Crítica de la película de terror mexicana Huesera, ópera prima de Michelle Garza Cervera, quien nos narra la historia de una mujer que durante su embarazo la persigue y ataca una extraña criatura. Una propuesta refrescante y con una reflexión importante.
Por Arturo Brum Zarco*
Es refrescante para el cine mexicano ver propuestas de terror que además de cumplir con las expectativas del género (es decir, causar miedo e incertidumbre), tengan de trasfondo temas complejos que inviten a la reflexión y al cuestionamiento de nuestras acciones y pensamientos.
Huesera, ópera prima de la directora Michelle Garza Cervera, es el claro ejemplo de que el cine de terror no es un género menor, ya que por medio de las libertades creativas que otorga este tipo de película aborda de manera más transgresora una premisa polémica pero de necesario debate: la maternidad no deseaba, sino como algo impuesto por la sociedad.
Al inició de esta cinta vemos a un grupo de personas rezar mientras suben unas largas escaleras para llegar a una escultura gigante de una Virgen y así pedirle a ese emblema católico uno o varios deseos. En la cima de ese lugar conocemos a Valeria (impecable interpretación de Natalia Solián) quien junto a su madre Maricarmen (Aida López) y su tía Isabel (otro trabajo espléndido de Mercedes Hernández) le ruegan a la Virgen que les cumpla el milagro de que la joven quede embarazada.
Desde el principio, el tono de la cinta va marcado por las creencias, supersticiones e ideologías mexicanas, algo que hace de esta obra de terror un producto que florece por medio de una mitología nacional. De esa forma, Huesera construye un relato de horror con simbolismos mexicanos, algo que el cine de género en nuestro país carece.
Este entendimiento del horror y lo mexicano se ve reflejado en la historia de Valeria, quien parece tener un matrimonio idílico con Raúl (Alfonso Dosal), pero cuando ella queda embarazada extraños acontecimientos comienzan a suceder: es atacada por un ser delgado, desnudo y con huesos que resaltan.
No obstante, ella es la única que ve y siente las atrocidades de este ser, y ante la negativa de la mayoría de sus familiares por creerle, la única que le ayuda es su tía Isabel, una mujer mayor a quien critican por ser soltera y sin hijos. Las dos buscarán derrotar a este monstruo por medio de santeras. Es sumamente metafórico como la película contrapone el pensamiento conservador religioso con uno más liberador por medio de las santeras.
Muy al estilo de cintas de terror como El bebé de Rosmary (Roman Polanski, 1968) y Babadook (Jennifer Kent, 2014), Huesera presenta un personaje principal que confunde al espectador, pues no queda claro que si los acontecimientos que le suceden son reales o producto de su imaginación.
Este discurso ambivalente lo edifica la directora de manera por demás brillante usando una efectiva iluminación acompañada de sonidos estridentes (como el tronar de unos huesos) y una puesta en escena que tiene su fortaleza en narrar con pocos efectos visuales y enfocarse en la creación de atmósferas tétricas.
Sin embargo, quizá el debate más importante de la cinta no es la forma, que como decíamos es destacable, sino el fondo. El tema de la maternidad no deseada es algo que el cine parece aborrecer, pues por lo regular siempre se muestra a la maternidad como lo más bello y hermoso en la vida de una mujer, e indudablemente para muchas mujeres lo es, pero para muchas otras no.
Por eso, Huesera como buena película de terror es contracultural, incómoda y valiente, ya que en un México todavía conservador y machista, tiene el sano atrevimiento de hablar de una mujer que no es feliz durante su embarazo.
Huesera, que se estrena este 23 de febrero en cines, es una película que augura buenas cosas para el cine de género mexicano. Asimismo, es un filme refrescante y provocador.
*Periodista y realizador. Director de CinEspacio24.
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