Con un estilo peculiar, Clavillazo consiguió cautivar al público con sus ocurrencias y su carisma natural.
José Antonio Hipólito Espino Mora, mejor conocido como “Clavillazo”, nació el 13 de agosto de 1910 en Teziutlán, Puebla, México. Fue el segundo hijo de los once que tuvo el matrimonio de Fidel Espino López y Berta Mora Calderon, quienes tenían una carnicería en Teziutlán. El negocio gozaba de gran popularidad en dicho lugar, por lo que el pequeño Clavillazo comenzó a trabajar en ella desde que tenía diez años. Tristemente no todo marcharía bien para el futuro comediante, ya que su hermana Bertha Espino Mora murió a causa de una epidemia de viruela negra que azotó a México durante el año de 1915 y que mató alrededor de 70 mil personas. La pérdida de quien era su confidente marcaría a Clavillazo, ya que más que su hermana la consideraba como su segunda madre. La vida de Clavillazo da un gran giro cuando decidió escapar de casa y mudarse a la Ciudad de México, donde encontraría su pasión por la actuación. Sin embargo, esta aventura hacia la gran capital no duraría mucho ya que su padre lo obligó a regresar inmediatamente. Pero en 1943 se mudó definitivamente a la Ciudad de México. Una vez lejos de casa, buscó la manera de sobrevivir y a la par cumplir sus sueños, por lo que comenzó a vender perfumes en las calles de la ciudad y en las carpas (teatros ambulantes). Quizá sin saberlo, esto le abriría una posibilidad inmejorable para su carrera, ya que esto lo llevó a conseguir importantes contactos en el mundo del espectáculo, de los cuales el más importante sin duda fue el actor Fernando Soler, a quien reconoció como su maestro. Clavillazo dio sus primeros pasos como actor en la compañía teatral de Soler, en la cual solía desempeñarse como partiquino. Tras seis meses de trabajar para su mentor, Clavillazo decidió montar su propia carpa. Pero, la noche en que renunció, Clavillazo gastó sus ahorros en un avión de juguete, una botella de ron, la renta de un cuarto de lujo y un esmoquin, sin duda esto no fue la mejor decisión, ya que tuvo que empeñar el avión de juguete y el esmoquin. Tras esto, Clavillazo regresó a las carpas dos meses después, esta vez aparecería bajo los seudónimos de “Chumiate” y “Polidor”. Durante esta etapa, el personaje de Clavillazo comenzó a tomar forma, ya que con el fin de resaltar y tener un estilo único, comenzó a pintarse clavos en los ojos. Esto le valió varios apodos, como el de “Clavitos”, cortesía del gran cómico Resortes, hasta que finalmente fue bautizado como Clavillazo. Así, Clavillazo logró tener su propia carpa, la cual llamaría en un principio Teziutlán, para posteriormente ser conocida como la Carpa Bertha en honor a su madre y a su hermana fallecida. Finalmente en 1950 Clavillazo daría el salto a la pantalla grande, gracias a los hermanos Soler, Fernando Soto “Mantequilla” y Carlos López Moctezuma, quienes convencieron al director Carlos Véjar de incluirlo en la película Monte de piedad. Tras participar en dicha cinta, el resto de papeles que interpretó fueron protagónicos, ya que con tan sólo una actuación consiguió el cariño y la admiración del público, el cual le permitió mantenerse en la cima de la industria cinematográfica junto a otros grandes comediantes de la época. Películas como ¡Pura vida! (Gilberto Martínez Solares, 1956), Pobres millonarios (Fernando Cortés, 1957) o El chismoso de la ventana (Gilberto Martínez Solares) lo consagraron como un comediante único. El 24 de noviembre de 1993, Clavillazo falleció a la edad de 83 años víctima de un paro cardíaco. El legado de Clavillazo en la comedia permanecerá, siendo un referente de la industria cinematográfica nacional, ya que comediantes como él existen sólo una vez en la vida. “¡Pura vida!” *Colaborador y reportero de CinEspacio24
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