul Giamatti, quien ha recibido grandes elogios por esta actuación. El filme, ambientado en los años 70, narra cómo unos estudiantes tendrán que pasar las vacaciones de Navidad con un profesor que detestan.
Un estilo de películas que es común encontrar desde los comienzos del cine es aquel que se conoce como Grand Hotel Movies o “Películas Gran Hotel”, en honor al filme estadounidense de 1932 con el mismo nombre. Este tipo de cintas consiste en reunir a un reparto coral, generalmente compuesto de individuos con diferentes trayectorias, personalidades y motivaciones, en (mayoritariamente) una sola locación durante toda la película. Esta configuración obliga a los protagonistas a socializar, y resolver sus diferencias.
Este estilo fue perfeccionado con el clásico de John Ford La Diligencia (1939) y desde entonces podemos encontrar maravillosos ejemplos que han reutilizado o renovado esta estructura: 12 Hombres en Pugna, El Club de los 5, Parque Jurásico, o incluso, total o parcialmente, en algunas Feel-good movies como La Sociedad de los Poetas Muertos, Mente Indomable, Sueños de Fuga, o Duelo de Titanes.
Los que se quedan, la nueva cinta del director Alexander Payne (Entre copas, Nebraska) y protagonizada por Paul Giamatti (quien ya ha recibido varios premios por su trabajo en este filme, al interpretar a un profesor gruñón), es una película ambientada en los años 70, donde un grupo de estudiantes estadounidense se ven forzados a pasar las vacaciones de navidad en su escuela preparatoria con un profesor malhumorado y algunos miembros del personal. Un ejemplo clásico de una película grand hotel que además es una feel-good movie.
La trama incluye personajes carismáticos y entrañables, que se contraponen por medio de actuaciones de gran expresión corporal y un guion con diálogos que profundizan en la identidad de los personajes. Además, los conflictos que acaecen y su resolución seguramente conmoverá a más de un espectador. Sin embargo, para su perjuicio, no propone nada nuevo y cae en algunos clichés.
Como buena película edificante, Los que se quedan, que se estrena en salas de cine este 18 de enero, reafirma el poder del espíritu humano en la adversidad y logra caracterizar las fuerzas invisibles que nos mantiene unidos como comunidad, aun con nuestras oposiciones y defectos. Las relaciones que se construyen y los personajes rotos pero empáticos logran defender la tesis de que vale la pena vivir pese a las cosas malas. Además, la historia y las actuaciones se desenvuelven en un contexto suficientemente realista para que el público asimile su mensaje y crea que la desesperación no es la última ni única salida.
No obstante, cada personaje tiene una causa unidimensional y clara del por qué es así, lo cual puede malinterpretarse y llevar al reduccionismo de su identidad. Asimismo, cada uno de ellos es encasillado en un arquetipo cliché: “El forajido bueno”, “La policía Moral” y “la Prostituta reformada” son algunos ejemplos de las figuras que se pueden localizar fácilmente y que han sido sobre utilizados por Hollywood, y que no permiten explorar la riqueza y complejidad que hay en las personas.
Finalmente, en términos de técnica, es una película orientada al diálogo, es decir, para aquellos que busquen una experiencia visual y auditiva por encima de lo convencional, o que les molesta la exposición oral de elementos que podrían ser ingeniosamente descritos con la imagen, no tendrán una experiencia transformativa.
Dejando a un lado el cinismo de este “humilde” escritor, que en el fondo es un cinéfilo mamador cliché, la película es una bonita experiencia para toda la familia. No dejemos que el espíritu negativo de estos tiempos políticos y económicamente inestables nos consuman, hay que tener en cuenta que está bien dejarse llevar por películas que nos recuerdan lo bonito de la vida. Sólo les advierto, si son un público difícil, puede que esta película no sea lo suyo.
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