Tiempo sin pulso es una buena propuesta de cine mexicano, dirigida por Bárbara Ochoa, narra la vida de Bruno, un joven de 18 años que ante un fuerte sentimiento de culpa no se permite sentir placer
Por Arturo Brum Zarco* Bruno es un joven que por más que intenta darse o recibir placer no puede. Cuando quiere masturbarse su cuerpo se tensa, su piel se eriza y es tanta la fuerza que lo impide hacerlo que él mismo amarra sus brazos para no tocarse; él sufre ante eso, ya que algo tan natural del ser humano no existe para Bruno. Ese es el conflicto de la cinta Tiempo sin pulso, ópera prima de Bárbara Ochoa, que con un discurso y teorías psicoanalíticas nos muestra la vida de un joven de 18 años que no sólo le es imposible el placer sexual, también le cuesta relacionarse con otra persona y tener una buena relación con su familia. Cabizbajo y con un caminar melancólico y lúgubre, Bruno (Andrés Lupone) está atrapado en un sentimiento de culpa por la muerte de su hermano mayor; sentimiento que engrandece su madre al no aceptar que su primogénito murió hace dos años. Bruno vive con su madre y padre, quienes discuten todo el tiempo. La madre es depresiva y alcohólica y está organizando una reunión para festejar el cumpleaños del hijo que falleció, mientras Bruno se mueve en esa casa donde la culpa y los reproches han invadido su hogar. Cuando regresa de Europa su antigua novia de secundaria Elisa (Alejandra Cárdenas), nuestro protagonista encuentra en ella una pequeña luz para salir de ese infierno en el que se encuentra. Tiempo sin pulso aborda de una manera sincera el tema de la culpa, el perdón y la superación de un duelo; esto lo hace a través de una fotografía contemplativa y claustrofóbica, lo que nos lleva como espectador al sentimiento de desasosiego que tiene Bruno. La película tiene una ambientación grisácea como si el tiempo se hubiera detenido; y es que en realidad para la familia de Bruno el tiempo se detuvo, sus pasiones se destruyeron y sus interacción familiar es inexistente. De esa forma, la directora con una gran construcción de su personaje principal, nos invita a la reflexión de nuestras propias culpas y cómo estas pueden afectar la forma como actuamos o vivimos. Filmada en un formato 4:3 (cuadrado) el filme logra involucrarnos en esa atmósfera claustrofóbica, nos introduce a un mundo cerrado, que no permite un sano duelo, una buena convivencia; y para Bruno el doloroso pesar de no poder darse placer. Con un argumento lineal y una buena puesta en escena, Tiempo sin pulso es una película mexicana que se proyectó en el Festival de Morelia en 2016 y tres años después llega a cartelera en el circuito cultural de Cuidad de México: Cineteca Nacional, IFAL (Instituto Francés de América Latina), Cine Tonalá, Film Club Café y Xtracinemas. Un ejemplo más de que se está haciendo buen cine mexicano, pero la mala distribución de buenas obras como Tiempo sin pulso, impiden que el público disfrute de estas atractivas propuestas.
*Periodista y realizador. Director de Comunicación en CinEspacio24. Colaborador en Cio Noticias.
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