Dirigida y protagonizada por Edward Norton, Huérfanos de Brooklyn, ambientada en los años 50, nos narra la investigación de un detective privado, que tiene el síndrome de Tourette, para averiguar quién asesino a su mentor y amigo.
Por Martín L. González* El síndrome de Tourette es un padecimiento neurológico que suele presentarse durante la infancia o la adolescencia. Dicho síndrome se caracteriza por repentinos tics físicos y vocales, los cuales se presentan involuntariamente. La película Huérfanos de Brooklyn, basada en la novela Motherless Brooklyn del escritor Jonathan Lethem, nos cuenta la historia de Lionel Essrog (Edward Norton), un noble y huérfano detective privado que padece el síndrome de Tourette y una memoria casi fotográfica; por eso las personas le llaman de manera despectiva fenómeno, excepto Frank Minna (Bruce Willis), un rudo investigador que lo salvó del orfanato católico donde vivió de niño, convirtiéndose así en su mentor y único amigo. Un día, Frank es asesinado por motivos desconocidos, pero durante su lecho de muerte revela una pista a Lionel sobre lo que pasó. Triste y con deseo de saber quién asesinó a aquel que lo cuidó durante muchos años, Lionel decide investigar el caso. La película escrita, producida, protagonizada y dirigida por Edward Norton es el segundo largometraje bajo su dirección, y nos entrega un producto muy bien tratado. La influencia cinematográfica que tiene Norton se refleja notoriamente durante toda la cinta. No hace falta ver mucho de la película para que vengan a nuestra mente películas del director Martin Scorsese como Buenos Muchachos (1990) o Pandillas de Nueva York (2002), ya que toda la atmósfera que cubre al largometraje se maneja dentro de la línea de estos clásicos. El diseño de producción es maravilloso. Está tratado de manera minuciosa y por ello realmente consigue transportarnos al pasado, e incluso nos hace recordar clásicos del séptimo arte como Casablanca (Michael Curtis, 1942). La historia del largometraje va en constante ascenso y nunca suelta al espectador que se sumerge en el filme desde la primera secuencia, ya que la intriga nos orilla a reunir las piezas del rompecabezas que rodean la muerte de Frank, algo que no será sencillo de conseguir, pues los giros de tuerca en la trama están tan bien ubicados que realmente representan una sorpresa en el espectador, algo muy parecido a lo que logra la película Seven: Los Siete Pecados Capitales (David Fincher, 1995). La evolución del personaje principal también es muy interesante, pues pasa de ser un tímido y nervioso chico para poco a poco acercarse al estereotipo del detective depresivo, amargado y solitario. La historia tiene una buena estructura narrativa y un gran despliegue técnico. Edward Norton es uno de esos genios del cine que vive constantemente lejos de los reflectores, pero que aún así es capaz de sorprender frente y detrás de la cámara y regalarnos una obra maestra como esta.
*Colaborador de CinEspacio24 Noticias
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