Star Wars: el ascenso de Skywalker, dirigida por J.J,. Abrams, es el final de esta nueva trilogia de Star Wars, donde destaca por mucho la relación entre Rey (Daisy Ridley) y Kylo Ren (Adam Driver).
Después que Rian Jonhson con la cinta Star Wars: Los últimos Jedi (2017) cambiará radicalmente muchos de los conceptos de la saga – cosa que a mí no me molestó, de hecho me agradó, pero a los fans más puristas casi les da un infarto-, regresa J.J. Abrams a dirigir Star Wars: el ascenso de Skywalker la “última” película de este universo, y lo que hace es juntar las piezas que fragmentó Rian para volver a la narrativa que nos tenían acostumbrados. Ese esfuerzo de Abrams para realizar un concepto más cercano a la trilogía original de Star Wars dio como resultado un final inolvidable (siendo sinceros los finales de Abrams casi siempre son sosos, cursis y hasta confusos), ya que la cinta se siente forzada, con escenarios y pretextos que funcionan como parches ante toda las dudas que provocaron las dos películas anteriores. Al respecto, es claro el impacto que tiene Star Wars en sus más fieles seguidores que han amando (y no es exageración) a la saga como un movimiento cinematográfico único y sin parangón, es por eso que realizar esta nueva trilogía obviamente iba a traer ganancias económicas descomunales, cualquier filme de Star Wars es un producto viable en ingresos. En ese sentido, los fans no querían que se salieran del concepto creado por la primera trilogía, un conecto que en realidad es muy simplista: el camino del héroe y el bien (los jedi) contra el mal (los sith). Por eso mencionaba que la película de Rian no me molestó, ya que intentó darle un poco más de complejidad al concepto del bien contra el mal, pero el poder del espectador y el dinero en taquilla (ahí está la verdadera fuerza) pudo más, y regresamos a lo mismo. No obstante, J.J. Abrams supo reconstruir a cada personaje y darle su motivación correcta. Y crea lo que más destaca de la cinta: la relación entre Rey (Daisy Ridley) y Kylo Ren (Adam Driver); quienes se comunican a través de la “fuerza” como si hablaran telepáticamente, aunque sus conversaciones son cursis e insípidas, el conflicto de un antagonista (Kylo) que tiene una pelea moral en su interior sobre sus acciones es los más rescatable del largometraje. Además de que Adam demuestra que es un actor de una gran calidad. Una cinta que por efectos visuales no se le puede reclamar nada, las peleas y secuencias con los sables láser son entretenidas; una película que por chistes se le puede reclamar todo; un final que intenta ser épico, pero que termina con un melodrama exagerado. Asimismo, en esta “última” entrega hay en su narrativa aspectos «políticamente correctos», actos que se perciben como obligados, sin sentido, para enseñarle al mundo que Star Wars también es incluyente, pero que terminan pareciendo una burla. Al final, como mencionó Abrams en varias entrevistas Star Wars son cintas infantiles, y si lo visualizamos en ese sentido Star Wars: el ascenso de Skywalker, es una entretenida cinta de aventuras con luchas de sables láser y peleas entre naves espaciales. En ese aspecto el director tiene razón. Star Wars infravalorada, amada, odiada, con miles de seguidores es una saga que dada su importancia en cuanto a alcance al espectador es imposible no comentarla, pero quizá esta nueva trilogía con un poco más de tiempo, sin prisas y con mayor creatividad nos hubiera dado un final épico.
*Periodista y realizador. Director de Comunicación en CinEspacio24. Colaborador en Cio Noticias y Oculus Todo el Cine.
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